Fernando Ruiz
El Estatuto del Periodista Profesional fue el resultado de un encuentro virtuoso, a fines de 1943, entre el poder emergente de un político único y la preparación sindical de dos periodistas, Octavio Palazzolo y Santiago Senén González. Palazzolo estaba acreditado por el diario El Mundo en la Casa Rosada, donde el subsecretario de Información y Prensa de la dictadura, el mayor Héctor Ladvocat, lo conectó con el director del entonces Departamento Nacional del Trabajo, Juan Domingo Perón. Los dos hombres de prensa eran líderes de la Federación Argentina de Periodistas (FAP) y llevaban años desarrollando una nueva visión del trabajo periodístico y pensando un estatuto posible. Al mismo tiempo, se estaba jerarquizando esa oficina estatal e iba a ser creada la Secretaría de Trabajo y Previsión Social. Perón les dijo: “Si ustedes están en condiciones de hacerlo, preparen el proyecto y véanme dos días después que me haya hecho cargo”. Todos hicieron su trabajo y en apenas cuatro meses el Estatuto se discutió y sancionó con un decreto.
Sin embargo, los avances laborales inmediatos que produjo el Estatuto fueron paralelos a la asfixia profesional del creciente corralito autoritario en que quedaron encerrados los medios (incluso los peronistas con algún espíritu crítico) en el primero y segundo gobierno de Perón. Fue una tenaza similar a la que sufrieron en esa época otros campos profesionales: mejores condiciones laborales con menor libertad.
En aquellos años, el periodismo se autopercibía como “el gremio más sufrido de la sociedad”. Como dijo en 1942 un periodista cordobés en un congreso nacional realizado en La Plata: “En las páginas periódicas ordenamos las realidades y las fantasías para noticiar a las gentes de las cosas sucedidas en el mundo, pero callamos la tensa dramaticidad de nuestras sedientas vidas”.
Hoy la situación no es muy diferente. En un estudio reciente sobre los desiertos periodísticos, el Foro de Periodismo Argentino (Fopea) relevó condiciones laborales en alrededor de 3 mil medios argentinos, lo que incluye unos 17 mil periodistas, y concluyó que en apenas el 20% de los medios hay periodistas con relación laboral de dependencia. Otra novedad del estudio, que relevó cada departamento del país, es que comenzó a registrar el trabajo voluntario, no pago, en los medios, el que está posiblemente creciendo.
Por su parte, el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba) presentó el pasado Día del Periodista un relevamiento a 1.117 trabajadores de prensa en la Ciudad.
El informe señala que, en abril de este año, el 70,48 % de los encuestados en el AMBA (Área Metropolitana de Buenos Aires) cobró menos de un millón cien mil pesos, que era entonces la Canasta Básica Total y es el indicador del Indec para la línea de la pobreza.
El periodista promedio siempre ha gozado de un alto estatus social e interactúa a diario con los más altos exponentes de los poderes, pero al mismo tiempo tiene un estatus económico medio o bajo.
✍️De esa encuesta surge que los que tienen la peor situación son quienes trabajan en diarios, portales digitales, agencias de noticias y revistas, donde el 80,57%, si no tienen otro ingreso, estaban en abril pasado bajo la línea de pobreza; entre el personal de las radios privadas, el 66,67% de los consultados si no tiene otro ingreso es pobre; y en la llamada “prensa televisada” la sombra terrible de la pobreza llega al 40,48%.
Para no caer bajo esa línea, varios periodistas tienen pluriempleo. Sipreba dice que el pluriempleo de los periodistas incluso crece por fuera del campo profesional: “un fotógrafo de Télam es florista, un redactor de Ámbito Financiero es ayudante de albañil, uno de Infobae vende pertenencias para sobrevivir, otro de Página/12 atiende un kiosco y decenas de compañeros y compañeras de distintos medios trabajan en Uber, Cabify u otras plataformas de delivery”.
Esta situación se agrava para los menores de 30 años, cuyos ingresos son los más bajos. Mi experiencia con la mayoría de los egresados universitarios es que su primer trabajo periodístico es el último. Suele ocurrir que ese único trabajo no tuvo ni adrenalina profesional ni una perspectiva salarial aceptable. Quienes habían sido estudiantes entusiastas me llaman al poco tiempo de su inicio profesional para contarme que son community manager o hacen marketing digital en empresas de otros rubros. La escalera laboral y profesional del periodismo está rota, o bastante maltrecha. No está precarizado el trabajo solamente, sino toda la industria.
Por eso, también las escuelas de periodismo están en un proceso de reconversión. Ya tomaron conciencia de que tienen varias generaciones de egresados que apenas tocaron el mundo del periodismo profesional.
El rol de Defensor de los Lectores no es gremial, sino profesional. Su foco es la mejora de la calidad, no el análisis de la negociación sindical. Pero es obvio que las condiciones de trabajo condicionan severamente. ¿Cuánto se puede exigir calidad profesional a quienes ganan poco, les pagan con retraso o pierden la asistencia de salud? El periodismo está en emergencia económica y, como dijimos en nuestra columna anterior (“Operación asfixia”), PERFIL no es ajeno a esas dificultades.
Además, por lo menos en los últimos años, Perfil ha sido una marca empleadora atractiva para periodistas que busquen libertad profesional, pero no para quienes pretenden buenas condiciones laborales. Tiene como ventaja que en general no pide exclusividad por lo que puede ser un trabajo más que se suma a otras actividades del periodista. Perfil tiene más de doscientos periodistas, siendo una de las redacciones más grandes del país, y hay que agregar que gran parte de su contenido lo producen columnistas que hacen trabajo voluntario. Como ocurre también con el resto de la prensa, a muchos de estos columnistas voluntarios les interesa publicar en Perfil para hacer su aporte en el debate público y para promover su marca personal.
Su fundador Jorge Fontevecchia dice que la economía de Perfil puede ser más vulnerable que la de Clarín, La Nación o Infobae, porque suele ser “la vanguardia del pensamiento crítico” ante los gobiernos, mientras que los otros medios grandes son más morosos para empezar a expresar los cuestionamientos, por ser más cuidadosos en sus relaciones políticas.
Desde su fundación hace 49 años, Perfil es un semillero y una escuela de periodistas para otros medios. Por eso, los lectores, oyentes, televidentes y usuarios de los servicios periodísticos de esta editorial deben saber que hay excelentes profesionales en su redacción y que estas condiciones laborales difíciles conviven con una genuina vocación periodística.
(*): publicada en Perfil.



