
La denuncia de Ornella Panizza, referente libertaria de las finanzas, expuso con crudeza la puja entre el Gobierno de Javier Milei y el mundo financiero (Perfil)
“Los bancos nunca quieren ser bancos en Argentina. Quieren tasa alta y nada mas. Plata gratis. Para prestarte, te clavan un 140% de TEA para que ni siquiera se te pase por la cabeza pedirle guita. Te destrozan el crédito y las pymes”. El mensaje pertenece a la influencer financiera Ornella Panizza, alias Lady Market (@ladymarketok), que escribió este posteo el 13 de agosto pasado. Con unos admirables 172 mil seguidores, se describe en su cuenta de X como “Idónea CNV-Agente Productor Mat. 1908-Embajadora Latam de @BingXOfficial-Exchange oficial del Chelsea FC- Educación Financiera”. Tiene en su currículum la cucarda de ser una de las primeras personas en ser recibidas por Javier Milei ya como Presidente, y haber sido también una de las primeras en denunciar el escándalo $Libra, en el mismo día y al mismo tiempo en que ocurría.
Respetada, seguida y leída atentamente por la masa libertaria (de adentro y afuera del Gobierno) describió con precisión lo que el miércoles pasado estaba pasando en vivo y en directo. El divorcio, quizá temporal quizá permanente, entre el equipo económico de Luis “Toto” Caputo y la mayoría de los seguidores del Gobierno en el mundo financiero local, y ese grupo poderoso llamado “los mercados”. Se trata de bancos de capital local y extranjeros, fondos comunes de inversión y los denominados “money makers”. Más claro en su traducción literal: los hacedores de plata. Ese día comenzaba una batalla que duró unas 48 horas más, entre el gobierno nacional y el sistema financiero, por la renovación de unas letras del Tesoro con vencimiento corto (un mes) por unos 15 billones de pesos. O, en su versión divisas, de unos 11.200 millones de dólares. De ese dinero, se renovó un 61%. Teniendo en cuenta que la mitad de las tenencias pertenecía al sector público (fundamentalmente Banco Central y Anses y algún banco público), sólo 10 puntos porcentuales aceptaron la invitación oficial de renovar a un mes más esos vencimientos de letras.
El “mercado” rechazó la tasa de interés ofrecida de 69% (un punto más del 68% de julio) y prefirió posicionar sus pesos en un esquema libertario. Quedaban a tiro de decisión sin ataduras unos 5 mil millones de dólares. En pesos. El jueves vino la respuesta oficial. De ese dinero, unos 5 mil millones de pesos quedarían inmovilizados a través de un incremento en los encajes. Una decisión intervencionista para limitar la capacidad de acción (y daño) del “mercado”, en lo que se interpretó como un castigo por no haber avalado la invitación oficial a renovar al 69%. Una decisión, en definitiva, intervencionista, y digna de cualquier gestión socialdemócrata del Palacio de Hacienda. Se sabrá además el lunes, si también resulta efectiva. Al menos en lo que es el verdadero fin del Gobierno: sostener el tipo de cambio y mantener controlada la inflación de septiembre 2025, dato que se anunciará el 14 de octubre. Unos días antes de ir a votar las elecciones legislativas del 26 de octubre, donde el Gobierno se juega sus próximos dos años (y quizá cuatro más) de gestión. Y donde hasta acá “los mercados” no estarían colaborando.
Lo que sucedió entre el miércoles y el viernes de esta semana, es el ascenso del sistema financiero a la categoría de Círculo Rojo tildado por Javier Milei y su gobierno como los enemigos. Un Olimpo donde ya se ubica el grupo Techint, Clarín, empresas como Arcor, Molinos Río de la Plata y la mayoría de los productores locales de alimentos y bebidas que quisieron aumentar los precios hasta un 12% en el primer fin de semana de agosto, luego de la corrección del tipo de cambio de fin de julio, las constructoras vinculadas a la obra pública (y alguna que otra privada también), los industriales siderúrgicos y las cámaras empresariales en general. Todos con diferentes grados de mira telescópica desde la central general de detección de entidades para activar odiadores.
La trifulca entre el Gobierno y los bancos no es una novedad. Arranca desde julio del año pasado, cuando hubo una presión sobre el precio del dólar del momento y, según Milei, la intención de algunos bancos de buscar un tipo de cambio a 1.800 pesos. El Presidente usó el programa de Alejandro Fantino en Neura, para definir sin mayores vueltas que algunos bancos “intentaron sabotear al Gobierno, pero les fue mal”. Unos 13 meses después, a fines de julio, la situación volvió a repetirse. Quizá como farsa. En la última semana de junio, luego de la publicación del ya clásico y lapidario informe del J.P. Morgan recomendando desprenderse de letras para posicionarse en dólares hasta que aclaren los problemas, volvieron las presiones sobre el tipo de cambio, pero, en esta oportunidad, para llevarlo cerca de los 1.400 pesos.
El Presidente no dudó, y volvió a considerar que había bancos conspirando contra su gestión y la del ministro Luis “Toto” Caputo. Y no únicamente entidades financieras. Para la visión oficial, hay integrantes del Círculo Rojo detrás. Aquellos que consideran que el tipo de cambio está atrasado, que la Argentina no es competitiva, que la velocidad de contracción de los costos internos es demasiado lenta y que, en definitiva, hay que recurrir a la acción cambiaria para modificar una realidad que, por las propias fuerzas del mercado, nunca se modificaría. Milei volvió a usar el streaming de Fantino, para declarar a mediados de julio que “sabíamos que iban a venir a hacer daño, esto a nosotros no nos sorprende, iban a buscar romper porque es lo único que tienen”, dijo el Presidente casi de madrugada. Minutos después recordó que los bancos ahora tienen que trabajar “de bancos” porque el Estado no toma más los pesos circulantes para cubrir el clásico déficit fiscal, lo que los pone nerviosos y proclives a actitudes semigolpistas para volver a lo anterior.
Para los analistas más serios y con años de observación y vivencias en el mercado financiero local, lo que ocurrió en todas estas jornadas de alteraciones en el sistema financiero, tienen un origen algo técnico. El Gobierno decidió a fines de julio terminar con la operatoria de las letras Lefi, las Letras Fiscales de Liquidez, un instrumento financiero creado en 2024 por el Tesoro Nacional argentino para sanear el balance del Banco Central y administrar la liquidez del sistema bancario. En el oficialismo, se las veía últimamente como un instrumento de presión de las entidades financieras locales para sostener la demanda de pesos y, en consecuencia, presionar sobre el dólar. Los bancos aceptaban la finalización de estos instrumentos, pero a cambio de otro similar que los reemplace. Desde el oficialismo se decidió otra estrategia, y combinar vencimientos en Letras de corto plazo con tasas por arriba de la inflación. Los bancos, de malhumor, comenzaron a presionar, llevando la tasa de interés de 35% de julio al 69% de la semana anterior. Aún así los bancos prefirieron mantenerse en pesos y amenazar con un vuelco a divisas. Los bancos pedían en realidad un instrumento que reemplace a las Lefi, y que no les provoque perder potencialidad ganadora. En definitiva, son bancos. Y a los bancos no les gusta perder plata.
Carlos Burgueño. Perfil