Memoria Frágil y el suicidio del poderoso entrerriano Alfredo Yabrán

Alfredo Yabrán

Aún persiste el mito que tiende un manto de duda sobre el suicidio del empresario Alfredo Yabrán.

De ANÁLISIS

Alfredo Yabrán había tomado la decisión de no mostrarse nunca ante las cámaras de televisión, esposado y con destino a la cárcel por el crimen del reportero José Luis Cabezas. Pensó en irse del país a través de una zona isleña que comunicaba Entre Ríos con Uruguay pero también el hecho de quitarse la vida. Nunca se lo dijo a nadie, ni siquiera a su hermano de mayor confianza, José “Toto” Yabrán, con quien estuvo por última vez en la estancia San Ignacio, en Aldea San Antonio, cerca de Urdinarrain, cuando optó por recluirse para evitar el asedio periodístico y judicial por el avance de la causa que conducía el juez de Dolores, José Luis Macchi.

El 15 de mayo de 1998, el magistrado firmó la orden de captura de Yabrán como posible instigador del crimen de Cabezas. Lo hizo a través del testimonio de Silvia Belawsky, la esposa del ex comisario Gustavo Prellezo, quien aseguró que el empresario postal le había pedido a su marido que se encargara de silenciar al reportero gráfico de la revista Noticias, que en 1996 le había tomado una fotografía mientras caminaba con su esposa por las playas de Pinamar.

“Yo había intervenido anteriormente en algunas cuestiones laborales, comerciales de la empresa agropecuaria, Yabito SA. Y también había defendido a Carlos en el año 94, cuando Cavallo habló en la cámara de diputados y lo acusó a Alfredo Yabrán de mafioso y de monopólico, que acá vino una cantidad de periodistas, hubo un incidente de Carlos Yabrán con una periodista de La Prensa que en ese momento era , recién se había reiniciado la actividad del diario La Prensa que era de Amalita Fortabat, y que hubo un incidente donde la periodista tuvo una pequeña herida con un disparo de arma de fuego, del cual se acusó a una mano de Alfredo que era Carlos Yabrán”, recordó el abogado de la familia Yabrán, Rubén Virué.

El avance judicial por el crimen de Cabezas

El abogado describió cómo fueron los momentos previos al suicidio. “Me acuerdo bien porque fue un proceso que duró unos cinco días. Si mal no recuerdo la orden de detención salió un viernes por la tarde, el sábado a la mañana hubo allanamientos acá en Larroque, en casa de los hermanos, en algún momento uno de ellos me llamó para ver de qué se trataba, tuve contacto con autoridad policial. Se practicaron los allanamientos con absoluta normalidad, sin resultado alguno. Ese día sábado, fue una vorágine que se inició ese día sábado. Fueron allanamientos que se realizaron acá en Larroque también, después en los campos pero digamos, había una intensa actividad periodística vinculada con el hecho”.

El ex comisario de Aldea San Antonio Leonardo Silva acotó: “Se lo solía ver pero no era muy frecuente y tampoco era de estar él presente físicamente. Se sabía que iba a determinados lugares, por ahí había productores que hacían determinado trabajo de laboreo en la estancia y uno sabía, con los cuales tenía muy contacto. Pero no era frecuente, al menos que nosotros supiéramos. A partir de la noticia de todo el procedimiento, fuimos requeridos muchas veces para brindar información, si teníamos algún tipo de certeza, cosa que nunca pudimos corroborar ‘porque a la estancia se puede llegar sin pasar por Aldea San Antonio, como fue que sucedió. Se podía pasar por el puente El Cinto, se podía pasar por la zona Rincón del Gato sin tener la necesidad de pasar por acá. O en su defecto, pasar por afuera de Urdinarrain, por afuera de Aldea, llegar a Las Margaritas y por ahí hay vías de comunicación interna que no hay que pasar por el pueblo. Es muy probable que haya hecho movimientos por todos estos caminos alternativos, más sabiendo que nosotros estábamos a la espera de tener alguna noticia, de que se viera algún vehículo que pudiera llamar la atención, no es cierto, algún indicio”.

Varios meses antes, Yabrán había empezado a diagramar la salida de Buenos Aires para retornar al Sur entrerriano, de donde creció y se desarrolló junto a sus hermanos en su Larroque natal. El poderoso empresario era dueño de numerosas estancias en toda la región, con amplios y remodelados cascos que durante años fueron lugar de visita de encumbrados hombres de la política, y en especial del menemismo. Ante la situación judicial que lo iba cercando, sabía que en algún momento tendría que optar por alguna de ellas como refugio.

Cuando se conoció la decisión judicial de Macchi, Yabrán se instaló en la estancia San Ignacio sólo acompañado por el cuidador del lugar Roberto Gervasoni, y su asistente personal Leonardo Aristimuño y su esposa. Previo a su llegada al lugar, pidió que se fueran todos los empleados de la firma Yabito de su propiedad. Aristimuño lo había ido a buscar a Yabrán a su residencia capitalina y lo sacó acostado en su camioneta japonesa 4x4, que era una de las tantas que tenía. En Buenos Aires sólo se hablaba del caso Yabrán pero casi nadie sabía dónde estaba el empresario.

El periodista Manuel Lazo, recordó que Macchih se había equivocado con el exhorto judicial. “Lo mandó a la juez Calveyra que era de Concepción del Uruguay sin tener en cuenta el límite geográfico y que correspondía a la juez de Instrucción Graciela Pross Laporte. En ese período nos enteramos en Gualeguaychú de lo que había ocurrido. Yo vivía cerca del campo de Yabrán. Me hicieron saber que Yabrán estaba ahí en el casco de la estancia”, recordó.   

Suicidio

Alfredo Yabrán llevó muy poca ropa a la estancia San Ignacio, a no más de 40 kilómetros de Gualeguaychú. El lugar tenía un casco central y otras dos viviendas en unas 2800 hectáreas y un arroyo al final. Su hermano “Toto” Yabrán fue la última persona que lo visitó. De hecho, era el único familiar que sabía dónde estaba Don Alfredo, antes de emprender un viaje de negocio al Norte del país, “Toto” Yabrán le dijo que retornaba en menos de una semana y que lo esperara para comer juntos.  

El 19 de mayo de 1998, Yabrán escribió distintas cartas de despedida. Había una dirigida a su familia y otra a su secretaria, donde daba directivas a seguir respecto de negocios a través del designado Héctor Colella. Un día después, Yabrán se levantó sin mayores contratiempos, se puso el buzo deportivo que había llevado y realizó comunicaciones con su teléfono satelital. Nunca se supo saber con quiénes habló y qué le dijeron desde el poder real. Hay quienes sostienen que había una orden: Yabrán no podía quedar nunca preso e incluso hasta lo amenazaron con atentar contra su hija, que era la gran debilidad del empresario.

Al mediodía de ese miércoles, Leonardo Aristimuño y su esposa lo esperaron con la picada diaria para el posterior almuerzo. Eran no más de las 13 cuando el capataz Gervasoni les avisó que patrulleros policiales habían llegado hasta la tranquera, a no más de 700 metros de la vivienda, y querían ingresar con una orden judicial. Yabrán se levantó raudamente y se fue hasta su habitación. No se quedó allí, cuando escuchó las voces de los policías preguntando dónde estaba y anunciando la orden de detención, se encerró en el baño en suite del dormitorio. Los policías ingresaron a la habitación e intentaron llegar de inmediato al baño. “No abra esa puerta -les repitió Aristimuño-. Adentro está  Don Alfredo y se va a pegar un tiro si la abren”.  La Policía de Entre Ríos forzó el picaporte de la puerta e inmediatamente se oyó un disparo de escopeta. Los policías se encontraron con una persona canosa, aparentemente de sexo masculino, vestida con un jogging azul a rayas blancas, según se indicaba en el expediente. Debajo del cuerpo, junto a la cara, invisible para los que entraban, asomaba el doble caño de una escopeta Baikal 1270. El comisario Cosso, el primero que ingresó en la suite, supo sin tocarlo que ese hombre ya estaba muerto. Detrás del policía de Gualeguaychú entraron los policías Vergara y Ferreras, el cabo Viré, Aristimuño, los testigos civiles, el comisario Ceves y algo más alejada, Andrea Biordo, la mujer de Aristimuño.

El cuerpo estaba caído de cara al suelo, sobre las baldosas, al lado del inodoro, con los pies hacia el lavabo y la cabeza saliendo apenas del baño hacia el corto pasillo que daba al dormitorio.

“Nosotros sabíamos que se iba a hacer el procedimiento. Nos quedamos lejos. No hubo un periodista que llegara al casco. Yo tuve la fortuna que llegó un canal de Caseros. Y llegó un amigo de toda la vida que había quedado sin trabajo en el banco y puso una empresa de remises y tenía un VHF. Escaneé la frecuencia policial y me enteré que Yabrán se había suicidado”, contó Manuel Lazo.    

“Recuerdo cuando entré a la Jefatura Departamental de Gualeguaychú y Cosso nos contó cómo fueron los últimos minutos de Yabrán”, mencionó el periodista Jorge Barroetaveña.

La ex secretaria judicial María Angélica Pivas acotó que “estaba vestido con ropa deportiva, y sin vida”. “Le respondíamos a todo el mundo lo mismo, invariablemente”.

“A las 2 y algo de la tarde, quien me llama por teléfono para preguntarme si sabía algo fue Emilio Martínez garbino, que me llamó de Buenos aires, era diputado nacional. Me dice si sabía algo de Yabrá, le contesté de qué, me dijo que se suicidó, se mató. Le dijo que no, absolutamente nada. Me dijo que allá, se ve que estaba en la cámara y por una cuestión de referencia geográfica, le preguntaban por Entre Ríos, él era de Gualeguaychú. Le dije que averiguaba. Llamé a la comisaría y daba ocupado, la casa de los hermanos daba ocupado, algo estaba pasando. Prendí la televisión y vi que estaban anunciando algo de eso y minutos después me llamó por teléfono por este tema y fui para aldea san Antonio, para la estancia con los hermanos. En la estancia me encontré con el doctor Argibay molina que había viajado a buenos aires en representación de la familia de Alfredo en ese momento  y él ya estaba adentro y bueno y ahí hicimos todas las diligencias de rigor. Ya estaba la doctora Pross Laporte que era juez de Instrucción, también la secretaria de la jueza de Instrucción que era la doctora Pivas. Estaba el fiscal que fue entonces, en este caso, Guillermo Viré más todos los funcionarios policiales. Llegó también el ministro de gobierno Faustino Schiavoni y una cantidad importante de funcionarios policiales. Criminalística de Paraná y se hicieron todas las diligencias dentro de la estancia, yo estuve en el momento que se ingresa al baño donde estaba el cadáver de Alfredo, en el momento que lo dan vuelta y todo y cuando se pudo el reconocimiento también”, relató Virué.

La escena

El rostro de Alfredo Yabrán estaba irreconocible por los balines de la escopeta que se había puesto dentro de su boca. Los policías que ingresaron, que conocían perfectamente a Yabrán porque era alguien que en la zona se mostraba todos los fines de semana, no dudaron en confirmar que se trataba del empresario. El comisario Cosso le pidió al casero un celular y se comunicó con la jueza Pross Laporte. También se comunicó con la Jefatura Departamental para requerir la presencia de funcionarios y el Gabinete Forense de Criminalística. Hicieron salir a todos de la suite y quedaron sólo dos custodios en espera de la magistrada.

Según el acta de allanamiento labrada por Departamental de Gualeguaychú, el deceso de la persona todavía no identificada oficialmente como Alfredo Enrique Nayib Yabrán, se habría producido a las 13.35 horas. El comisario Cosso hizo anotar que el hecho se habría producido en una habitación cerrada, con una sola entrada, en la que Yabrán se encontraba a solas. También destacó como sus colegas que no se había visto ningún vehículo abandonado en el lugar, en los momentos previos al descubrimiento del cadáver. De inmediato le avisaron al ministro de Gobierno Faustino Schiavoni, éste al gobernador Jorge Busti y luego al presidente Carlos Menem que se encontraba en La Rioja.

La jueza Pross Laporte no quiso dejar dudas por eso hizo llegar personal policial a la Aldea San Antonio, poniendo como testigos a agentes que la habían escoltado, ordenó la requisa de las armas de todos los que habían intervenido en el procedimiento de la estancia de Yabrán. El arsenal estaba compuesto por 12 pistolas 9mm con un parque de 133 proyectiles de ese calibre, 5 pistolas 1125 con 40 cartuchos, una escopeta Itaka calibre 12 y un fusil FAL, ambos con su correspondiente munición.

María Angélica Paiva recordó que los medios de Gualeguaychú y la provincia se comprotaron “con respeto”. “Había gente que vio el cadáver. Nadie pisó a nadie. Las declaraciones las tomamos con una vieja máquina de escribir, no teníamos tiempo. Logramos colaboración inestimable del hombre de confianza de Yabrán, Aristimuño. Aparecieron las cartas. Se inventaron muchas cosas pero no se podía responder todos. Pocos medios levantaron el informe autópsico”.

“Yabrán tenía todo preparado. Evidentemente tenía la decisión de autoeliminarse o fugarse. Eligió el momento de pegarse un escopetazo cuando Cosso actúa desde la naturaleza de Policía. Me pregunto qué hubiese pasado si Cosso retiraba a los funcionarios policiales de ahí y hubiese intentado un diálogo. ¿Se hubiese podido evitar la muerte?”, preguntó Lazo. “Con Hernán Brienza y Facundo Pastor estuvimos en la funeraria y lo vimos”, reafirmó.

Suicidio y dudas absurdas

Cuando estaba por retirar el cuerpo para la autopsia, llegó otro abogado de Yabrán, Argibay Molina. Quedó conmovido por el rostro de su defendido. Le explicaron que los gases del impacto habían quedado encerrados, dilatando los tejidos porque no había orificio de salida. La distancia entre el caño y el paladar había sido tan corta que el tiro no había logrado toda su potencia. Por ende destruyó el interior del cráneo pero no había alcanzado a pulverizarlo, como si hubiese ocurrido si el mismo disparo se hubiese hecho a dos o tres metros del objetivo. “No hay dudas que es Alfredo”, dijo Argibay Molina cuando salió, y de inmediato preguntó si alguien había tomado fotos del cadáver. Schiavoni dijo que en ello había estado Criminalística. El abogado pidió urgente su presencia y le dio orden estricta que ninguna imagen saliera a los medios periodísticos.

De ahí en más, eso se convirtió en un desafío para los medios capitalinos. Llegaron a ofrecer fortunas para conseguir una fotografía del cadáver de Yabrán, pero nunca pudieron acceder a ellas.

“Fue indiscutible que era Yabrán. Todas las pruebas mostraron eso. Incluso estaban las cartas que dejó”, asentó Virué.

Pivas agregó que estaban “tranquilos” pero tenían los teléfonos “pinchados”. “Le ofrecieron al fotógrafo un millón de pesos. Él no tenía para pagar el alquiler del local donde tenía su estudio. No aceptó”, apuntó la funcionaria judicial. “Mostraron una foto en un canal nacional. Tuvimos que demostrar que no era una foto del cadáver de Yabrán”.

En las horas posteriores se hizo una autopsia al cuerpo del empresario. Llegó al lugar envuelto con un plástico rojo. Fue examinado sobre un mármol blanco durante tres horas, en una sala de 20 metros cuadrados del cementerio sur. “Eligieron un lugar oscuro y descuidado, los dos pliegues del techo estaban por derrumbarse”, describieron los medios el día después.

Allí, los médicos comprobaron que el cuerpo tenía las tres cicatrices que antes había advertido de su existencia el perito de parte, Ricardo ramón Paiva. Antes de ser llevado a la morgue, le hicieron una tomografía computada. Querían determinar cuántos y dónde estaban los proyectiles; y establecer la trayectoria del orificio de entrada porque si era horizontal, era un homicidio y si era vertical, era un suicidio. En el cráneo encontraron 30 perdigones sin orificio de salida.

“Siempre me llamó la atención el respeto reverencial que tuvo la doctora Graciela Pross Laporte. Hubo un respeto reverencial al pedido de la familia, porque no hay nada, ninguna fotografía. Las veces que hablé con ella le dije que hubiese sido bueno elegir al menos una foto, porque quedó para siempre la duda si Yabrán se mató o no, o era un linyera que se inmoló y Yabrán estaba disfrutando de las playas del mundo. Teorías lejanas a las que manejábamos los periodistas que conocíamos los negocios de Yabrán y las conexiones con las mafias internacionales”, mencionó Lazo.

El periodista marcó que “hubo un pacto de silencio que se mantuvo en el tiempo”. “Sé lo que puso la juez en tomar todos y cada uno de los rollos del fotógrafo. Se pidió a Schiavoni la garantía que no salga ninguna foto. Creo que hubo un pacto de silencio del que participó parte del Poder Judicial de ese momento y que se sostiene”.

La jueza Pross Laporte cerró el caso poco tiempo después. Hubo pruebas científicas contundentes. No había forma que se confabularan las más de 40 personas que vieron el cadáver y no dudaron en reconocer que era él. A la hora de la autodeterminación, no alcanzó su fortuna incalculable ni su firme incidencia en el poder de turno. Nunca más se supo del teléfono satelital ni de la agenda de Yabrán, porque los allegados lo escondieron apenas se produjo el hecho trágico en la estancia San Ignacio. Durante años, las dudas en torno a si era o no Yabrán el suicidado, siguieron apareciendo en varios medios de comunicación. Fue uno de los tantos mitos que nunca se fueron, Yabrán estaba muerto y ese dato concreto quedó sellado en nuestra historia reciente.

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