Una vista parcial del Parque Antonio Barnetche de Colonia Elía da cuenta de la amplia convocatoria que tuvo la celebración de su aniversario.
Colonia Elía volvió a decir su nombre en voz alta. Y lo hizo como mejor lo sabe hacer: reuniéndose, compartiendo, haciendo de cada familia una familia más grande. Este domingo 28 de diciembre, la localidad del Departamento Uruguay celebró el 136° aniversario de su fundación con una convocatoria que desbordó cualquier previsión y que, más que una cifra, dejó una imagen potente: casi 4.000 personas abrazando la historia viva de un pueblo que, según el último censo del Indec, cuenta con poco más de 1.500 habitantes. Durante una jornada extensa y luminosa -aún bajo el cielo cambiante del verano entrerriano- Colonia Elía se multiplicó a sí misma y confirmó que su mayor patrimonio sigue siendo el encuentro.
El acto protocolar se realizó en el mástil central de la localidad y tuvo un tono profundamente emotivo. Allí, el desfile de las Agrupaciones Tradicionalistas avanzó como un río de memorias compartidas, recordando que la identidad no es una pieza de museo sino una práctica cotidiana. La entonación del Himno Nacional Argentino y de la Marcha de Entre Ríos selló ese momento de comunión cívica, donde pasado y presente dialogaron sin estridencias, con la serenidad de los pueblos que saben quiénes son y hacia dónde quieren ir.
Luego, el corazón de los festejos se trasladó al Parque Antonio Barnetche, convertido por una jornada en una verdadera plaza mayor. Allí, entre una feria de emprendedores locales y el diálogo fecundo de familias, amigos y visitantes, el escenario principal fue dando forma a una celebración plural, diversa y profundamente arraigada. El Ballet Municipal abrió el lenguaje del cuerpo y la danza; Los Pioneros del Chamamé trajeron el pulso del Litoral; La Aplanadora, Melina y Matías, Mario Pereyra, Litoral Chamamecero y Conectados Retro completaron una grilla que combinó tradición y contemporaneidad, como si el tiempo también hubiera decidido festejar.
La celebración fue acompañada, además, por una transmisión en vivo vía streaming a cargo de la productora CLICstreamCdelU, ampliando el alcance del festejo y permitiendo que Colonia Elía también se proyecte más allá de sus límites geográficos, sin perder intimidad ni sentido de pertenencia.
En rigor, la fecha fundacional remite al 25 de noviembre de 1889, cuando don Héctor de Elía impulsó la llegada de 50 familias de inmigrantes que se afincaron en estas tierras fértiles. Aquella semilla inicial, plantada con visión y esperanza, encontró continuidad en una comunidad que supo crecer sin romper sus raíces. Las celebraciones, originalmente previstas para esa fecha, debieron reprogramarse por razones climáticas y de agenda, pero el tiempo de espera no hizo más que potenciar el deseo colectivo de reencontrarse.
La cercanía de las fiestas de Navidad y de Fin de Año también colaboró en el clima especial de la jornada. Según fuentes policiales consultadas por ANÁLISIS, la asistencia fue notable: un cálculo conservador indicó la presencia de casi 4.000 personas, provenientes en su mayoría del Departamento Uruguay, pero también de Colón, Villaguay y Tala. Colonia Elía no sólo celebró un aniversario: se convirtió, por un día, en punto de referencia regional.
El intendente Ramón Barrera expresó su agradecimiento a los vecinos y a quienes recorrieron muchos kilómetros para compartir la fiesta. “Sabíamos que íbamos a tener una convocatoria importante. Pero lo vivido fue realmente grandioso y nadie lo tuvo en sus cálculos. Estamos muy agradecidos, porque además todos pudimos celebrar en paz y en familia”, señaló. Y añadió una reflexión que resume el espíritu de la jornada: “Colonia Elía honra a sus abuelos, sigue eligiendo la paz como horizonte compartido y tiene en la unidad a una de sus mayores fortalezas. Eso también quedó reflejado en los festejos”.
Quizás allí esté la clave del éxito: no en los números -que impresionan- sino en el sentido. Colonia Elía celebró su aniversario como quien cuida un fuego antiguo, sumando leña nueva sin apagar la llama. Y en ese gesto sencillo y profundo, volvió a confirmar que la historia de los pueblos se escribe, siempre, cuando la comunidad decide encontrarse.


