Fracturas mayores por problemas menores

Medidas

Medidas de aislamiento y esparcimiento, disputas territoriales.

Por J.C.E. (*)

El cambio de paradigmas del que a partir de la pandemia habitualmente hablamos pareció en algún momento dar sus primeras señales en orden a nuevos y amables estilos de convivencia que superaba tantos desencuentros acumulados.

Si bien nunca nos habíamos enfrentado a un fenómeno de semejante magnitud, la solidaridad era uno de los valores que destacaban, era como una especie de resurrección de los principios que animaron a la Revolución Francesa. Sí, tanto así: los contenidos de  las propuestas Libertad, Igualdad, Fraternidad se percibían en el aire y en las acciones de hombres y mujeres golpeados por la desgracia, aunque esta no fuera necesariamente la muerte.

Entonces la conciencia de cuidarse, de extremar recursos para ponernos a cubierto, ganó rápidamente la conciencia colectiva. Tuvo sus baches en los desaprensivos de siempre, pero eso forma una lamentable expresión de nuestro folklore ciudadano.

Un día el Presidente Alberto Fernández anunció la apertura de la restricción “quedate en casa” y ofreció una hora y quinientos metros diarios para esparcimiento de los que estuviesen en condiciones de disfrutarlos.

Tal vez el error del Presidente fue no consensuar fuertemente y de antemano con gobernadores y con algunos intendentes la medida a poner en práctica, de modo de pisar sobre terreno firme y sin grietas, pero no lo hizo, le habrá parecido innecesario a partir de las adhesiones que recibía para cada una de las decisiones que tomaba. Aquí juegan las lealtades, los intereses políticos y el manejo territorial de los capitanejos.

Como en los movimientos telúricos los primeros ruidos  y los temblores precoces corrieron el eje de un debate inexistente y el acompañamiento que descontaba (Alberto) Fernández no tuvo la respuesta esperada.

Voces de sectores diversos se hicieron oír deplorando la iniciativa del Presidente y apoyando el temor de gobernadores (no todos) e intendentes (tampoco todos), de dejar librados a su suerte a quienes durante una hora diaria se alejaran a no más de quinientos metros de sus viviendas en pos de esparcimiento.

En pastizales resecos la mínima chispa genera incendios, y algo de eso hubo. Rápidamente se corrió del centro de la escena al coronavirus y se lo reemplazó por el malhumor de una pelea que no debería tener razón de ser si los gritos y desplantes fuesen cambiados por diálogos productivos y ordenados.

Si se pierde de vista lo  importante y nos distraemos en urgencias que no son tales, seguiremos trepados a la calesita de lo periférico y lo central quedará postergado hasta que la realidad vuelva a hacer su llamado a la solidaridad y a la cordura.

 

(*) Especial para ANALISIS.

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