La pandemia del Covid-19 demostró que, aquello que parecía imposible, casi de ciencia ficción, puede convertirse en realidad pura y dura. Nos despabiló y fue el inicio de un cambio de época del que aún no tomamos real conciencia. La incertidumbre llegó para quedarse. Un virus puso (pone) en duda lo que hasta hace poco era sólido, inamovible o contundente a nuestro parecer. Cuando tuvimos las primeras noticias sobre la enfermedad que puso en jaque los sistemas sanitarios de Asia y Europa, desafió a la ciencia y modificó aceleradamente hasta las relaciones interpersonales, algunos afirmaron que era lejano. Pero de golpe estaba aquí, entre y con nosotros. Generando sub variantes que derrumbaban todas las especulaciones y potenciaban tensiones. Ya sin barbijo obligatorio (en el bolsillo por las dudas) somos impactados por una sequía que los especialistas consideran de las mayores de la historia desde que se cuenta con registros. Y ahora, observamos todo con otros ojos. En ese contexto posamos la mirada sobre el agua. Líquido elemento que valoramos cuando escasea, al que no le prestamos demasiada atención. El futuro es el agua. Ni más ni menos. Por eso, su cuidado, debería ser política de Estado.
Por Néstor Banega
Desde hace tiempo pasamos cada día (camino a las labores diarias) frente a un mural que nos interpela: el agua no se vende, se cuida y se defiende. Hace años la sensibilidad de artistas paranaenses se propuso llamar la atención, poniendo como eje la importancia de un recurso al que quizá, por vivir en una comarca donde ríos y arroyos parecen eternos, no le prestamos demasiada atención.
Por estos días fue esporádico el tratamiento de la situación que debió afrontar (entre otras tantas regiones) la ciudad de Montevideo, en la República Oriental del Uruguay. La prolongada sequía llevó todo al límite. Tres años que hicieron notar al extremo las consecuencias que el cambio climático puede tener en nuestras vidas.
Triste situación debe ser la de querer prepararse un mate y no contar con el agua que nos permita reconfortar el alma con la infusión. Es potente. Un llamado de atención. Si escasea, aumenta el valor. Si sobra, ni nos damos cuenta.
Desde estas páginas mencionamos en forma recurrente los Objetivos de desarrollo sostenible (ODS) para el 2030, que Entre Ríos ha hecho propios. Uno de ellos, central, es el de lograr agua limpia y saneamiento para la humanidad. En términos globales se indica que una de cada tres personas no tiene acceso al agua potable. Impactante.
Pensemos que quienes viven en asentamientos precarios porque cayeron en la pobreza, no poseen una instalación adecuada para poder higienizarse. Otros están en lugares sin acceso a un sistema de cloacas.
Agua limpia y saneamiento. Fundamentales. ¿Podemos imaginar un sistema de salud que nos proteja de alguna pandemia si no cuenta con agua suficiente?
Lavarse las manos se convirtió en una de las grandes defensas para evitar la circulación del virus. Simple acción que si se hace hábito expande beneficios a la sociedad. Es una de las formas más antiguas para prevenir contagios.
(Más información en la edición gráfica número 1142 de la revista ANALISIS del jueves 20 de julio de 2023)
