El abogado José Iparraguirre, comenzó el alegato de la querella en el juicio por jurados que se desarrolla por el asesinato de Gabriel Gusmán, ocurrido el 25 de septiembre de 2018, en el barrio Capibá de Paraná. La particularidad del proceso es que no hay acusación pública, el Ministerio Público Fiscal de la provincia, cuando estaba investigando, coincidió con la teoría de la defensa y archivó la causa. Sin embargo, los abogados querellantes continuaron con la investigación y llevaron el caso a juicio.
Un jurado popular, de 12 personas, tomará una decisión sobre la culpabilidad o no de los policías Diego Íbalo y Rodrigo Molina en el asesinato de Gusmán. El debate es conducido por el juez técnico, Alejandro Grippo.
Antes de que comenzara la etapa de alegatos, los dos imputados ampliaron sus declaraciones indagatorias y se incorporó por lectura la declaración del procurador García, jefe de los fiscales en la provincia.
“Lo que se investigó en esta causa es un delito de homicidio agravado por alevosía”, planteó Iparraguirre apenas inició su exposición. Argumentó que el tiempo que llevó la investigación hasta el juicio “significó una pérdida de tiempo y dolor para los familiares de Gusmán, y para los imputados”.
Dijo que se trata de una causa “muy difícil y compleja por la cantidad de prueba producida, científica y pericial, y también porque tuvimos que ir contra dos funcionarios de la Policía, con situaciones poco claras, de miedo de los testigos. Teníamos 8 testigos para declarar. Se animaron a venir sólo dos. Uno porque está detenido y el otro por un ruego de la familia de Gusmán. Debo decirlo, también esta causa fue difícil y compleja porque hubo una decisión de Ministerio Público Fiscal de archivar y cercenar este proceso. Los fiscales tenían derecho de tener criterio y valoración, lo escucharon extensamente al doctor Gonzalo Badano. Pero la verdad es que por algo estamos aquí, la querella autónoma sola, marcando un hito en la historia judicial entrerriana”, valoró el abogado.
Iparraguirre especificó las teorías del caso y aclaró que las preguntas cruciales son: ¿Quién fue el autor del disparo que mató a Gusmán? ¿Gusmán disparó contra los funcionarios policiales antes de recibir el disparo que terminó con su vida? Este es el eje y la diferencia principal con los defensores.
El abogado detalló que las hipótesis son:
- Gusmán fue asesinado en un caso de gatillo fácil. “Estamos convencidos que lo que sucedió el 25 de septiembre de 2018 fue una ejecución, un caso de gatillo fácil, de manual, el caso más claro y típico de lo que ocurre en Argentina desde Walter Bulacio en adelante. Sabemos que Gusmán cometió un delito grave, disparó contra vecinos, como mínimo tenía la figura de abuso de armas u homicidio en grado de tentativa. Cuando intentó fugarse, sin contemplaciones y pudiendo y debiendo actuar de otro modo, recibió un disparo en el cráneo. Insisto, el lugar en que recibió el disparo es central para determinar la intención del autor. ¿Por qué no lo detuvieron, no le dispararon a zona no letal? ¿por qué no esperaron la llegada de otros móviles?”, inquirió el querellante.
- El otro supuesto es el que abonan las defensas, el doctor Rosatelli, abogado del imputado Molina. “Entienden que hubo un enfrentamiento, que Gusmán disparó contra los funcionarios policiales, y que los agentes debieron repeler la agresión con arma de fuego, lo cual estaría amparado en legítima defensa”, manifestó.
- La tercera teoría es la del abogado Cozzi, defensor de Íbalo. “Que a Íbalo le imputan un delito por no hacer nada. En principio le digo que, a veces, el no hacer nada es hacer, cuando tengo obligación de actuar frente a determinados hechos”.
Después el querellante se preguntó “la diferencia entre las dos teorías principales ¿Gusmán efectuó un disparo contra los policías o no? Molina e Íbalo al momento trágico ¿estaban en condiciones de actuar de otra manera? Entendemos que sí, debieron actuar de otra manera, estaban obligados”, sostuvo y especificó: “Nuestra acusación está dirigida a Molina como autor material y responsable del homicidio agravado por alevosía. Fue el autor del disparo. A Diego Íbalo le imputamos la comisión por omisión”.
Seguidamente apuntó:
- “No está controvertido que el 25 de septiembre de 2018 ocurrió un ilícito en el que Molina e Íbalo actuaron.
- No está controvertido que hubo un llamado al 911 por un hecho de violencia en el barrio Capibá, con disparos.
- Está probado que Gusmán recibió un disparo en el cráneo y murió inmediatamente.
- Reconocimos que Gusmán portaba un arma de fuego que se encontró al lado del cuerpo, que lo tenía antes del deceso, que la Policía no le plantó el arma.
- Se reconoció que Molina e Íbalo portaban sus armas y efectuaron disparos contra Gusmán”.
Recordó “el Artículo 12 de la Ley Orgánica de la Policía”. “Habla de prohibiciones comunes para todos los funcionarios en actividad. No hacer uso de armas reglamantarias hasta haber agotado todos los medios de persuasión y sólo podrán usarse en caso de haber sido agredidos”, aclaró y agregó que “hay un sentido común en sociedad que cree que, cuando una persona se fuga, parece habilitada la Policía a disparar aunque sea en zona no vital, eso no es así. Si el presunto delincuente huye, no se autoriza el uso de armas. Es la ley de año 75. Sólo están habilitados a usar armas cuando se vean obligados a usarla, y deberán demostrar que estaba debidamente habilitado el uso, por legítima defensa o cumplimiento de deber”.
“A Gusmán lo ejecutaron, le reventaron la cabeza”, subrayó Iparraguire. Detalló que murió a las “12 horas 21 minutos 24 segundos del 25 de septiembre de 2018”. “Catorce segundos después de la muerte de Gusmán, llegó el otro móvil policial. El otro tercer estaba en las inmediaciones. Si uno cruzaba la cancha, se veía el móvil, pero aún si no se veía, se hubiese escuchado. Y los imputados reconocieron igual que ese móvil estaba llegando. Además de otro móvil. Es decir, en pocos segundos había tres móviles policiales rodeando la zona, como mínimo seis funcionarios, todos armados. ¿Qué necesidad de actuar irresponsablemente? Ninguna”.
Iparraguirre dijo que “se encontraron dos vainas servidas calibre 9 mm en el lugar del hecho, amen del arma 38 mm que tenía Gusmán. Se recabaron y levantaron las evidencias. El personal de Gendarmería Nacional, consideró que cada una de las vainas, las dos que se encontraron, pertenecían a las pistolas de Íbalo y Molina. En la vaina, cada arma deja una marca que da identidad. Esa pericia determinó que vaina 1 que se encontró al inicio de la plaza era de Íbalo. La segunda vaina era de la pistola que portaba Molina. Hay dos opciones, o lo mató Íbalo o lo mató Molina. La verdad que nos quedamos con la evidencia que la vaina cerca de la posición del tirador, es la vaina que salió del arma de Molina”, concluyó.
“Íbalo y Molina no actuaron en soledad”
Rubén Pagliotto, coquerellante junto a Iparraguirre, planteó que “Íbalo y Molina no actuaron en soledad”. Remarcó que Gusmán “tenía la posición más débil, huía”. “Hubo una relación de poder, desigual”. Recordó que “en la Escuela de Policía trajimos la historia de quien fuera encargado de planimetría reconstructiva, y nos contó que en un enfrentamiento con el ‘Jorobado’ Lencina, él le pegó un tiro a una criatura. El policía lo iba persiguiendo a Lencina, Lencina vivo le daba la espalda, no le podía errar. Pero tuvo la frialdad, la cuota de racionalidad y prudencia, en una fracción de segundo, se imaginó el problema que iba a tener, y no le tiró”.
Dijo que el disparo contra Gusmán fue de absoluta irresponsabilidad. “No estamos ante un homicidio calificado doblemente por calidad de funcionario policial y alevosía, es decir matar sobre seguro, teniendo una situación mejor, donde me aseguro que no se va a defender el agredido o perseguido”.
“En el más indulgente de los supuestos, estamos en presencia de un exceso claro en la legítima defensa. Tenían superioridad numérica, ubicacional, Gabriel corría y los funcionarios estaban a su espalda. Prueba irrefutable. A Gabriel le dispararon por la espalda, porque si no es impensable que el proyectil haya impactado en la nuca. A diario nos encontramos con estos casos. El funcionario sabe, es categórico, tiene el semáforo en rojo, no puede pasar. La persona va huyendo. Eso se llama dar muerte por la espalda. Está clarito. No debió tirar”, alegó.
El abogado retomó testimonios en el juicio y los analizó. “Le volaron la tapa de los sesos. No vamos a poder salir más indulgentes con el policía Molina, como un exceso en el derecho de legítima defensa. Sí Íbalo tuvo la capacidad de decirle que se ponga el protector ¿Por qué no esperaron un poco más? No fue un tiroteo. Y la posición de tiro de los dos policías era privilegiada respecto del que iba huyendo. Evidentemente no le prestó atención, le pudo la ira de verlo al enemigo, y esos segundos le complicaron la vida, tuvo que venir a defenderse. Pero nosotros estamos hablando porque Gabriel Gusmán no está. No se enjuicia a la policía, no se odia, la bancamos. Venimos a ceñirnos a este aspecto, nada más”.
Sobre el final del alegato, remarcó que “el geolocalizador que tienen los móviles policiales, que indican en forma inalterable el lugar, incluso donde se detienen, fue coetáneo. No ocurrió en soledad. Además está el sistema de comunicación interna entre los patrulleros. Nos extrañó, que a pesar que MPF pidió en cinco oportunidades quiénes iban en el móvil 554, no se respondió. Se cuecen habas en todas partes. No hay instituciones perfectas. Otra cuestión es el ascenso de velocidad de la camioneta (móvil de Íbalo y Molina) que se hizo en la reconstrucción. Asciende a los 33 kilómetros por hora. Es imposible que si hubiera dicho como dicen los imputados y algunas testigos de la defensa, a esa velocidad se hubiese dado la supuesta agresión a los policías”.
“Queda absolutamente clara cuál es la teoría, cómo la arropamos, la sostuvimos en base a evidencias que se convierten en prueba que ingresan a este debate en forma legal. Podemos discutir cómo la interpretamos, pero el cuerpo de pruebas es absolutamente legal. Entendemos que hubo un homicidio agravado por alevosía, la menor, el límite infranqueable es la legítima defensa pero en exceso. Pero acá se debía actuar de otra manera y también se podía actuar de otra manera. Vamos a sostener los cargos, pedimos que el veredicto sea de culpabilidad. Es claro que Molina fue el autor material”, subrayó y cerró: “¿Qué policía queremos? Queremos y pedimos que haya una policía que entienda que el arma se la entregó para la custodia de las personas y los bienes, es la función primordial. Todos los entrerrianos, empoderamos a los policías para que sean los custodios de nuestras vidas. Tienen un mandato legal y formación profesional. Los delitos se resignifican y agravan de acuerdo a la especialidad. Tienen un conocimiento especial para ello. Si hubieran hecho las cosas como debían y podían, quizás este juicio no hubiera sido esto. Pedimos el veredicto de culpabilidad”.
El debate pasó a un cuarto intermedio y luego continuarán alegando las defensas.



