El dato, además, lo confirmó una segunda fuente consultada, en este caso un sacerdote que en diciembre habló con Puiggari sobre los casos de abuso que salpican al clero paranaense. Y resulta revelador, porque hasta ahora sólo se hablaba de dos casos, públicamente conocidos.

Caso uno

A Ilarraz, que entre 1985 y 1993 fue prefecto de disciplina en el Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo, lo investiga la Justicia por la denuncia de siete víctimas y ya tiene dictado el procesamiento que, sin embargo, fue apelado por la defensa, recurso que de momento no ha sido resuelto.

La causa la tramita la jueza Susana María Paola Firpo, titular del Juzgado de Transición Nº 2.
El cura, además de prefecto de disciplina, fue confesor de esos chicos, y en esa tarea, según se denunció en Tribunales, llegó a formar un círculo muy cercano con los jóvenes a los que luego abusaba. Hay un testimonio clave en la causa: el cardenal Estanislao Karlic declaró que Ilarraz, en Roma, en un encuentro que mantuvieron en los primeros 90, aceptó los abusos y le pidió perdón.

El testimonio de Karlic fue desmentido por Ilarraz, cuyo último destino fue Tucumán y que actualmente está suspendido en el ejercicio del sacerdocio, publicó El Diario.

Caso dos

El lunes 29 de junio, dos jóvenes, un médico y un estudiante de Derecho, declararon durante cuatro horas ante el fiscal Juan Francisco Ramírez Montrull, y en esa declaración --que después sirvió de base para que la fiscal Nadia Benedetti, de la Unidad Fiscal de Villaguay, abriera una causa— contaron de qué modo el sacerdote Marcelino Moya, conocido como el “cura payador”, abusó de ellos cuando integraban el grupo de jóvenes de la Parroquia Santa Rosa de Lima, de Villaguay.

Moya fue vicario en Santa Rosa de Lima entre 1992 y 1997, y además docente en el Instituto La Inmaculada. Las dos víctimas fueron alumnos en La Inmaculada y además integraban el grupo de jóvenes que Moya conformó ni bien llegó. Algunos de ellos, incluso, solían quedarse a dormir en la casa parroquial, una situación considerada “normal” por sus familias en función de la personalidad del cura: expansivo y seductor.

Una vez que el caso Moya llegó a la Justicia, y no antes, el arzobispo Puiggari decidió abrir una investigación diocesana, como antes había hecho Karlic con Ilarraz, en 1995. Aquella primera investigación concluyó al año siguiente, con una sanción simbólica a Ilarraz: lo expulsaron de la diócesis y le prohibieron volver.

Esa investigación interna estuvo a cargo del sacerdote Silvio Fariña, que además es abogado. El caso Moya también quedó en manos de Fariña. La primera investigación estuvo guardada en el archivo secreto del arzobispado hasta que fue pedida por la Justicia; de la segunda, nada se sabe.

Puiggari también ordenó una tercera investigación interna sobre un sacerdote acusado de abuso que, después, fue cambiado de parroquia y enviado al noreste del país, donde permanece aún.

Revelación

Antes de la Navidad de 2015, José Francisco Dumoulin, sacerdote, hoy en uso de un permiso especial, mantuvo un encuentro formal con Puiggari. Esa reunión tuvo lugar en la curia, y se habló de distintos casos que involucran a miembros del clero de Paraná: “doble vida”, miembros del clero en pareja, curas con hijos y se aludió al urticante asunto del manejo de dinero por parte de miembros de la Iglesia.

La charla transitó por ese carril. Puiggari había recibido una carta, y en esa carta Dumoulin le hablaba de la situación del clero de Paraná.

Esa carta dio lugar a un intercambio, y el sacerdote que se entrevistó con Puiggari le recordó un caso de abuso, que manejó bajo estricta reserva la Iglesia de Paraná: el hecho involucraría a un cura, de poco más de 30 años, pero que ahora fue trasladado a una provincia del noreste.En la guía eclesiástica de Paraná ese sacerdote figura con una referencia que no aporta mayores pistas: “Fuera de la diócesis”, dice.

Otro sacerdote, mayor de 40 años, también se habría visto involucrado en un caso similar: el hecho, según el testimonio recogido, habría ocurrido durante una misión evangélica en un país limítrofe. Ahora, ese cura ya no presta servicios en Paraná sino que fue trasladado, en este caso al sur del país.

Cuando el hecho fue puesto en conocimiento de Puiggari por Dumoulin, en aquel encuentro que tuvo lugar cerca de la Navidad de 2015, el arzobispo, que dijo desconocer las circunstancias, anunció que ordenaría abrir una investigación diocesana.

De modo que a las dos causas conocidas públicamente, se agregan estas dos que la curia maneja en forma muy reservada.

Pide la Justicia conocer la investigación

La fiscal Nadia Benedetti, de la Unidad Fiscal Villaguay, le pidió al arzobispado de Paraná que remite la investigación que abrió en el caso del cura Marcelino Moya.

A finales de junio, luego de que dos víctimas se presentaran en la Justicia a denunciar al cura Moya por abusos, el arzobispo Juan Alberto Puiggari, ordenó dos medidas: suspender al cura en el ejercicio del sacerdocio, y además abrir una investigación diocesana.

La fiscal Benedetti ahora quiere conocer el avance que se registró en ese trabajo, que quedó a cargo del sacerdote Silvio Fariña.

Ya antes la fiscal había pretendido, sin éxito, conocer algunos datos clave de Moya: había pedido toda la información que hubiera en el “archivo secreto” de la curia. Pero le respondieron que no había tal información, de modo que se tuvo que conformar con disponer del archivo público del cura.

Mientras, la fiscal además aguarda los resultados de las pericias psicológicas practicadas a las dos víctimas por parte del servicio médico forense de Tribunales.