-Legitimidad. El abogado paranaense Julio Federik sostenía, en oportunidad de ejercer la defensa del condenado intendente de Santa Elena, Domingo Daniel Rossi (PJ), que los fondos mal habidos se volcaron hacia las campañas políticas y en ningún momento en beneficio personal del imputado. Sobre esa lógica, pretendía que el tribunal asumiera el criterio de que, como no había enriquecimiento personal, no había delito. Pero es un error quedar entrampado en la reacción instintiva que provoca un argumento perverso. También si no se entiende que el alegato en cuestión no iba más allá de ser un rebusque de un abogado en apuros por no encontrar argumentos sólidos para defender mejor a su cliente acusado. En el argumento de Federik, sobre el cual fundaba sus expectativas de un fallo absolutorio para su defendido, estaba volcada la intencionalidad de legitimar por esa vía una forma de organizar la vida política de la provincia. Todo está conectado con todo. Por eso, cuando el licenciado Oscar Mori -encargado del financiamiento de varias campañas electorales de Jorge Busti- se endeuda en forma descomunalmente desproporcionada en relación con su patrimonio personal -como quedó claro en la confesión del ex cajero al periodista Martín Caparrós para su nuevo libro-, no está solo. Quienes le prestan ese dinero comparten la convicción de que la devolución vendrá de la caja del Estado provincial una vez que Busti nuevamente triunfante gobierne Entre Ríos. Naturalmente que tamaña magnitud de fondos nunca pudieron ser prestados por gente de la calle, común y silvestre, por mayor que fuera su compromiso con el candidato. Ese nivel de recursos proviene de corporaciones privadas que operan en la vida comercial de la provincia. Cabe esperar entonces que un gobierno incubado de esta manera está obligado a definir los emprendimientos públicos en función de hacer rentable la inversión de aquellos sectores privados que apostaron a él con un apoyo concreto.
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-Escenarios. Pero este aspecto no es todo. Existe una relación no menos perversa entre las propuestas políticas, que para tener chances de triunfo deben ostentar en las campañas electorales un manejo de recursos abundantes y la sociedad que requiere de esas imágenes para dar el voto en forma masiva. Mori no era sólo un simple cajero. Poseedor de una inteligencia sin par -pero también de una aguda perversidad-, al menos en esos ambientes, la aplicó sin anestesia al armado de un esquema de poder sin reparar en que la capacidad de absorción de la sociedad tiene limites. Marcado por durísimas circunstancias personales, analiza la realidad y el poder desde un lugar inalcanzable para el común, amenazante del cinismo de muchos que conocen de lo que habla y miran para otro lado. Sin filtros lo explica en sus confesiones al escritor Martín Caparrós: "Ellos tenían el gobierno, tenían los recursos del Estado, nosotros para poder disputar con posibilidades de triunfo teníamos que también contar con recursos similares", contó. Este derrotero se completa si se pasa registro a figuras representativas de la sociedad que se sienten orgullosas de los convites cuando las grandes estructuras políticas les proponen integrar sus listas. Éste es el escenario que tiene en la cabeza Mori -otro de los condenados recientemente por delitos de corrupción- cuando se deschava como lo hace. En su cabeza no cabe el escándalo, solamente cabalga una lógica fría y eficaz que lleva a la construcción de un tipo de poder tan válido como otro. En los laberintos del entrevistado no cabe la condena ni pública ni privada. En su construcción política de poder de lo que se trata es de llegar al gobierno; desde ahí en más la gestión gubernamental se encarga de alinear cualquier tipo de tropezones. En una observación atenta se puede ligar este montaje de construcción política y poder que detalla el licenciado Mori con el pensamiento que dominaba en la sociedad en todo ese período. Estábamos exactamente a mediados de los años 90, en pleno despliegue del dominio signado por la reelección de Carlos Saúl Menem a la Presidencia. El signo de la eficacia empresaria capitalista era el paradigma del logro social.
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-La explosión. El colapso del modelo de convertibilidad bajo la ficción de un dólar es igual a un peso, el estallido social de diciembre de 2001, el país incendiado, derrumban estos paradigmas sociales instalados bajo la hegemonía neoliberal. La reconstrucción de la estructura productiva, la vuelta a una Argentina industrial con inclusión social, la prioridad en consolidar un mercado regional en los marcos y en la extensión del Mercosur, son algunos de los postulados del ideario social que empieza a predominar y genera la base de sustentación de la propuesta gubernamental del Presidente Néstor Kirchner.
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-Eficacia. No por importante el ambiente renovado, aspectos residuales dejan de tener notable eficacia. Jorge Busti domina el territorio político provincial precisamente a partir del control del Estado entrerriano. Esa imagen de poder intimida la oposición política al punto de envilecerla. Cabalgando con solvencia en el control que ostenta en las dos cámaras legislativas elaboró una reglamentación de la vida de los partidos políticos en la provincia, de manera que apunta a consolidar esa idea de poder. En lugar de liquidar el sistema de lo que se dio en llamar “lista sábana”, la imaginación de Busti institucionalizó la “súper lista sábana”, a través de la ley de internas abiertas y simultáneas. De esa manera, el que gana en la provincia en la puja interna de los partidos políticos lleva todo; el que pierde no lleva nada. Con este mecanismo la propuesta que se instala como propuesta oficial se ubica de por sí como predominante, presionando en forma intimidatoria el alineamiento interno.
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-Justicialismo. La eficacia de este sistema hacia el interior del Partido Justicialista es realmente concluyente. ¿Cuál es la afinidad programática o ideológica de José Lauritto con Sergio Urribarri? La sociedad realmente lo desconoce y ellos ni se lo preguntan. No existe registro de actuaciones en común, de proyectos compartidos, pero están ahí integrando el binomio provincial del PJ para el 2007, sin ningún tipo de apuros en explicitar a la sociedad cuáles son los acuerdos y las diferencias que en definitiva los unen. En esta lógica política importa más la imagen de poder avasallante que la calidad de las propuestas. El poder interno que define esta ley de internas es tan importante que no sólo se permite intimidar la disidencia, también abre la posibilidad de flexibilizar posiciones para descomprimir discordias molestas. Sucedió con el armado de Hugo Berthet en la rebelión más importante que tuvo que afrontar Busti en los últimos años.
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-Proyecciones. Como se dice, con todas las fichas en fila, Busti, con Urribarri como estandarte, se lanza en una disputa de la provincia que en lo formal no lo tiene como protagonista central. Sin embargo, parafraseando aquella vieja aspiración del dictador español, Francisco Franco, “todo queda bien atado” a su persona. Busti, al igual que su viejo amigo, el licenciado Pacha Mori, vive el convencimiento de que, sabiendo desplegar en el escenario electoral una imagen eficiente de poder, el resultado favorable para la propuesta justicialista se descuenta. Los temblores que sacuden las estanterías, tanto de la UCR como de la Concertación Entrerriana, completan un panorama alentador en la dirigencia justicialista. Pero hay una franja en el análisis político de esa dirigencia que queda sin respuesta ni marco que la contenga. Dentro de esta configuración política que prodiga el justicialismo entrerriano la única figura capaz de darle a la propuesta algo de calor se llama Jorge Busti. Mirando bien los registros de la historia reciente, aun con el protagonismo de Busti, la propuesta del justicialismo no ha sabido despertar entusiasmo y fervor. Para ello no hay más que recordar que de haber sabido despertar entusiasmo el triunfo en las elecciones de octubre del 2003 de Jorge Busti frente a Sergio Varisco tendría que haber sido bastante más holgado de lo que en definitiva fue.
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