Por Ana María González (*)

Los viajes que son de ida y vuelta en un día, son extenuantes. Siempre recuerdo que una compañera con la que viajamos una vez con el sindicato docente y asistimos a una marcha me dijo:  -Llego a casa, me baño y pongo toda la ropa al lavarropas para quitarme el polvo o cualquier bicho que se suelen pegar cuando hay amontonamiento de gente.

Y tiene razón es un baño de inocuidad, porque si la ropa es una extensión de nuestra piel y ésta absorbe lo que prevalece en el ambiente: la luz o la oscuridad, las esporas, el polvo, lo tóxico y las delicias, los buenos y malos perfumes se pegan. Lo oleoso se mete por los poros y tejidos... persiste.

Ayer me pasó eso del viaje relámpago pero esta vez fue a la Feria del Libro de Buenos Aires. Salimos en trafic a las cuatro de la madrugada, de aquí a Basavilbaso luego a Urdinarrain y de ahí a Capital. Temprano ya estábamos en Flores, en la zona de Nazca y Avellaneda donde se concentra la feria que últimamente todos visitan buscando buenos precios en el rubro de ropa. Un rato caminamos esquivando la llovizna para que el pelo  no se esponje. Yo no tenía planes en ese lugar y sólo pensaba en llegar a la otra feria donde por primera vez tenía una participación activa, ya había estado en el 2015 en un stand un rato, en Dunken para promocionar mi primer libro “Palabras al vuelo”, pero fue un rato nomás, tomarme unas fotos y nada más.

Lo de ahora era más importante, leer en el stand de la Editorial de la provincia de Entre Ríos la poesía “Propuesta” con la que gané el premio Juan L. Ortiz, edición 2022 como forma de acompañar la promoción de la Biblioteca Provincial,  sus actividades y la edición del premio de este año.

Luego fuimos hasta la feria que abría a las 13. Estuve recorriendo el stand de voces patagónicas, compré a Silvia Mellado Cantos limayos y a Edith Galarza - con quien  compartimos el Premio Nósside 2010 en Reggio Calabria- Grita/Mis días con Joan. A las 15 estuvimos en el stand 3134 del Pabellón Ocre, el de la Editorial  de la Provincia de Entre Ríos.

Entonces Néstor Rodríguez, director de la Biblioteca Provincial, describió a la biblioteca y  se reprodujo un bellísimo video, que era acompañado por la voz del propio Juan L. leyendo sus poemas. Siguió la presentación del Premio Juan L. Ortiz y luego las lecturas de Belén Zavallo y mías como ganadoras de la edición 2022. Belén, quien es mi profesora en el taller “Nosotros en el texto”, leyó con su belleza, talento y su pequeño bebé en brazos; su poesía, llena de fuerza y luz, estuvo allí.

Ella habló luego, como siempre lo hace con palabras precisas y fue contundente en la valoración de Juan L. poeta inspirador y reconocimiento  de las iniciativas de las instituciones organizadoras del encuentro. Sentí la necesidad de expresar la fortaleza de la poesía de Juan L. autor cada vez más traducido y leído en el mundo como también aplaudir y agradecer el trabajo de la biblioteca en  crear estos espacios inclusivos donde la actividad de los autores, a veces clandestina otras en voz baja o en la trastienda, aquí es protagonista, se expande y se comparte. 

La gente de la biblioteca tuvo la delicadeza y el buen gusto de imprimir los poemas ganadores que los presentes se llevaron y también se sortearon las obras completas de Juan L. en la edición de lujo de Eduner. Me sentí mimada y acompañada por organizadores, seres queridos, como mi esposo Pascual, que siempre me saca las fotos, algunos compañeros de viaje y un amigo que se atravesó la feria para felicitarnos y escucharnos en su nombre y el de mi amiga del secundario Valentina, hablo de Pedro Asín. No tengo palabras para los que oyeron con respeto lo que se leía entre el bullicio y la música de otros stands. La potencia de la poesía se filtra igual, por casi una hora todos pensamos en Juanele.

Luego Fernando Kosiak, el titular de la Editorial de Entre Ríos me entregó los ejemplares de Pintá tu aldea, antología de relatos con base histórica recién salidos del horno que incluye mi relato Antipatía real, pude conocer a Gabriel Velzi otro autor presente en esa antología.

En el tiempo que quedó hice un recorrido relámpago, compré un libro de Pola Corina, Guaranía y otro de Madariaga en  La Coop Editores, precisamente allí busqué algo de Liliana Ancalao que no conseguí, tampoco el reciente de Diego Angelino. Cuando me disponía a retornar a la trafic vi un pizarron en el sencillo stand de  Córdoba que rezaba “María Teresa Andruetto a las 18 hs”, yo temprano había comprado allí  Mujeres, artes y oficio, tenía la ilusión de obtener su firma pero no pudo ser,  me dejaba la trafic. La escuché un ratito, ella tomaba de los armarios libros al azar y hacía breves reseñas de obras de sus compañeros de letras cordobeses, me impresionó su bondad y respeto por ellos.

Así, llena de emociones en la piel y en la ropa llegué cerca de la media noche a casa. Hoy miraba a la vez los libros, las fotos, la ropa sucia. No estaba tan segura de querer lavarla, deseaba lo impregnando,  que se quede entre la espuma el polvo  el vértigo de buenos aires y algo se guarde entre los hilos de algodón. Lo mismo en mi piel, en  las fibras de los músculos y en las neuronas que humedecen la memoria, que  persista el recuerdo de los momentos juaneles,  como dura  el perfume del óleo fragans en el aire con el calor y la humedad, o con el poder aislante del óleo calcáreo en la piel de un bebé. Pensaba en la resistencia del trino delgado de Juan L.  sobre la piel ardiente o suave de nuestros ríos, sobre el suelo entrerriano y litoraleño, sobre el mundo que entiende la necesidad de formar comuniones entre el canto del hombre y el canto del universo.

(*) Del facebook personal de Ana María González.