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Daiana Mendieta tenía 22 años.

Belén Zavallo

No es buena la víctima de femicidio. Siempre es una mujer que hizo algo. Esta chica se prostituye, esta mina apretaba tipos que tenían sexo con ella, esta otra lo provocó porque le debía plata, aquella se expuso por dónde y cómo estaba en tal o cual lugar.

Es sabido. No somos lo suficientemente cautas.

Sólo somos exageradas: nos escandalizamos con publicidades que meten a jovencitas en bolsas de basura porque son intensas con sus trabajos. ¿Cómo no vamos a saber reírnos de que nos arrojen entre las cosas podridas?

Hemos perdido el humor. Gustavo Cordera se siente cancelado mientras hace flexiones de brazo en el suelo del programa de televisión de Pergolini. Pobre loco, solo dijo que a las pendejas calentonas de dieciséis años no tiene ningún problema en violarlas, antes cantó que Locati, Barreda, Monzón y Cordera también matan por amor. Hace unos meses salió el documental de Barreda e insistió: Cualquiera puede cometer un asesinato en cualquier momento. Inclusive yo puedo cometer un crimen. (…) Genera una mística una persona que asesina. Hay algo en el inconsciente colectivo que siempre va a estar más del lado predador que de la víctima. Barreda simboliza una injusticia cometida sobre una persona que reacciona de una manera violenta para salir de esa injusticia.

Qué injusto que no nos haya dado pena que se bajaran todos sus show, que el cantante no viniera a Paraná o que no fuera a otras ciudades. Con lo lindo que tendría que parecernos escuchar esta concepción del mundo y del orden social.

Hace unos años escribí una columna sobre el femicidio de Fátima Acevedo, me acuerdo de ella y de sus audios desesperados. Me acuerdo que la encontraron en un aljibe como ayer a Daiana Mendieta, como antes Miguel Ángel Lencina había arrojado a otra chica antes de matar a Fernanda Aguirre.

Hay una tradición que se deshace de los cuerpos de mujeres como si se tratara de las cosas menos valiosas que existen sobre la faz de tierra.

Pero antes de los crímenes están las afirmaciones.

Los discursos que sostienen que a las putas es normal que las maten, que las travestis siempre terminan mal, que las jovencitas que salen mucho se exponen a que las violen, que no es nada malo construir humor a partir de tocarle el culo a las vedettes, llamar brujas a las mujeres, levantarse pendejitas y aleccionarlas.

No se llega a los aljibes ni a los basurales sin la confirmación social de que esta mirada sobre nuestras vidas tiene validez. No.

 

(Publicado originalmente en Ahora)

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