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No encierre que no es corral

Por Daniel Sobrero (*)

He leído detenidamente la nota de opinión publicada en este prestigioso medio de comunicación, el miércoles 25 de septiembre, titulada “La decadencia de la Legislatura entrerriana”. En líneas generales comparto, con algunas salvedades, el contenido y el tono que le imprimió su autor -que no conozco- José María Varagont. Más aún, si fuera trascendente, que no lo es, reclamaría para mí la celeridad en reaccionar y la intensidad del repudio del hecho que dio pie al juicio condenatorio que explicita la nota. Sendas publicaciones en el periódico de mi ciudad “La Mañana”, y otra en Facebook, lo atestiguan. Prefiero en cambio, rectificar a Varagont cuando sin distingo alguno, injustamente, incluye a la Cámara alta entrerriana del periodo 1983-1987 entre los órganos legislativos desprestigiados ante la opinión pública por los gravísimos vicios y prácticas corruptas, que él mismo puntillosamente destaca. Posiblemente cometimos errores o equívocos, pero, con seguridad, ningún desvío digno de reproche.

Pruebas al canto 

Me precio de haber integrado el más austero y fructífero Senado desde la recuperación democrática hasta el presente. Para probarlo solo me quedan cuatro tomos del Diarios de Sesiones y la excelente memoria de algún testigo sobreviviente de la época.  La nefasta dictadura que nos precedió no nos dejó ni siquiera el recinto para sesionar. Debimos ocupar tiempo, dinero y esfuerzo para reconstruirlo. Y lo logramos casi al final. Disponíamos hasta la terminación de nuestro mandato, de cinco habitaciones de la Casa de Gobierno para trabajar que ocupamos tres la mayoría (11 radicales) y dos la minoría (4 peronistas) Ningún senador tenía despacho propio ni personal a su cargo o disposición. La Sala de Comisiones no existía y nos reuníamos en cualquiera de los bloques, generalmente en el de la mayoría por cuestión de espacio. Los asesores que no superaban los seis, y dependían del Presidente del Senado, cumplían realmente su función ayudando a quien más lo necesitaba. El personal de los bloques era muy limitado y el de servicio realmente escaso. No había “ñoquis” y todos estaban presentes en la Casa mientras un legislador se encontraba trabajando. Necesitaron un estatuto que los ordenara y una comisión que integraron con legisladores, presidida por el Vicegobernador, le dio forma. Los presidentes de ambos bloques presentaron el estatuto, fue aprobado pero lamentablemente el nuevo gobernador electo, sin fundamentos compartibles, lo vetó. Seguramente si hoy rigiera con las lógicas actualizaciones, lo que ahora lamentamos no hubiera ocurrido.  La dieta era sustentable y única, suficiente para permanecer gran parte de la semana en Paraná y sostener nuestros hogares en el pueblo donde vivíamos. No teníamos gastos de representación ni aditamentos legales ni ilegales que nos proveyeran de mayores recursos; por ej. viáticos no usados u otras yerbas hoy conocidas y repudiadas. Por acuerdo  voluntario, Contaduría nos retenía al pagarnos sobre el estricto total de la dieta, el aporte partidario y el jubilatorio. Solamente recibíamos una pequeña suma adicional según la distancia existente entre Paraná y la localidad de origen, importe que pretendía ser sin lograrlo, para gastos de combustible ya que la mayoría viajábamos en autos propios. Los tres únicos rodados nuevos de la Cámara y uno viejo que otrora fue lujoso, se utilizaban para actos de servicio exclusivamente. Nadie viajó al exterior a costa del Estado ni gozábamos de pasajes oficiales. Los proyectos y resoluciones que no se originaban en P.E. eran confeccionados por los propios legisladores, con la ayuda de algún asesor en ciertos casos, en las antiguas máquinas de escribir. No existían computadores ni celulares, ni acceso a medios de información automáticos que facilitaran el quehacer legislativo. Sin embargo, superando las dificultades, trabajando y debatiendo, a veces ardorosamente,  en el marco de nuestras propias convicciones pero con respeto por las ajenas, logramos aprobar más de mil expedientes y dimos acuerdos a la inmensa mayoría de jueces que constitucionalmente carecían. En definitiva, para no alongar más este ya largo relato, este jubilado docente que otrora fue senador, puede decir orgullosamente que con austeridad republicana cumplimos con nuestro deber. 

(*) Senador provincial mandato cumplido. Exrepresentante legal municipio de Victoria, exdirector Diario Crisol.

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