“Dime de qué alardeas y te diré de qué careces”. Riguroso, concreto y muy actual ese refrán que tanto habremos usado u oído. Con él aplicamos una postura de desconfianza, mínima pero necesaria a la hora de decidir (elegir) sobre qué votar en las próximas elecciones. Por acción o por omisión, ese acto va a marcar nuestro futuro mediato. Quedó atrás la pandemia y muchas costumbres, aunque aún estemos en transición, cambiaron. La aparición de lo impensado nos empujo a lo virtual. Las herramientas estaban y hubo que tomarlas de urgencia. Aprenderlas. Llegaron para quedarse. Pero no se puede vivir a través del Zoom. Buscando los equilibrios, sería bueno proponer algún cara a cara (como era antes, diría la abuela) para intercambiar ideas sobre lo que podría venir. Construir ciudadanía en tiempos de inteligencia artificial merece tener en cuenta la posibilidad del diálogo.
Por Néstor Banega
El repaso de algunos dichos o acciones de pretendientes a ocupar algún cargo nos pone en aprietos. ¿Cómo no reaccionar con tremendo bochinche? Grito y tumulto para llamar la atención. Lo logran. Pero, también se convierte en una manera más o menos divertida para no decir absolutamente nada en relación a las acciones que, como responsables potenciales de un mandato, desarrollarían.
Pasamos “rapidito”, rodeado de amigos y hasta luego.
Es que en términos generales las acciones desplegadas para mostrarse son usadas (delicadamente, o no tanto) para referirse de manera genérica a algunos temas que son sensibles. Muy sensibles.
Pero, ahí nomas. Llaman la atención, describen levemente, reversionan la historia, acusan, se lanzan comentarios amplios; pero, al momento de los detalles, de la necesaria explicación de qué hacer y por sobre todo cómo hacerlo: nada. Tirar la piedra y salir corriendo.
Bienvenido a zona de grillos. Gestos de perfil prosaico y, sobre todo, polisémicos, para que cada uno piense lo que quiera, como quiera. Que entienda lo que le parezca y por supuesto, que no piense siquiera un poquito sobre lo que en realidad podría pasar si se quieren llevar a la práctica esas frases estridentes en un eventual gobierno.
Nada definido y mucho menos concreto. Puro amague y siguiendo los términos futboleros, viven en el reino de la gambeta.
Mejor que nadie entienda, que nadie sepa en realidad lo que se hará. No sea que en breve aparezcan reclamos por incumplimiento.
Mejor no hablar de ciertas cosas
Se volvió costumbre el uso y abuso de algunas aplicaciones para presentar decisiones, ideas, planteos. Lanzamientos, ratificaciones, desmentidas. Pero no todo entra en un tuit. No se puede vivir pendiendo de un hilo. Hay un límite.
No es posible profundizar demasiado desde unos cientos de caracteres. La herramienta que en cualquier momento será antigua y desechable, ofrece cierta comodidad para el que opta por esta vía. Se puede presentar el esbozo de alguna propuesta política a sus partidarios o atacar un rival. Cómodamente. Es opinable, como todo, pero no parece suficiente.
Podrían hacer alguna vez una conferencia de prensa. ¿Podrían?
Seamos realistas: no todos están pendientes de un tuit. Se reconoce que es el insumo de los medios, que toman, reinterpretan o simplemente reproducen en otros espacios y niveles aquella expresión inicial.
Lo que parece tan simple, es algo más complicado. La digitalización es constante, indetenible. Sí. Pero, echando una mirada sobre los comportamientos sociales, arriesgamos demasiado en tiempos de Inteligencia Artificial. Confiar todo a las plataformas y dispositivos, podría ser peligroso.
(Más información en la edición gráfica número 1141 del jueves 15 de junio de 2023)