Una víctima de Ilarraz destacó la tarea judicial, dijo que está logrando “paz interior” luego de “años de tormento” y pidió a la Iglesia que “cuente la verdad”

(de ANALISIS DIGITAL)

“Entre los años 2012 y 2013, después de tantas angustia y dolor, miedos, inseguridades e incomprensiones, comienza a correr en mí una gran pequeña esperanza de armonía, equilibrio, coherencia y paz interior.

Mucho tiempo, días y años reclamando justicia y misericordia, y lo más natural de la vida, el respeto por ella, el “don de la vida”, regalada en el profundo misterio del amor”, indicó una de las víctimas del cura Justo Ilarraz, quien reside en una localidad de Paraná Campaña y que optó por el anonimato para no perjudicar a ningún integrante de su familia.

En el escrito, de dos carillas y enviado a esta Redacción, agregó que “todos estos años de tormentos y esclavitud de hechos aberrantes sucedidos dentro de una institución religiosa de prestigio y respeto, ingresando con la más pura inocencia y alegría que un niño pueda expresar, con el amor y confianza de los padres, papá y mamá, enraizados en una profunda y respetuosa fe, fue inculcada, donada y salvaguardada por nuestros antepasados”. Recordó que se ingresó al camino religioso con “esperanza en una, tal vez, pequeña vocación, con ilusiones de un integrante en la familia sacerdote, allí casa de formación” y se encontraron con “el peor de los hechos: abusos a niños, atropello a la inocencia, corrupción descontrolada”.

A ocho meses del inicio de la investigación judicial consideró además que “el tiempo y la vida continúan, la gracia fortalece y la justicia va llegando” por lo cual agradeció “a todos aquellos que de alguna u otra manera están haciendo posible para traer un poco de paz a mi vida y la de mis compañeros, sometidos también a estos hechos”. En ese sentido destacó la tarea de los “señores fiscales (en referencia a Francisco Ramírez Montrull y Rafael Cotorruelo), que con tanta seriedad tomaron las declaraciones, escuchando los testimonios de las víctimas que mientras relataban entre sollozos, impotencia y lágrimas, traían a su memoria el calvario vivenciado por este pervertido, psicópata y pedófilo como el padre Justo José, dejando así plasmado en un papel toda la vergüenza e impunidad en el actuar de este sacerdote, ministro de Dios y servidor de los hombres, lobo astuto con piel de cordero”.

A su vez se resaltó la tarea del procurador general del Superior Tribunal de Justicia, Jorge García, que “ante el anoticiamiento de tan gravoso delito, no dudó en poner en marcha la investigación judicial, dentro del marco y las facultades que le confieren la Constitución y las leyes”. También se resaltó la tarea del juez de la causa, Alejandro Grippo, “que con la seriedad y empeño no dejó pasar desapercibido la actitud impune de este sacerdote, dejando así en primera instancia, la no prescripción de los hechos, no haciendo lugar, como las autoridades eclesiásticas correspondientes declaran, refugiándose en que lo sucedido, prescribió”.

La víctima reclamó a las autoridades de la Iglesia de Paraná: “¡Háganse presente y cuenten la verdad! y la verdad los hará libres. Con la libertad de los hijos de Dios, no solo con simples palabras, sino con el corazón, ‘como Hijos de Dios’, tal como un prelado prestigioso nos remarcaba en el Seminario de Paraná”.

Más adelante reflexionó que en tiempos en que transitaban como seminaristas “eran niños inocentes, vulnerables, frágiles, entre un depredador”.

Asimismo, hubo un párrafo para los camaristas que tendrán que resolver ahora el nuevo planteo de los abogados del cura Ilarraz, en contra del rechazo a la prescripción decidida por Grippo. “La Cámara Penal está integrada por personas comprometidas por el esclarecimiento de los hechos, basados en los relatos y pericias psicológicas, que están practicando a las víctimas. Les pido que sigan la línea de coherencia y compromiso, rectitud y firmeza como lo vienen haciendo y han tomado el caso. Por esto y mucho más animo a las autoridades judiciales a esclarecer todo, por el bien de la sociedad, el derecho de los niños y jóvenes”.

“Quiero expresar mi respeto pero también dolor hacia mis amigos y compañeros, víctimas de corrupción y abusos, por parte de nuestro guía y formador espiritual (en referencia a Ilarraz), en la más pura y tierna infancia; a los dichos que circulan por ahí, en boca de quienes niegan una realidad que no vivieron, y que fue corroborada por monseñor Juan Alberto Puiggari y el padre Silvio Fariña; un secreto a voces dentro del clero; minimizando todo”, acotó. Y agregó luego: “No sean irrespetuosos; los hechos existieron de día y de noche, en un internado, casa de formación para sacerdotes. Fueron hechos reconocidos en esa década, reconocidos también por las autoridades, confirmado el año pasado en un comunicado y en una reunión en Centro Mariápolis. Fueron demasiados niños abusados, aunque si hubiera sido uno solamente reviste la misma dolorosa realidad”.

Finalmente recordó que los “hechos fueron plasmados en una investigación diocesana interna, sencilla, echando de menos los casos, dejando libre a un humano capaz de matar el amor hermoso, en un acto de cobardía, tomando y estrangulando la pureza de un niño. Señores Pastores, sacerdotes y sociedad toda, Jesús mismo lo dijo: “Quien escandalice a uno de estos pequeños, que se le ate una piedra de moler al cuello y se lo arroje al mar” (Lc. 17, 1-3). Quien tenga oídos para oír, que oiga”, se acotó por último.

(Foto: ANALISIS DIGITAL)

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