Música

Ángela Herrera: “Hoy el tango cuenta lo que nos pasa”

Edición
1166

Durante años, el tango cargó con la idea de ser “música de los abuelos”, algo detenido en el tiempo y reservado a quienes buscaban reencontrarse con la nostalgia. Sin embargo, desde hace más de una década comenzó un movimiento constante, sin estridencias, pero firme, que hoy se advierte en milongas, festivales, redes, grabaciones y escuelas de todo el país. Ángela Herrera, una de las voces más activas del tango entrerriano, lo vive desde adentro y en una charla con ANÁLISIS confirma que se trata de un cambio profundo.

Para ella, este supuesto “resurgir” no es ninguna sorpresa, sino la consecuencia de un proceso sostenido que lleva años en marcha. “Hubo un tiempo en que el tango estuvo un poco dormido, pero después comenzó a crecer y no paró más”, recuerda. En ese renacer aparecieron nuevas orquestas, discos recientes, compositores muy jóvenes y, sobre todo, una reconexión con su raíz: volver a ser una música popular que narra la vida cotidiana.

Ese cambio también se refleja en los temas. El tango actual habla de femicidios, diversidades, violencia de género, nuevas formas de amar, narcotráfico y policiales. “Las historias de hoy están entrando al tango, y eso le genera mucha identificación al público joven”, apunta. Para ella, no hace falta explicación técnica: cuando suenan Troilo, Pugliese o Piazzolla “a todos se nos mueve la patita, después cada uno decide si quiere seguir escuchando o no”.

El tango, una tradición familiar

El vínculo de Herrera con el tango viene de lejos, cuando pasaba a máquina los poemas que escribía su abuelo “para que quedaran prolijitos en una carpeta que todavía debe andar por ahí”. Pero aquella música aún le resultaba ajena. Primero fueron el rock, el punk, el pop; más tarde el folklore -del que se enamoró a los 18- y solo mucho después, casi sin proponérselo, el tango terminó encontrándola a ella. “Una vez que te acercas al tango es difícil despegarte. Te atrapa”, confiesa.

Hoy vive ese contagio a diario en “Cántate un tango”, el taller que coordina junto a Silvina Badano. Comenzaron con un público mayor, pero hoy la diversidad de edades es la regla. “Tenemos gente de más de 70 años y chicas de poco más de 20. Algunos ya están subiéndose a otros escenarios. Ver ese crecimiento nos llena de alegría”. Las clases, grupales e individuales, incluyen técnica vocal, trabajo corporal, escena e interpretación. “Hacemos juegos, ejercicios, y es hermoso ver cómo se van transformando”, relata.

La noche tanguera en Paraná también cambió. Donde antes había pocas milongas, hoy se baila casi todos los días. La capital provincial tiene espacios abiertos, ciclos, escuelas y noches de pista donde se mezclan zapatillas, roles intercambiables y parejas sin géneros prefijados: varón con varón, mujer con mujer, jóvenes que llegan desde otras músicas y descubren el abrazo.

Uno de esos lugares es “Si lo sabe cante, tango”, la peña mensual que Herrera y Badano organizan en la cantina Ferrero. La noche arranca con presentaciones en vivo y luego llega el micrófono abierto: el público puede elegir una canción entre más de treinta tangos y subir a cantar, acompañado por músicos. “La cantidad de gente que vuelve nos sorprende. Es muy divertido, hacemos ‘aplausómetro’ y la pasamos bárbaro”, comenta. Algunos participan sobre el escenario; otros solo observan. Pero todos salen contentos.

Para Herrera, el fenómeno no se limita a Entre Ríos. “En el interior el crecimiento es enorme. Mendoza, Rosario, Córdoba, Santa Fe… en todas partes hay músicos, orquestas y bailarines. Incluso en Ushuaia, donde viví dos años, pasaba lo mismo”. Ese desarrollo también abre nuevas oportunidades: tocar, cantar o enseñar tango puede convertirse en una salida laboral para artistas jóvenes, dentro de un género que hoy tiene proyección internacional.

 

(Más información en la edición gráfica de la revista ANALISIS, edición 1166, del día 27 de noviembre de 2025)

Edición Impresa