Actualmente, el agresor está bajo vigilancia y control diario por parte de un funcionario judicial. Igualmente, cuenta con una custodia policial cuando debe realizar una salida, limitada exclusivamente a la atención de las demandas propias de su estado de salud.
Por su parte, Quintana vive en una casilla que le presta una amiga, ya que decidió poner en alquiler la casa donde ocurrió la tragedia. En tanto, su hijo pudo volver a la escuela en agosto pasado, logrando reintegrarse a su grupo y al ritmo escolar. De todos modos, está bajo tratamiento psicológico.
“Nosotros esperamos que haya justicia, que haya una condena. Pero tengo miedo de cómo va a ser la cosa (si sale una condena) contra mí o contra mi hijo por parte de la familia de él. Pero bueno, estamos esperando una condena justa, aunque la verdad que ya mucha fe no tenemos”, manifestó la mujer en declaraciones a Diario Junio.