Armando Brumatti.
Por Joaquín Gea Sánchez
Hoy Armando Brumatti dejó la vida terrenal. Su vida pública (no sé por qué insistimos en identificarla con la función pública) bastaría para hacerle merecedor de un obituario. Fue funcionario en Diamante y Paraná durante algunos de los años democráticos de los 70 y 80. Creo, sin embargo, que su actuación más destacada se dio en el ámbito privado. De su vida privada. Con sus amigos, su familia, sus empleados, y con todas sus relaciones. Vivió de acuerdo a sus valores, que no pregonaba, pero defendía todo el tiempo con su ejemplo, y con razones cuando se los cuestionaban.
Buen amigo, padre, vecino, compañero de pádel -y de golf en sus últimos años-, profesional, funcionario, empresario, jefe y ciudadano. Hizo el mundo mejor en la parcela en la que se desenvolvió. Abundan las historias de self-made men, como les gusta llamarlos a los gringos del Norte (perdóname, Armando), “hombres hechos a sí mismos”, que nacidos en lugares marginales, consiguen el éxito en la gran ciudad. Armando cumplió todos los requisitos para ser uno. Y créanme que, aunque hayamos escuchado y leído muchas de estas historias, a los que tuvimos la suerte de conocerlo, la de Armando siempre nos parecerá excepcional.