
Las dificultades para refinanciar la deuda en pesos y las respuestas erráticas en política económica ponen en duda la solidez del modelo oficialista.
Ernesto Tenembaum
El jueves por la noche, en el club Atenas de La Plata, el presidente Javier Milei inició su campaña electoral bajo la consigna “Kirchnerismo Nunca Más”. Con su habitual tono encendido, calificó como “tirano de aldea” y “comunista enano” al gobernador peronista Axel Kicillof. Dijo que había prometido no insultar más, y desde la hinchada le respondieron con insultos contra sus contendientes. Se burló de las “almas bellas” que le critican la malversación de la expresión “Nunca más”. Los intendentes del PRO, aplaudían cada bravuconada con la energía de los conversos. En las horas siguientes, la atención de los políticos se centró en el cierre de listas de candidatos. Mientras tanto, en otros ámbitos, se desarrollaban episodios más dramáticos y definitorios para el futuro del país.
La historia central de esta semana tan política se produjo el miércoles, horas antes del acto de La Plata y provino del mundo financiero. Ese día, el Estado argentino debía cancelar una deuda con actores privados de 15 billones de pesos, unos 11 mil millones de dólares. Para intentar que los acreedores refinanciaran la mayoría de ese dinero, les ofreció una tasa de 70 por ciento. Era un negoción porque la inflación calculada apenas supera el 25 por ciento y el Gobierno ha prometido controlar el tipo de cambio. Sin embargo, todo terminó en un fracaso: solo pudo refinanciar el 60 por ciento de esa deuda.
¿Por qué los actores económicos le rechazaron la ganga si la libertad avanza? Habitualmente, esas cosas suceden cuando los acreedores perciben que la magnitud del incentivo revela una debilidad intrínseca de quien lo ofrece, piensan que cuando alguien ofrece tanta tasa hasta el santo desconfía. O sea, parece haber allí un problema de credibilidad, un insumo clave para cualquier plan económico.
Luego de ese paso en falso, mientras Karina Milei y Sebastián Pareja afinaban la birome para decidir el destino de mucha gente, las autoridades económicas anunciaron nuevas medidas a la desesperada: una licitación de nueva deuda, fuera de programa, y una ampliación de los encajes, o sea del dinero de los ahorristas que los bancos se ven forzados a congelar en el Banco Central. Tasas exorbitantes que no alcanzan para secar el mercado, operaciones cada día más cuantiosas en el mercado de dólar futuro, licitación de deuda fuera de programa, aumento de encajes: suficientes elementos para alterar los nervios de cualquiera que maneje dinero.
Esa agitación ha reabierto preguntas serias acerca del equipo económico, que la ansiedad electoral no debería ocultar. Hernán Lacunza, el ex ministro de Economía de Mauricio Macri, calificó al recorrido de los ‘Caputo boys’ como “algo desconcertante”, explicó que recurren a un “mix de medidas expansivas y contractivas” y sostuvo que tienen reacciones “aleatorias”. “Quizás admitir que no todo marcha de acuerdo al plan sea más estabilizador que insistir en lo contrario”, advirtió.
“El presidente Javier Milei ha defendido con firmeza una postura clara: la inflación es ‘siempre y en todo lugar un fenómeno monetario’, causado por un exceso en la oferta de dinero o una caída en la demanda de pesos, y no por la suba del dólar…Sin embargo, las acciones del equipo económico parecen contradecir esta visión, enfocándose obsesivamente en evitar que el dólar suba, lo que plantea una incoherencia entre el discurso del presidente y las políticas implementadas. Esta contradicción no solo genera confusión sino que también perpetúa un modelo que frena la reactivación económica y el acceso al crédito, esenciales para el crecimiento y la retención del talento joven en la Argentina”.
Esas advertencias se reproducen por centenares en estos días. Otra vez: en última instancia lo que se juega es si los actores del mercado le creen o no al ministro y a su jefe, el Presidente. Es un desafío que convive con el electoral, pero va por otra vía. “Confusión”, medidas “algo desconcertantes”, “reacciones aleatorias”, distintas expresiones que repiten a la misma cuestión: la credibilidad.
El elemento central del debate es el mismo que se sostiene casi desde el inicio de la gestión. La insistencia del Gobierno por controlar el tipo de cambio de mil maneras, según sus críticos, ha producido un esquema económico donde el país consume gran parte de los dólares que necesita para producir y, al mismo tiempo, pagar sus compromisos. Ese problema de fondo impide que caiga el riesgo país y multiplica el peligro de cualquier error no forzado. A eso se le agregó en el último mes la decisión del equipo económico de liberar un montón de pesos para deshacerse de las ya famosas LEFI. Esa liquidez aumentó la presión sobre el dólar, y sobre el resto de los bienes de la economía.
La combinación entre el problema estructural y el error no forzado provocó la convalidación de una tasa altísima, que es la nueva estrella del plan. Esa tasa encarece el crédito, produce recesión, compromete al Estado a pagos más altos en el corto plazo, y favorece el carry trade, un mecanismo que entrega ganancias espectaculares a la especulación financiera, en un país donde no alcanza el dinero para reparar rutas o asistir a los discapacitados.
Así que a la discusión sobre el tipo de cambio ahora se le incorpora una duda sobre la idoneidad del equipo económico para manejar el día a día. Mientras el Gobierno muestra fortaleza política en el armado de una estructura nacional, las balas empiezan a entrarle por la vía financiera.
Por qué inyectaron esa liquidez en este contexto, es la pregunta que atraviesa al mercado. Carlos Melconian, por ejemplo, sugirió que, dada la experiencia financiera de Caputo, esa puede haber sido una orden de Milei, que el ministro se resignó a obedecer. En su último informe, la consultora PxQ, de Emanuel Álvarez Agis, fue sutil. “La política económica acomodaticia a las ideas libertarias”, tituló. Según esa mirada, habría una ideología presidencial rígida que perturba la coherencia de la gestión.
Un elemento extra es la manera en que reacciona el ministro. Cada vez que hay tensiones financieras y cambiarias, Luis Caputo, concurre con su equipo al canal de streaming Carajo, donde se junta con un grupo de muchachos que lo tratan como si fuera una eminencia, no le plantean las preguntas obvias y lo dejan explayarse a gusto. Son los mismos que, cuando él no está, ensucian a los disidentes con infamias o han propuesto repartir armas para tomar el Congreso. Tal vez no sea el mejor contexto para disipar dudas.
un en esas condiciones, Caputo no ha sido especialmente preciso. El dólar llegaría al piso de la banda. El riesgo país colapsaría. Las reservas treparían hasta USD 50 mil millones. Los argentinos sacarían lo dólares del colchón. Todo eso dijo. “Si crees que el dólar está barato, no te lo pierdas. Comprá, campeón”, provocó. Dos semanas atrás, el día que el dólar casi toca el techo de la banda, además, el Presidente denunció una conspiración donde participaban Victoria Villarruel, dos bancos privados y el premio nobel de Economía Joseph Stiglitz. Se trata de una ensalada de predicciones fallidas, diagnósticos errados, provocaciones innecesarias y fantasías paranoicas. En un contexto volátil, tal vez todo eso aporte más drama.
Esta semana, Caputo explicó que el esquema de tasas altísimas, depósitos regulados y contratos crecientes de dólar futuro son anomalías transitorias con fecha de vencimiento en las elecciones. ¿Será que realmente cree que las tensiones se deben meramente al proceso electoral y se disiparán el día después de una supuesta victoria? Eso contradice la experiencia de 2017, cuando Macri pulverizó al kirchnerismo y luego la economía estalló. De hecho, desde 2011, el kirchnerismo ganó una sola elección. ¿Por qué sería un peligro una fuerza que ha sido derrotada cinco de las últimas seis veces que fue a las urnas, y que ahora está dividida, sin inserción seria fuera del conurbano, con su líder detenida?
Pero tal ves el ministro haya querido reconocer que –como sostienen sus críticos- las tensiones obedecen a la poca consistencia de su plan, que habrá que retocar de verdad después de octubre. Eso sugiere una inminente modificación del tipo de cambio antes de fin de año. No es necesario aclarar los efectos que eso tendrá en las próximas semanas. Pero, además, otra vez se estarían dilapidando reservas para que un gobierno gane las elecciones, esas conductas tan argentinas que Milei denunciaba cuando era candidato.
Sea como fuere, mejor ganar las elecciones que perderlas. Por eso, lo primero es lo primero. En medio de la entrevista que los muchachos de Carajo le hacían al equipo económico, Daniel “el gordo Dan” Parisini, interrumpió. “Está hablando el Presidente”, dijo. El ministro de Economía, entonces, calló. Y el público pudo ver una transmisión muy curiosa donde un grupo de gente miraba por televisión lo que pasaba en otro lado. El streaming mostraba cómo el equipo económico miraba al Presidente por tele. La imagen parecía extraída de otros regímenes políticos en los que, cuando habla el Líder Supremo, los subordinados callan y escuchan.
Es fantástico todo lo que ha logrado Milei en tan poco tiempo. Se puede ver claramente en su construcción electoral. También en la actitud reverencial del ministro y los suyos. Pero, si La Libertad Avanza y todo marcha acorde al plan: ¿por qué las tasas vuelan por la estratósfera? ¿Será todo culpa del “riesgo kuka”? ¿Será realmente eso?
(*) Infobae