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Un gobierno intervenido, con disputas feroces

Claudio Jacquelin

Javier Milei tiene razón. Con la asertividad que lo caracteriza, dijo que lo de Estados Unidos “no es un rescate”. Es así. El involucramiento de Donald Trump es, de hecho, una intervención. En el mercado cambiario, en la economía, en la política y en las elecciones argentinas.

Los dos lo han dejado claro. Y nada es casual. La mano trumpista llega justo cuando al gobierno libertario se le han desestabilizado variables cruciales y mientras atraviesa su más profunda crisis intestina.

Ninguna de las partes oculta ni disimula la feroz disputa interna en la que están involucradas las más importantes figuras del oficialismo.

Así, el “amigo americano” asoma, para muchos actores gubernamentales, económicos y políticos, como un posible estabilizador de un sistema con demasiados factores fuera de control. Aunque nadie sabe con cuánta profundidad conoce la realidad del Gobierno y del país. Por lo visto hace tres días en la Casa Blanca, los detalles no son lo suyo.

“Esto no puede seguir así. El Presidente va a tener que tomar decisiones importantes”, esa frase es una de las pocas cosas, sino la única, en la que coinciden el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y el (¿ex?) superasesor Santiago Caputo.

Ambos representan hoy los extremos de un conflicto interno que involucra a otros miembros destacados del entorno presidencial, en el que resalta la hermanísima Karina Milei y sus más íntimos colaboradores, empezando por el invisibilizado Eduardo “Lule” Menem.

El conflicto tiene una larga historia, pero en la última semana la disputa tocó cimas nunca alcanzadas, en medio de la crítica situación cambiaria y financiera y ante la inminencia de unas elecciones sobre las que abunda la incertidumbre.

Francos ha dejado trascender en más de una conversación en privado las muchas dudas que tiene sobre su continuidad. Ya no dice que “todo depende de lo que decida el Presidente”. En los últimos tiempos manifiesta abiertamente su fatiga y su fastidio por las dificultades para realizar su función. En casi todas, aparece la sombra del gurú.

“No se sabe si quiere irse o viene por mi cargo y yo a esta altura de mi vida no estoy para estas cosas. Se tiene que ordenar esta situación. Tengo que tener una charla a fondo con el Presidente”, le escuchó decir a Francos una de las personas que mejor lo conoce. En ese punto aparece una de las grandes incógnitas sobre el objetivo de la hiperactividad de altísimo perfil, en el país y en el extranjero, desplegada por Santiago Caputo.

La pregunta clave en la Casa Rosada, entre actores económicos y en embajadas de países centrales, es si el asesor “está pavimentando su salida del Gobierno o alfombrando su ingreso formal”. El gurú contesta con una enigmática sonrisa.

No obstante, ante algunos interlocutores ha dejado frases punzantes y desliza imputaciones serias hacia adentro del Gobierno, además de manifestar su certeza de que después del 26 habrá cambios en el gabinete. Roles, funciones, permanencia y poder real están en juego.

La visita presidencial a la Casa Blanca hizo estallar todo, luego de que el soñado cierre anticipado de campaña en Washington terminó en un accidentado acto del que Milei se llevó más exigencias que logros concretos, además, de oficiar de sumiso partenaire. La sinceridad brutal con la que Trump condicionó su ayuda al triunfo electoral oficialista desató nuevas tormentas para un gobierno sin paraguas.

La manifestación más nítida de la disputa, ya desembozada, fue la andanada de críticas que sobre el canciller Gerardo Werthein dispararon destacados integrantes del ejército de comunicadores oficialistas que le responden a Caputo. Las Fuerzas del Cielo adjudicaron al ministro de Exterior las gaffes washingtonianas, que desataron un súbito rebrote de desconfianza en los mercados. Justo cuando habían ido a buscar una dosis de confianza.

“Es una lástima que los egos interfieran con el trabajo”, respondió Caputo, el joven, luego de que se lo acusara de imputar a otros los fracasos y de apropiarse de éxitos, propios y ajenos. La respuesta oficia como contragolpe ante los cuestionamientos que le llegaron mientras practicaba una especie de diplomacia paralela.

El gurú gestionó encuentros de un lobista estadounidense presuntamente cercano a Trump con políticos argentinos y, además, desarrolló una agenda alternativa en Washington durante la visita presidencial. Desde su círculo amplifican los tropiezos que sufrió Milei en la visita a la Casa Blanca.

La pertenencia de Werthein al ala karinista y el acercamiento del jefe de Gabinete a la hermana presidencial y golpeada armadora electoral no son ajenos al conflicto de poder. Como le adjudican haber dicho a Mauricio Macri, “el triángulo de hierro se ha convertido en un campo de batalla”. Los exmacristas devenidos en candidatos mileístas dicen sufrirlo en la campaña electoral, marcada por el escándalo que terminó con la postulación de José Luis Espert por el presunto esponsoreo del narcotráfico en 2019.

Caputo evita la confrontación con Karina Milei, pero se le han escuchado duras críticas a su entorno, donde resaltan “Lule” y Martín Menem (presidente, por ahora, de la Cámara de Diputados).

“Con algunos hay un tema de egos, pero el problema es con otros por su voracidad por satisfacer consumos postergados. Han hecho un gran daño a un gobierno que no vino a hacer eso”, señaló Caputo recientemente. “Ustedes saben que yo sé”, podría ser la traducción de semejante declaración de principios. Demasiado parecida a una advertencia.

Parece imposible no relacionar la mención a la satisfacción de “consumos postergados” con los escándalos de este año, como el del pago de supuestas coimas por parte de proveedores de la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis) que se conocieron por los audios del exdirector de ese organismo Diego Spagnuolo, a la vez examigo y exabogado de Javier Milei. Lo mismo que el caso de la contratación de una empresa de seguridad por parte del Banco Nación. En ambos apareció el apellido Menem y el vínculo con Karina Milei. Heridas profundas para el capital simbólico de los anticasta.

Con ese estrépito de fondo transcurren los días agitados previos a las cruciales elecciones legislativas, a las que el gobierno estadounidense fijó como valla por superar exitosamente para contar con su asistencia. La posibilidad de un resultado negativo estremece a la Casa Rosada y a buena parte del establishment. La brutal advertencia de Trump subió el nivel de exigencia.

Lobby y presiones del norte

Por eso, en paralelo a la asistencia y a las promesas de ayudas que el secretario del Tesoro, Scott Bessent, va engrosando y embelleciendo a medida que las dudas recrudecen, se ha desarrollado una intensa actividad de lobby y presiones. Representantes formales e informales de EE.UU. han fatigado teléfonos de actores políticos aliados o identificados como amigables hacia el Gobierno, moderados y afines al libre mercado y el equilibrio fiscal. Salvo contados casos, la autoridad de los gestores nunca es clara.

En esa agenda se inscribió, en un lugar desatacado, la difundida reunión que Santiago Caputo gestionó entre tres presidentes de bloques de Diputados Cristian Ritondo (Pro), Miguel Pichetto (Encuentro Federal) y Rodrigo de Loredo (UCR) con el asesor trumpista Barry Bennet. Pero hay muchas otras.

Al menos dos gobernadores aliados de la administración mileísta y asesores de otros tres mandatarios provinciales, que algunas vez tuvieron buena relación con el Gobierno, fueron contactados por agentes estatales norteamericanos y miembros de agencias de relaciones públicas de Estados Unidos con oficinas en América Latina.

Los contactados admiten las gestiones en estricto off the record. Más ante la proximidad de las elecciones y cuando saben que nada podría ser viable hasta después del 26. La construcción de una malla de contención por si el resultado electoral es negativo para Milei o el armado de una base más amplia para avanzar con las reformas pendientes, si el oficialismo sale airoso, son los objetivos con que se presentan los gestores. Así de frágil ven todo.

Los interlocutores locales han tenido dificultades para identificar la frontera entre la seducción y la presión para que hagan su aporte a la gobernabilidad, se comprometan a apoyar reformas de fondo y den soporte político-institucional a la gestión, según sea el caso, en cuyo trasfondo subyace la posibilidad de sumar funcionarios a la administración nacional. La promesa de paraísos (no necesariamente fiscales) que incluirían inversiones y un futuro venturoso para sus provincias convive con la contracara del amenazante infierno que podría desatarse. Ya dijo Trump que si los candidatos de su admirador argentino pierden, no será generoso.

Altos funcionarios del Gobierno enfrentados al gurú Caputo ponen en duda la calidad y la eficacia que podrían tener los vínculos establecidos por fuera de los canales oficiales. Los adjudican más a intereses privados que a razones de Estado.

La excentricidad de las gestiones de Trump y de Milei, más la disputa interna que atraviesa al equipo de colaboradores mileístas, dificulta el acercamiento a algunas verdades.

De todas maneras, la intervención estadounidense se ofrece, tácitamente o explícitamente, como garante de una nueva etapa del Gobierno, aunque no despeja dudas.

La confianza en la capacidad de persuasión del rescatista norteamericano es amplia, pero no tanta sobre la posibilidad de que aporte soluciones duraderas y benéficas. Sin contar las muchas prevenciones de quienes piden conocer las condicionalidades no explicitadas de la asistencia trumpista.

“Milei escucha a muy pocos o a casi nadie que lo contradiga, así que Trump podría ser el único que lo haga cambiar algo para ampliar su base de sustentación política”, señaló el embajador de una potencia europea con intereses en el país

“Si Milei no cambia, por más esfuerzos de EE.UU. esto no va a funcionar”, afirma una fuente macrista que dijo Mauricio Macri, tras la última reunión que mantuvo con el Presidente. Cuentan que el “presi”, como volvió a llamarlo Milei, salió más preocupado que satisfecho. ”Javier parecía abierto a escuchar, pero a cada cuestionamiento concreto respondía con una justificación”, fue una de las imágenes que se llevó al fundador de Pro.

“No estoy convencido de que se den cuenta dónde están. Y, encima, al que la tiene clara, que es Guillermo Francos, lo están limando todo el tiempo”, se habría lamentado Macri. Tal vez eso explique su acotado aporte proselitista, limitado a los candidatos amarillos y a sostener el temor al fantasma kirchnerista.

“Hasta el último día antes de las elecciones va a haber ruido. Después el Presidente tendrá que tomar decisiones muy importantes para adentro y para afuera. Esperemos que no sea luego de una derrota”, admite sin poder ocultar su preocupación un importante funcionario.

Su esperanza, como la de varios otros oficialistas, radica menos en el reconocimiento por parte del electorado de los logros del Gobierno que en el temor a la vuelta al pasado y en que la intervención estadounidense reavive expectativas favorables y no despierte un orgullo nacional herido. También, que las feroces disputas internas, ya indisimuladas, no sigan escalando e impacten en los electores. No es poco dada la precariedad del conjunto.

Fuente: La Nación

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