Por Jorge Daneri
Especial para Análisis Digital
La Plata, Buenos Aires, el Delta, todo parte de un discurso o de no pocos, ignorados, negados, ninguneados, silenciados, burlados. Nada que las grandes ciudades o las más pequeñas, desde sus gestiones de cuencas inexistentes, puedan desarrollar desde la construcción social y participativa, para lograr evitar que estos hechos sucedan, en escenarios que señalan, que cada vez serán más y más graves, fuertes y desgarradores.
Sólo recordar la catástrofe olvidada de la cuenca del río Salado en Santa Fe y sus 100.000 evacuados, para comprender que en muchos lugares del país esto puede suceder una y más veces. Este es un escenario potencial y delicado para las cuencas deforestadas de los ríos Gualeguay y Gualeguaychú en Entre Ríos.
Políticas no publicas más por inexistentes que por ocultas. Pero políticas al fin cómplices de las corporaciones de los mega negocios de infraestructura, del cemento mal utilizado, nuclear o de represas, o del latifundio genético de la soja que decimos combatir. Mentira. Una gran mentira.
Y sustantivamente más que obras y dineros, son construcciones de escucha ciudadana y comprensión cívica, social, o socioambiental. Es ver, mirar, escuchar y compartir con la diversidad de seres y sectores, es conformar los comités de cuencas, en el campo y las ciudades, más allá de sus escalas, es hacerlo democráticamente. Tan fácil, tan claro y tan negado por los responsables políticos, irresponsables que ahora son los cómplices de muertes recientes y otras no menores por venir.
Nueva y reiteradamente, está en las leyes y la Constitución, nada que inventar, pero no está en la política vacía de sustentabilidad y transiciones hacia los otros mundos por nacer, aún no, no está.
Hace pocos días en Berlín se debatía, una vez más, sobre el cómo gestionar los fondos del mundo para los procesos de adaptación al cambio climático. Casi ni medios de comunicación había en las sesiones, no había clima, no existía esa necesidad o comprensión de la noticia inmediata para un mundo mediático, no, no había clima, no estaba la noticia del día. Los debates son desconocidos por la sociedad, más aún las del sur y en ese espacio el sector denominado privado, fuertemente liderado por las corporaciones, están logrando que los fondos para la adaptación queden en manos de sus manos, más que la de los gobiernos, donde además, los del Norte demuestran cada vez mayor desinterés, y un gran compromiso con ese sector privado.
Frustrante poder ver, escuchar y advertir este proceso, pero también desafiante cuando países como India intentan mostrar las otras caras de las soberanías nacionales con alguna dignidad. Argentina, ausente, totalmente ausente.
Cada vez que estos hechos suceden, los sucesos de estos días, y la visión de estos escenarios como el de Berlín, viene la convicción aún mayor, que si los pueblos no se van organizando en las políticas de adaptación al cambio climático, desde sus lugares, comunidades, colectividades, centros participativos y culturales, comisiones vecinales, etc., de lo local hacia lo regional, y se quedan mirando hacia la pirámide del poder esperando decisiones, el agua y su falta, se van a llevar todo más que puesto. La democracia no se conforma como su esencia desde el poder, se lo hace desde la gente en cada lugar, en cada barrio, en cada club, en cada centro vecinal, en cada asamblea ambiental, en cada organización de la sociedad civil, en cada cooperadora de escuela, porque en este cambio de época, los sucesos ya vienen transcurriendo, y debemos tomar nota y actuar. Si esperamos algo de estos gobiernos, estamos en pocas palabras, fritos o ahogados.