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Yo no creo, pero por las dudas me guardo

Por Roberto Trevesse (*)

“Lo peor de la peste no es que mata a los cuerpos, sino que

desnuda las almas y ese espectáculo suele ser horroroso.”

Albert Camus (1913-1960).

Es extremadamente difícil opinar cuando uno es lego en un tema vinculado a la ciencia y a la medicina como lo es el coronavirus. Pero algo raro está sucediendo en este planeta, es así porque la infección llegó a más de 185 países.

Todo comenzó en la ciudad de Wuhan en la República Popular de China y como casi de la nada se extendió por el mundo.

Poco a poco comenzamos a tener miedo, pánico generalizado e histeria interminable, a través de lo que escuchamos o veíamos en los medios de comunicación.

¿Qué hay detrás de este virus mortal? ¿Cómo se pudo en España sobrevivir el año 2019 a 525.300 enfermos de gripe frente a 25 mil de coronavirus y 6.300 muertes de gripe frente a 1.350 muertes de coronavirus, sin paralizar el país? ¿Y cómo también lo sobrellevó en 2018 que hubo 800 mil casos de gripe y 15 mil muertes?

¿Cómo podemos hablar de un virus más mortífero y contagioso que la gripe si el año pasado llevábamos más casos y más muertes debido a la gripe estacional? Se preguntan Wolfgang Wodarg, destacado epidemiólogo alemán y ex presidente de la Comisión de la Salud del Consejo de Europa; el colombiano Manuel Elkin, descubridor de la vacuna contra la malaria; y el argentino residente en Francia hace 40 años, Pablo Goldsmith, prestigioso virólogo, entre otros muchos científicos, que cuestionan la ola de pánico creada en torno al coronavirus y a las medidas desproporcionadas y contraproducentes que se han tomado.

Será cierto que “la declaración de pandemia ha sido irracional y ha hecho ganar miles de millones de euros a la industria farmacéutica”. ¿Quién lo puede constatar fehacientemente?

Ellos sostienen que “nuestro planeta es víctima de un nuevo fenómeno sociológico, el acoso científico-mediático” y agregan que “estamos entrando en un juego mediático sin sentido”.

Estas voces, junto a otras crecientes del mundo de la ciencia y la medicina, siguen poniendo en duda la validez del pánico que provocan estas medidas extremas contra la libertad de la ciudadanía.

Muchos expertos como es el caso de Andreu Segura, expresidente de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria, opina que “las consecuencias negativas de tales procederes no se limitan a las derivadas de las injerencias e interferencias en el trabajo, la economía y la vida cotidiana de las personas, sino que distraen el funcionamiento habitual de los servicios públicos, incluidos los sanitarios, que se someten a un estrés innecesario, como ocurrió durante la pasada pandemia gripal”.

Es decir, no es que sólo no haya medios para atender al virus, sino que no hay medios, sobre todo, para atender al pánico creado en torno a él.

También es cierto que habrá personas que hayan pasado el coronavirus y no se han enterado o simplemente han aguantado en sus casas.

Que quede claro que no está en duda el trabajo de los sanitarios (al revés, están siendo víctimas de la histeria colectiva y del propio virus), sí podemos poner en duda la ligereza de crear un estado de alarma que no estaría acorde con el riesgo.

En su momento Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS anunció el estado de alarma, declarando también que “nuestro mayor enemigo en este momento no es el virus en sí mismo sino el miedo, los rumores y el estigma”. Sin embargo, pese al pánico creciente, días después lo declararon pandemia global. ¿Con qué criterio? ¿Qué pasó? ¿Qué hay detrás de todo esto?

Sé que muchos se van a enojar, pero la desinformación basada en el exceso de información, no nos lleva a buen puerto. A esto hay que agregarle que –por caso- los televidentes creen casi todo lo que se le transmite, desde el estudio, desde los móviles y desde el exterior. La capacidad de teatralizar que tienen los grandes medios a través de conductores, periodistas, médicos, psicólogos e investigadores, es increíble, a tal punto que –con todo respeto- podrían trabajar en las más cotizadas telenovelas.

Cuántas veces ocurrió en el mundo que los gobiernos de turno, seducidos por los laboratorios internacionales, hicieron lo que les correspondía hacer; comprar millones de vacunas. Sin espíritu crítico, se llega a donde estamos. ¿Cuál es la verdad o cuál es la mentira?

A partir de ahí, según el alemán Wolfgang Wodarg, los gobiernos consultaron a sus expertos que, a su vez, consultaron a los expertos que iniciaron la alarma: “Los gobernantes han sido seducidos por científicos que quieren formar parte de esto, que quieren dinero para sus instituciones y otros que proponen aplicaciones, estudios, programas”. Y añade con ironía: “Muchas ganas de ayudar y ganar relevancia”.

Ni hablar de los miles de atorrantes que abundan en las redes sociales escribiendo, grabando audios o subiendo videos apócrifos para embarrar la cancha de uno y otro lado, provocando un daño casi irreparable en la inmensidad de la gente que sufre esta inquietante realidad, que la asusta y la paraliza.

Por hacer algunas comparaciones, la primera causa de muerte en la Argentina son las enfermedades coronarias como las anginas de pecho y los infartos que se llevan a una persona cada siete minutos en Argentina, según datos del Ministerio de Salud a fines de 2018. El tabaquismo, la hipertensión, el sedentarismo, las condiciones genéticas previas, pueden ser algunas de las causas.

Los Accidentes Cerebro Vasculares (ACV) tienen un alto porcentaje de muertes en el mundo y en Argentina ocupa el segundo lugar. Mata a 18 mil personas por año, según el Instituto FLENI. Entre los factores de riesgo están también el tabaquismo y la mala alimentación.

Por hacer algunas comparaciones, en la Argentina, la tercera causa de muerte son los accidentes de tránsito. De acuerdo a un relevamiento de la asociación civil Luchemos por la Vida, en 2019 hubo 6627 muertes provocadas por siniestros en la vía pública.

Por otro lado, un dato oficial interesante es que en 2017 hubo 3.222 personas que se quitaron la vida, o sea un número mayor al de los homicidios que se registraron en ese mismo año en el país: 2.279 víctimas.

Esto nos da una suma de 5501 fallecidos. Entre quienes se suicidaron, el 80 por ciento fueron hombres y el 20 por ciento mujeres, y los jóvenes representan el 27 por ciento, con una tasa mayor a la del resto de la población.

Entonces ¿Quién se atreve a expresar que podrían morir diez mil personas en la Argentina este año por Coronavirus? ¿El virus hasta dónde es tan peligroso?

Sí trascendió en los ambientes científicos más prominentes que la aparición del COVID-19 marcó un punto especialmente tenso de la relación entra las dos actuales potencias mundiales: Estados Unidos y China. Las acusaciones mutuas no faltaron ante la aparición del nuevo virus.

Aunque ninguna hipótesis pudo ser claramente demostrada, y las evidencias científicas indican –por ahora- que estaríamos ante la presencia de la mutación de un virus que se volvió especialmente peligroso. ¿La guerra comercial ya comenzó?

Como dice siempre un querido amigo mío: “Ojalá me equivoque”.

(*) Especial para ANALISIS. Trevesse es periodista de Paraná.

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