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Un mito que siempre vuelve: el oro del Vaticano como recurso para paliar el hambre en el mundo

El Vaticano está lejos de ser una potencia económica y gran parte de sus recursos se destinan al pago de salarios, obras sociales y misiones. (Foto: EFE.)

Sergio Rubin

La voz de algún famoso se eleva cada tanto en la Argentina o en el mundo para denunciar la supuesta incoherencia de la Iglesia católica porque predica todo el tiempo en favor de los pobres, mientras que el Vaticano está lleno de oro y de otras riquezas y no las comparte con los más necesitados. En 2000, luego de un encuentro con Juan Pablo II, fue Diego Maradona el que realizó la crítica, aunque esta vez apuntó contra el mismísimo pontífice con un duro epíteto.

En la última semana, una de las participantes de una de las ediciones de Gran Hermano, la modelo Julieta Poggi, se sumó a la lista. “¿Cómo el Vaticano está lleno de oro y de dinero y la gente va a rezar ahí por los pobres? ¿Cómo hay tanta gente pobre y no se puede repartir todo ese dinero, romper las iglesias y que se termine el hambre en el mundo?”, respondió en una entrevista.

En tiempos de redes sociales y debates picantes, su severo cuestionamiento levantó una polvareda en el ciberespacio, en el que cosechó tanto adhesiones como severas críticas que incluyeron -como es habitual en estos medios que generaron las nuevas tecnologías- alusiones a su persona que fueron desde elogios hasta descalificaciones, algunas crueles. Pero brillaron por su ausencia argumentos que arrojaran luz sobre una creencia bastante extendida.

Por lo pronto hay que decir que el periódico estudio que hace la revista Fortune para confeccionar la famosa nómina de las 500 corporaciones más ricas del mundo arrojó hace unos años que la Santa Sede “ni siquiera se acerca” a ese grupo. En 2023, el total de los gastos de la Santa Sede ascendió a 495,4 millones de euros -dos tercios corresponden al pago de los sueldos de los 4.600 empleados- y le ingresaron 483,7 millones de euros..

A su vez, los ingresos propios que tuvo fueron 205,3 millones de euros, 101,7 millones provenientes de rentas inmobiliarias -el Vaticano tiene 4.600 propiedades-, 73,4 millones por operaciones comerciales y 30,2 millones por servicios. Además, las donaciones alcanzaron los 217,6 millones, la contribución de la gobernación de la Ciudad del Vaticano, rondó los 15 millones, y los ingresos financieros llegaron a los 16,8 millones.

También se debe aclarar que la Iglesia católica es una institución descentralizada en materia económica. Cada una de las casi 3.000 diócesis -al igual que las congregaciones- tiene sus propios presupuestos. Si bien cada año envían dinero al Vaticano, la mayoría se destina a las misiones en el mundo o a obras de caridad del Papa. Eso sí, las más poderosas suelen ir en auxilio de las finanzas vaticanas, con frecuencia deficitarias.

En los primeros años de su pontificado, Francisco fue consultado por un periodista acerca de si, al haber tomado el nombre del santo que hizo una opción radical por la pobreza, no se sentía interpelado a vender los tesoros del Vaticano y darle su producido a los pobres. En el acto, le respondió diciendo que esa “es una pregunta fácil” porque “no son los tesoros de la Iglesia, sino que son los tesoros de la humanidad”.

“Por ejemplo, si yo mañana ordeno que La Piedad de Miguel Ángel sea subastada, eso no se podría hacer porque no es propiedad de la Iglesia; está en una iglesia, pero es de la humanidad”, afirmó a la vez que aclaró que esto “vale para todos los tesoros de la Iglesia”. Si bien admitió que esta cuenta con muchas propiedades, señaló que son para mantener con su renta, sus estructuras y sus numerosas obras educativas y asistenciales.

No obstante, Francisco dijo que hay cosas que no son patrimonio cultural ni religioso y que sí se pueden vender porque no hacen falta o se reciben como donaciones o simplemente son regalos. “De hecho -indicó-, las estamos vendiendo y los beneficios van a las obras del limosnero de la Santa Sede, el cardenal Krajewski. O los sorteamos como en el caso de los autos que desafectamos y lo recaudado se destina a los pobres”.

En cambio, menos se habla de recursos tremendamente superiores y particularmente obscenos como los que destinan a la fabricación de armamento nuclear de una decena de países -sobre todo Estados Unidos y Rusia- que el año pasado superó los 100 mil millones de dólares, una cifra suficiente para alimentar durante casi dos años a los 345 millones de personas que actualmente enfrentan los niveles más graves de hambre en el mundo.

Tampoco se tiene en cuenta que la Iglesia católica es la institución con la mayor obra social, sanitaria y educativa del mundo. Cuenta con miles de hospitales (casi 6.000), colegios, orfanatos, etc., la gran mayoría destinados a personas de escasos recursos.

Por otra parte, la mitad de los enfermos de sida de todo el planeta son asistidos por organizaciones católicas. Además de promover acciones en favor del desarrollo integral.

Otra cosa es que quienes viven en el Vaticano no lo hagan de un modo sobrio. En este aspecto, Francisco fue muy claro desde los inicios de su papado con la curia romana. De hecho, exigió a los cardenales que no se movilizaran en autos caros y él mismo dio el ejemplo dejando de lado la limusina papal. Cuando, con ocasión de una canonización, se montó una terraza VIP en la Plaza de San Pedro, hizo tronar el escarmiento.

Otra exigencia es que los fondos se administren con transparencia tras una serie de escándalos que estallaron en las últimas décadas. En ese sentido, Francisco llevó adelante un profundo saneamiento de las finanzas vaticanas en general y de su cuestionado banco en particular, que en los últimos años fue puesto como un ejemplo por Moneyval, la agencia del control del lavado de dinero del Consejo de Europa.

En las conversaciones que mantuvimos con la colega Francesca Ambrogetti para el libro El Pastor, Francisco explicó que optó por vivir en la residencia de Santa Marta, no porque los aposentos papales sean fastuosos, como muchos pensaron, sino porque tienen una estructura que aísla a sus moradores. “En mi caso, por razones psiquiátricas, necesito estar en contacto con la gente”, dijo con un toque de humor.

De todas maneras, admitió que hay “salones majestuosos” en el Vaticano, pero que, en definitiva, “es un gran museo”. Y desafió: “Por eso, al que dice que vivo entre oropeles, le propondría venir a vivir acá y yo, a su casa”.

(*) TN

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