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Triple crimen: cinco años de un ajuste narco sin culpables

Se cumple un lustro del caso que conmocionó a Paraná por el accionar de sicarios profesionales que asesinaron a tres hombres en el marco de un ajuste de cuentas del narcotráfico. El único imputado quedará fuera de la causa porque las evidencias no lo incriminan.

El video del informe de Cuestión de Fondo (Canal 9 Litoral):

El informe sobre el caso publicado en la Revista ANÁLISIS el 18 de septiembre:

Cerca del quinto aniversario del brutal ajuste de cuentas en el narcotráfico con el triple crimen ocurrido en calle Las Camelias de Paraná, el único imputado está más cerca de quedar desvinculado. Los indicios que apuntaban contra Ramiro “Pañal” Colman, un joven con condenas por hechos violentos relacionados a la venta de drogas, perdieron fuerza al contradecirse con otras pruebas. El homicidio de Cristian Barreto, Germán Herlein y Leonardo Morales pasó de tener decenas de sospechosos a ninguno. Cientos de fojas del legajo de investigación reflejan las múltiples medidas adoptadas en diferentes hipótesis, que finalmente no conducían a ninguna certeza. El caso, como otros perpetrados por sicarios profesionales en Entre Ríos, queda impune. El mismo destino que pareciera tener otro brutal ataque de sicarios, el que tuvo como víctima a Gustavo Barrientos en 2023. La llave del esclarecimiento la tuvieron siempre los mismos familiares de las víctimas (uno de ellos sobreviviente del ataque), pero eligieron el silencio.

Era un domingo de asado familiar en la casa de Cristian Barreto, donde estaban su hermano Víctor, el socio de ambos Germán Herlein, el joven que estaban iniciando en el mercado de la droga, Leonardo Morales, y varios parientes que se distendían en aquella jornada primaveral. Tras la sobremesa, los cuatro se apartaron para hablar del negocio. Salieron a la vereda y cruzaron la calle de ripio para ubicarse a la sombra de un árbol. La secuencia posterior se viralizó por un video en las redes sociales: apareció la moto con dos hombres, el acompañante disparó en movimiento con la mano derecha e impactó a dos de las víctimas. Se bajó, ejecutó con balazos en la espalda y remató con un tiro en la cabeza a Herlein y a Morales, quienes quedaron boca abajo sobre el césped. Los hermanos Barreto salieron corriendo. El conductor de la moto giró y el tirador volvió a subirse para perseguirlos Víctor había tropezado, dejó una ojota en una zanja, y dijo después que eso lo salvó porque las balas le pasaron por arriba. Luego corrió en dirección hacia un baldío. Los asesinos prefirieron ir a cazar a Cristian, quien corrió hacia calle Ovidio Lagos, pero mientras cruzaba un auto con dos hombres a bordo lo atropelló. Se levantó y se metió por la entrada de una cochera hacia el fondo de una casa. El asesino lo siguió y le disparaba: un balazo impactó en su espalda. La víctima cayó boca abajo, debajo de un techo en la parte de atrás de la vivienda donde intentaba refugiarse, al lado de un utilitario Renault Kangoo, que quedó agujereado por la ráfaga de tiros. También recibió el tiro de gracia en la nuca.

La investigación a cargo del fiscal Martín Wasinger y la División Homicidios de la Policía comenzó frenéticamente detrás de quienes se sospechaba que tenían la capacidad operativa y financiera para semejante tarea. A su vez, comenzaba una carrera para ver si la Justicia llegaba antes que la venganza. Pero ni unos ni otros alcanzaron a los autores de la masacre, ni a sus instigadores. Si bien se registraron movimientos del entorno de los Barretto y circularon frases como “ya la van a pagar” y “esto no va a quedar así”, afortunadamente no fueron más allá. Víctor Barretto dijo que él no iba a colaborar con la investigación, decía que lo iba arreglar a su manera, aunque al parecer solo se fue de Paraná y dejó las cosas como estaban. Este sobreviviente del ataque es el que sabe quién estuvo detrás del plan criminal. Porque además sabe por qué: un ajuste de cuentas del mercado de drogas por una maniobra sin códigos que enojó a alguien a quien conoce bien. Pero ni ver el cuerpo ensangrentado de su hermano lo convenció a hablar. Ni siquiera quiso aportar la clave de su celular IPhone para que los investigadores encuentren allí las pistas. Tampoco su cuñada, la viuda de Cristian, quiso aportar nada para llevar a la cárcel a los que mataron a sangre fría a su pareja y padre de su hija. “Esto es parte del negocio”, decían con una naturalidad pavorosa. Lo único que Víctor aportó fue para que la Fiscalía descarte una hipótesis: “Yo sé que ustedes van a pensar que fue Petaco Barrientos, pero él no tiene nada que ver”, aseguró esa misma tarde. Una y otra vez lo buscaba la Policía o lo llamaba el fiscal, pero insistía en que no hablaría, hasta que se le perdió el rastro.

Ramiro Gabriel Colman apareció en el caso tanto a partir de algunos indicios o casualidades que se reunieron en la causa, como por su vínculo con uno de los sospechosos de siempre en este tipo de hechos, Germán Velázquez.

“Pañal” es nacido y criado en el Paraná V, vivió allí con sus abuelos, y también residió unos años en Santa Fe. Era uno de los protagonistas de robos y tiroteos en ese barrio desde que era adolescente. Tiempo atrás, integraba la Barra Fuerte del Club Patronato. Fue uno de los involucrados en la golpiza que le dieron a un grupo de chicos de una escuela de fútbol infantil de un club de Strobel durante un partido de Primera División en el estadio Grella, en noviembre de 2017. Tuvo dos causas por las que fue condenado a tres años de prisión efectiva, primero en 2017 y luego al año siguiente: una fue por un asalto ocurrido el 24 de agosto de ese año cuando entró a una casa junto a un cómplice, donde golpearon a una familia y se llevó unos 3.000 pesos. La otra fue un ataque a balazos a una persona, a quien le provocó heridas graves. En un juicio abreviado acordó la pena que cumplió en la cárcel, hasta que logró la libertad condicional: salió el 4 de noviembre de 2020. Este es el primer dato que llamó la atención a los investigadores del triple crimen: su regreso a la calle sucedió el día antes que el ingreso a Paraná a través del túnel subfluvial del auto Renault Kwid utilizado en la operación del triple crimen. Este auto había sido robado en Rosario y llegó a la capital provincial el 5 de noviembre, 10 días antes del asesinato múltiple. Era el vehículo que chocó a Cristian Barreto cuando intentaba escapar por calle Ovidio Lagos, y unas horas después apareció incendiado en calle Supremo Entrerriano.

Varias personas contaron que Colman era muy buen motociclista, por lo que podrían haberle encargado ser el conductor de la Honda Tornado en la que iba el sicario. El seguimiento del recorrido de la moto a través de las cámaras de seguridad llegó hasta calle Provincias Unidas y avenida Zanni, donde se le perdió el rastro, un punto que es relativamente aproximado a su vivienda del barrio Paraná V (aunque no muy cerca) y en la dirección en la que iban los asesinos esa tarde. Cuando allanaron la casa de Pañal, encontraron otros indicios: una bermudas y zapatillas color oscuro, muy parecidas a las que llevaba el conductor de la moto.

La prueba que más lo incriminó fue un testigo que lo señaló directamente detrás de un vidrio espejado en una sala de Tribunales. Se trataba de un hombre que dijo haber cruzado de frente a los motociclistas momentos antes del hecho, cuando merodeaban la zona, y que vio el rostro al conductor, pese a que llevaba un casco colocado en la cabeza. De esta manera, el fiscal consideró que había indicios suficientes, lo imputó por el triple homicidio agravado por el uso de arma de fuego y premeditación con la participación de dos o más personas, en carácter de autor, y le dictaron prisión preventiva. Aunque luego avanzó con otras medidas para reforzar esta acusación, las cuales, por el contrario, la terminaron debilitando.

Primero, cayó el pantalón bermudas: se pidió un mejoramiento de la imagen de la cámara de la casa de Barreto que registró el momento del ataque y bien de frente al motociclista. En esta pericia surgió que esa prenda de vestir del conductor de la moto tenía un detalle de una figura que podría ser la marca, color blanco, en la parte superior izquierda. Esto no se correspondía con el pantalón secuestrado en la casa de Colman. Luego, se precisó algo fundamental para hacer caer la imputación contra Colman que era el cotejo de la contextura física: “Pañal” fue siempre morrudo, mientras que el conductor de la moto, según las imágenes registradas, era mas bien delgado.

La otra línea de la hipótesis contra Colman apuntaba a sus vínculos con otros narcos oriundos del Paraná V que serían rivales de los Barretto y podrían haber tenido motivos para ir a matarlos. En esta idea, Colman sería la mano de obra local para la masacre, y no se descartaba que algún otro paranaense haya actuado en el hecho, aunque la pista de Rosario siempre fue la más firme en la causa y se construyó a partir de datos objetivos: el auto Renault Kwid que fue utilizado como apoyo a la operación asesina había sido robado el 28 de octubre en aquella ciudad santafesina y llegó a Paraná, a través del túnel subfluvial el 5 de noviembre. En la noche de aquel 15 de noviembre, apareció incendiado en calle Supremo Entrerriano. Es decir, lo robaron y lo trajeron personas de Rosario con evidentes vínculos con narcos de Paraná especialmente para la logística del triple crimen. Además, sobran ejemplos de ataques similares ocurridos a diario en Rosario, lo cual responde a una de las preguntas que muchos se hacían aquel domingo: más allá de quién fue, ¿quién en Paraná era capaz de perpetrar un asesinato múltiple con sicarios? Uno de los nombres que apareció en danza era el de Gustavo “Petaco” Barrientos, quien por entones se encontraba preso por un doble homicidio, y con un entorno repleto de antecedentes similares. Pero los indicios apuntaban a otro personaje menos rimbombante en el hampa local, pero de mayor vuelo en el narcotráfico regional: Germán Velázquez (ver recuadro). Este hombre era conocido de Colman por ser oriundo del mismo barrio.

Durante los primeros meses se realizaron numerosas medidas y los investigadores viajaron por gran parte del país para buscar pruebas que conectaran con algún sospechoso. Había expectativas en lo que podrían obtener en Rosario: con los informes y los resultados de las pericias balísticas sobre los indicios relevados en la escena del crimen, pero fue mayor la frustración: en la Cuna de la Bandera y la ciudad más violenta de la Argentina, con tasas de homicidios exorbitantes, la Policía y la Justicia no tenían una base de datos balísticos. Pese a que se había creado una unidad especial de balaceras en la Fiscalía, la penetración del dinero del narcotráfico en las instituciones hacía palidecer cualquier intento para frenar la escalada de violencia o tener un plan para identificar y encarcelar a los responsables. Los investigadores paranaenses se volvieron con las manos vacías.

Colman volvió a caer detenido por hechos violentos. Luego de recuperar la libertad tras finalizar la prisión preventiva, que purgó primero en la Unidad Penal y luego en la modalidad domiciliaria, volvió a los fierros. En febrero de 2021 quedó libre y la División Robos y Hurtos que investigaba las balaceras ocurridas en la zona de la Escuela Hogar, lo ubicó como uno de los protagonistas de los tiroteos. Pañal también había sido víctima de un ataque a tiros cerca de su casa, por parte de la banda del “Pillo” Maidana, un joven del Paraná V que dominaba la venta de drogas en ese barrio. Finalmente, detuvieron a Colman en junio de dese año, viviendo en un hotel de calle Moreno, donde había pagado el alquiler de una habitación dos meses por adelantado, y le secuestraron una pistola calibre 9 milímetros y 16 balas. El joven buscaba un lugar más seguro donde vivir, y pese a no tener ningún ingreso lícito, efectivo no le faltaba. Volvió a quedar con domiciliaria, pero al poco tiempo recuperó la libertad. En agosto de 2022, tras acordar en un juicio abreviado con el fiscal Wasinger, lo condenaron por estos últimos hechos a tres años de prisión efectiva, a la vez que fue declarado reincidente, por lo cual cumplió la pena íntegramente en la Unidad Penal. Recientemente cumplió esta pena y se encuentra no solo con las cuentas pagadas con la Justicia, sino también libre de la mayor causa que pesaba sobre sus hombres y que le podía implicar la pena máxima de prisión perpetua: el triple crimen.

El auto, la moto y el arma

La pesquisa llegó hasta una moto Honda Tornado de similares características a la utilizada por los sicarios. La secuestraron luego de que dos jóvenes la entregaran. Legaron a ellos a partir del análisis de videos de cámaras de vigilancia sobre los movimientos del auto Renault Kwid que sirvió de apoyo a los asesinos. Pudieron saber que este auto estuvo parado entre el parque automotor de familias de gitanos que venden vehículos en la zona de la Circunvalación. El Renault Kwid fue robado a mano armada a una mujer en Rosario el 28 de octubre; el 5 de noviembre ingresó a Paraná a través del túnel subfluvial, con la patente cambiada. Desde entonces hasta el día del triple homicidio, habría estado guardado en ese lugar de la ciudad.

Resulta que los dos muchachos de 18 y 22 años son integrantes de la comunidad gitana local, familiares de los responsables de ese lugar de compra y venta de vehículos y uno de ellos vivía cerca de donde apareció el auto quemado. Ambos fueron observados con una Honda Tornado roja, con la que se sacaban y las publicaban enredes sociales, por lo cual fueron citados a declarar como testigos. En ese momento aportaron información falsa. El fiscal los detuvo, los imputó y los indagó por el delito de encubrimiento agravado. En esa instancia, ambos dijeron que mintieron porque se habían asustado y quedaron libres con restricciones, con el compromiso de entregar la moto. Eso hicieron el 3 de diciembre por la tarde. El vehículo no tenía patente y de la numeración de cuadro y motor no surgió que tuviera pedido de secuestro. El cotejo de esta moto con la que se ve en el video de los sicarios no arrojó algún detalle particular que permitiera afirmar que había sido el utilizado en el triple crimen.

Del arma de fuego utilizada en el hecho, se pudo inferir que se trató de una Glock G5 con cargador para 30 disparos. Para ese momento era una pistola de última generación que no tenía nadie, toda una novedad. Costaba alrededor de 1.000 dólares y no había ninguna de ese modelo, registrada en Entre Ríos. Acerca de las pericias balísticas sobre la veintena de vainas servidas en la escena del crimen, no surgió correspondencia con otros hechos ocurridos en Paraná. Y mucho menos en Santa Fe y Rosario, donde no había bases de datos para comparar.

Quién era quién

Los nombres que aparecieron en la escena del triple no eran nuevos en el mundo narco de Paraná. Los hermanos Barreto hacía 20 años que estaban en el negocio del narcotráfico y en los últimos tiempos se habían convertido en los principales proveedores de droga de la región, no sólo de bandas de Paraná sino de toda la provincia y también a grupos de Santa Fe. Incluso ya eran conocidos como “Los Teros”. Asimismo, mantenían negocios como pantalla de sus millonarias ganancias, desde licencias de taxis hasta bares y boliches, pasando por pinturerías con varias sucursales. Víctor hacía un par de años que se había ido a vivir a un lujoso country de Nordelta. Las familias se iban de viaje al exterior y llevaban una vida de ricos. También eran queridos en un amplio ambiente social ya que no escatimaban en ayudar a quien necesitara dinero, tanto a personas como a clubes de Paraná y equipos del fútbol amateur donde Cristian jugaba y tenía muchos amigos, principalmente en Instituto de Paraná.

Herlein, de 32 años, había salido de la cárcel casi un año antes del triple crimen, con libertad condicional, en el marco de una condena por haber integrado una banda que distribuía y vendía drogas en Paraná. Pese a la prisión, continuaba en el negocio, incluso con más experiencia y ambición. Luego de su muerte, cuando la Policía allanó su departamento de calle Andrés Pazos, encontró un millón de pesos en el ropero, pero tenía varios vehículos que ponía a nombre de terceros, entre otros negocios.

Morales, de 23 años, era un colaborador de Cristian Barretto. En su trayectoria constaban algunos robos callejeros, pero no su participación en el mundo narco. Si bien era parte de la banda de los Teros, claramente fue la principal víctima en la trama del ajuste de cuentas.

El sospechoso de siempre

El nombre de Germán Velázquez fue público por primera vez en el programa Cuestión de Fondo y luego en Análisis Digital, cuando se informó que se trataba de un prófugo de la Justicia Federal de Santa Fe en una causa por narcotráfico, quien estuvo viviendo en pleno centro de Paraná. Pero su trayectoria en la delincuencia data de varios años más atrás. A inicios de la década del 2010 se radicó en Rosario, donde se vinculó al narcotraficante Luis “Pollo” Bassi, enemigo de la banda Los Monos, liderada por Claudio “Pájaro” Cantero. Velázquez (a quien en Rosario apodaban “el Gurí”) fue nombrado como uno de los sicarios de Bassi, y que habría sido contratado para actuar en el asesinato de Cantero, hecho que marcó un antes y después en la sangrienta historia criminal de Rosario. Por ese homicidio condenaron a Bassi y a otro de sus sicarios, Milton Damario.

Velázquez volvió a Paraná, donde cayó preso a fines de 2013 por un asalto: con un dato equivocado, entró a robar en una heladería de avenida Ramírez, al sur de la ciudad, y los atraparon a las pocas cuadras. Lo condenaron a cinco años y dos meses de prisión. Cuando obtuvo la libertad condicional, creció rápidamente en el mercado de drogas hasta convertirse en un proveedor regional.

El vínculo de Germán con los Barreto ya era conocido, pero se confirmó en una causa donde se investigaba una estafa con cuento del tío, a partir de documentación en común hallada en un vehículo. Por este episodio volvió a la cárcel y regresó a la calle rápidamente, pero no se presentó más en el Juzgado y la Justicia le dictó el pedido de captura nacional e internacional. En una causa investigada por el fiscal federal de Santa Fe, Walter Ramírez, lo imputaron por ser el proveedor del narcotraficante santafesino Luis Paz, un adinerado empresario rosarino del boxeo y otros rubros.

Se decía que desde 2019 Velázquez venía teniendo marcadas diferencias con los Barreto. En la calle se dice que los hermanos se quisieron pasar de vivos, que pasaron por arriba a Velázquez y le comieron la línea con Paraguay, aprovechándose de que Germán tiene algunas dificultades para transitar por el país por el pedido de captura. Por esto se pensaba que el triple crimen era una venganza, pero estuvo muy lejos de lograrse siquiera algún indicio en esta línea.

Germán se entregó en la cárcel el 12 de noviembre de 2022, firmó un juicio abreviado en Santa Fe, estuvo preso y ya se encuentra en la casa de Pre Egreso de la Unidad Penal 1 de Paraná, con excelentes calificaciones a su conducta. La sombra de sospecha que cayó sobre él tras el asesinato de Barreto, Herlein y Morales quedó apenas como una anécdota.

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