
Por Coni Cherep (*)
Ya sé. Charly lanza la advertencia en la segunda canción de su flamante álbum. Y es imprescindible que sepamos que él lo sabe: si alguien busca reencontrarse con el García de los años salvajes se equivoca de lugar. No es en este disco. Ni este disco es para aquellos que nunca escucharon a Charly. O más, para los que no escucharon rock, o los que no conocen a Lennon. Que los hay, para espanto de muchos de nosotros.
La Lógica del Escorpión es la bienvenida despedida de uno de los mejores, sino el mejor, artista del rock sudamericano de la historia.
Lejos de cualquier simulación, García sale a “pelo” al micrófono. Nada de impostaciones ni ayudas tecnológicas para mejorar su voz. Suena como puede sonar y se esfuerza por hacerlo de la manera más natural posible.
Ese hilo débil de viento agudo y endeble, siempre afinado, sincera las cosas: García está frágil, apagándose. Sus letras breves y simples, confirman su preclaridad. Esa que asusta a sus semejantes. Como asustó siempre a quienes no lo entendieron. A los que nunca entendieron los riesgos y las maravillas de la libertad.
Sus melodías suenan intencionalmente conocidas. No es que se copia a sí mismo, sino que usa sus más valiosas melodías, para confirmar aquella genialidad y lanzar guiños a este presente tan vacío de sonidos nuevos.
Charly sabe que sus canciones son parecidas a sus anteriores canciones. De hecho algunas son nuevas versiones -como Juan Represión- y otras, señales del paso del tiempo sobre ellas: Te recuerdo invierno, una conmovedora mixtura entre aquellas “Confesiones…” y el Inconsciente Colectivo que inmortalizó con Mercedes Sosa y Milton Nascimento. Una ráfaga del “Adiós Nonino” de Astor Piazzolla, termina de configurar esta nueva invitación a la muerte, algunas décadas después de la primera, mientras la espera de pie. La canción ya había sido grabada en 1996. Una anticipación más del viejo calavera, ese que ve más allá del tiempo, siempre antes.
Rompela abre el disco. Pegadizo y acuciante, el anciano rockero insiste con su reclamo de siempre, a lo Billy Bond: rompan todo. Con las pocas fuerzas que le quedan, nos pide que mandemos a la mierda a las tendencias, a las creencias. “grita, agita, No seas como los demás. Una vez más”.
“Ya Sé” es la primera confesión del hartazgo a la exagerada corrección política de estos tiempos. Y de ese círculo de pretensiosa complejidad con la que pretendemos mirar a la condición humana. Él los sabe, aunque no sabe porque lo sabe, que somos “todos neuróticos, somos todos narcóticos, pero no sé por qué. Freud ha arruinado todo, como internet”, “El club de los 27″ es un blues criminal. Con la guitarra de David Lebón y un Hammond que nos abraza desde el fondo, Charly nos recuerda “su palo”. Aunque la vida se le haya extendido, sabe que forma parte de un selecto club. “Voy a ver a mis amigos, Brian Jones y Kurt Cobain, Brian Jones será testigo que los Stones siguen igual (wait for it) .Como a Lennon a tu hijo, lo van a crucificar (wait for it)”. Y mete la primera mención al Beatles, que luego tendrá su propia página. Una canción que será cantada por décadas. Una inmortal más.
En “Medicina Number 9” sigue la evocación Beatle. La melodía nos manda a “El rap de las hormigas” y aunque ya no pide «Teca ni Grass», avisa que hará lo incorrecto: “voy a comer un alfajor, voy a sacarme el pulmotor, voy a correr hasta morir”, en obvias referencias a su desmadejada salud. En la canción admite que “ya no le alcanza con vivir” y que antes de rendirse en la postración, tomará (un poquito más) aquella medicina psicodélica que tomaron los Beatles durante la grabación del “Álbum Blanco”, y que derivó en la gloriosa Revolution 9. Por si faltaran referencias, reaparece aquella voz grave de archivo que cerraba la canción de Beatles, y que tantas polémicas causó, sobre sus “significados diabólicos”.
Si no alcanzaba con Ya sé y Rompela, García termina de quejarse del extremismo multicultural hipersensible y arremete con “Autofemicidio”. Una canción en la que insiste en simplificar las cosas y lo sintetiza con una genialidad; “Los chicos quieren ser chicas, las chicas quieren ser grandes”. Nadie podrá decirle al autor, pionero de las ambigüedades y las reivindicaciones sexuales, que se volvió un conservador. Burlón piadoso, una vez más, de aquellos que ahora descubren lo que él descubrió un siglo atrás.
América es un tema a dúo con Pedro Aznar. Una remisión directa a sus Tangos a dúo con mucho olor al Serú Girán del retorno. La resignación frente a la oscuridad del futuro, en estas tierras que fueron, dice, “Valle del futuro es un oscuro callejón, Tierra del mañana vende el alma en un billón. Valle del futuro es un siniestro callejón, Tierra del mañana vende el puesto en un billón”
Juan Represión es una reversión de la original de Sui Generis, aunque recobra sentido desde la voz descascarada y ahora, como un anciano semejante, reitera su promesa de abrazar al que se decida a “tirar al suelo el disfraz”.
En «Estrellas al caer», nos encontramos con una versión acelerada de “Chipi Chipi” y aquel Charly de la Hija de la Lágrima. Una canción chiquita, en la que nos invita a seguir creyendo en la belleza para despertar al otro día.
La joya del disco, sin ninguna duda, aunque reservada para fanáticos, es la versión de “La Pelicana y el Androide”, con Luis Alberto Spinetta. El hallazgo es la diferencia en la letra de la versión original del Flaco en “Privé”: El ave y el robot ya no tuvieron un gran amor, sino sólo “la razón” (un asunto obsesivo en aquel Spinetta de los 80) y el espacio del encuentro ya no es veloz, sino “tan atroz”. La canción gana en dramatismo y se reactualiza, en estos tiempos en los que la gente elige mirar pantallas a “beber una piel”.
García nunca lo termina de confirmar, pero seguramente rescató la voz de Spinetta de los demos del frustrado trabajo conjunto. Probablemente se trate de la segunda canción compuesta a dúo, junto a “Rezo por Vos”.
El viaje por la despedida viva de Charly, toma su penúltima curva y se detiene en la inmortal maravilla traducida al español de Watching The Wheels, de John Lennon. ¿La escribió para Charly? “Dicen que estoy loco, haga lo que haga y me dan cantidad de consejos buenos para nada. Cuando digo que estoy bien, ellos me miran sin entender. ¿Cómo podés ser feliz si no estás en nuestro tren? Estoy solo y miro las ruedas al girar. Me gusta mucho estar acá. Nunca me subiré a tu calecita nunca más. Tengo que dejarlo atrás”.
La melodía engancha con un relato infantil de “La Lógica del Escorpión” y la fusiona con el piano de “20 trajes verdes”, de Pubis Angelical. Y entonces aparece el “abuelo García” explicando, junto a Rosario Ortega, que no hay manera de eludir la naturaleza humana. En sus mejores y peores costados. Al final, elige brindar por “el carácter” y el riesgo de la muerte de la lógica, en todas las lógicas humanas.
El cierre es a la par del ya «viejo heredero» de García, Fito Paez, y un cover de “RockandRollStar” de Roger McGuinn, de los Byrds. Un tema que García supo tocar en vivo durante algunos conciertos en los años 2000. Una caricatura de la estrella del Rock que ambos fueron y dejaron atrás.
La mejor definición de la obra, la expresa Fernando Kabusacki, junto a Fernando Samalea, uno de los pilares de este trabajo: “No sé si muchas veces en el rock argentino se logró algo tan, pero tan power. Cada vez que lo volvía a escuchar me emocionaba. Haber podido meter mi guitarra ahí es realmente un superlujo. Siempre es un lujo estar con Charly y siempre que estoy con él siento que estuve con Van Gogh o con Beethoven o con los Beatles todos juntos, ¿se entiende? No es que siento que estuve con Paul McCartney, siento que estuve con los cuatro Beatles”.
La vida dirá, si este fue el último disco de Charly Garcia. Ojalá que la salud le permita hacer muchos más, pero todos lo ponemos en dudas.
A diferencia de otros, Charly armó su disco de despedida en vida. Y es bienvenido.
Que se entienda: García está vivo, a pesar de su salud. Y este disco lo confirma: sigue pensando al mundo desde un atalaya distinto. Es un artista sideral. Uno de los más grandes que haya dado este país.
Say no more.
(*) Publicado originalmente en conicherep.com