Imagen de archivo de Rogelio Frigerio y Diego Santilli.
La tensión política en Entre Ríos se descomprimió bastante, como suele pasar en las semanas posteriores a las elecciones.
Todo va volviendo a cierta normalidad: se bajaron los decibeles de las chicanas, las redes sociales dejaron de arder, los teléfonos suenan menos y algunos aprovechan para tomarse un respiro antes de volver a la rutina política.
En esa calma aparente, cada espacio transita su propio proceso. Algunos hacen balances, otros ensayan excusas y no faltan los que creen que el tiempo, por sí solo, ordenará lo que quedó algo desacomodado.
En el peronismo, las esquirlas de la derrota van asomando muy de a poco. Un intendente tira un “palito” por allá, otro lanza una crítica por acá. Un dirigente se desahoga en una radio, otro en sus redes sociales. Pero, la sangre todavía no ha llegado al río. Al menos por ahora.
Y la palabra autocrítica es como que la van alejando, después del domingo de elecciones. Uno que jugó fuerte esta semana fue Juan Carlos Cresto, exintendente de Concordia, que salió con munición gruesa: dijo que el partido “está acéfalo”, que la última gestión peronista fue “un desastre” y pidió “cárcel para todos los corruptos”. Sus palabras rebotaron en todos los grupos de WhatsApp del peronismo entrerriano.
Fue tal el disgusto, que su hijo, el diputado provincial Enrique Cresto, tuvo que salir a despegarse. Con un tono medido, escribió en redes sociales que no compartía las opiniones de su padre y aclaró: “Más allá de tener el mismo apellido, ni él me conduce a mí, ni yo a él”.
La escena fue una postal familiar de lo que ocurre dentro del peronismo: relaciones tensas, generaciones que ya no se entienden y liderazgos que todavía no aparecen.
En el programa “A quien corresponda” (Radio La Plaza) conversamos con Martín Oliva (senador departamental por Uruguay), presidente del bloque de senadores del PJ, y con Juan José Bahillo -diputado provincial oriundo de Gualeguaychú. Oliva habló con crudeza: dijo que el resultado fue “un sacudón”, criticó la estrategia de campaña centrada en las unidades básicas y apuntó a quienes “ocuparon lugares de poder solo para obtener beneficios personales”.
Bahillo, en cambio, buscó poner paños fríos. Dijo que, si se toma en cuenta el contexto nacional, “la elección no fue tan mala” y llamó a “no dramatizar”. Esa diferencia de lecturas refleja una interna latente. Porque mientras algunos quieren barajar y dar de nuevo, otros apuestan a dejar pasar el tiempo para ver si el viento cambia. Pero, nadie parece tener todavía la llave de la reconstrucción.
A los teléfonos de la dirigencia llegó por estas horas un mensaje que llama a la reorganización: “Te invitamos a sumarte a diseñar la nueva estrategia del PJ, en febrero o marzo nos encontramos en Villaguay, fecha a confirmar”.
El problema no es el mensaje ni la convocatoria, que en principio no está mal.
El problema es el autor del mensaje: Domingo Daniel Rossi, haciendo gala de su oportunismo de siempre y buscando limpiar su imagen irrecuperable, fingiendo que tiene algún tipo de liderazgo. Y no se da cuenta que su tiempo político ya pasó y que, en diciembre de 2027, cuando termine su sexto mandato como intendente de Santa Elena, tendrá que juntar sus cosas y jubilarse de la política, para quizás seguir respondiendo las deudas pendientes que aún tiene en la Justicia entrerriana; que hace ya varios años viene pateando para adelante, porque su abogado no se cansa de recusar, objetar, advertir, denunciar, tratando de que sus causas nunca lleguen a juicio y pasen al olvido. Pero, no será así. Los juicios por otros delitos de corrupción ya llegarán y tendrá que afrontarlos.
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Del otro lado, el gobierno de Rogelio Frigerio atraviesa quizás el mejor momento político y cierta tranquilidad de su mandato por estos días. O sea, lo que hasta aquí no había tenido por diversas situaciones generadas por decisiones adoptadas desde el propio gobierno provincial o nacional.
Después de la contundente victoria electoral, por unos días desaparecieron las rutas rotas, los sueldos bajos, los problemas edilicios en escuelas. Los gremios estatales y los referentes más críticos de la oposición hicieron un paréntesis.
Después del abrazo con Javier Milei en la reunión de gobernadores del jueves pasado, Frigerio recibió otra buena noticia: la designación de Diego Santilli como ministro del Interior.
Más allá de las lecturas sobre la figura de Santilli o sobre el carácter testimonial que terminó teniendo su candidatura -lo que no deja de ser cuestionable porque repite cosas que ya se hicieron mal- para Entre Ríos su nombramiento es un dato positivo.
Para Frigerio, Santilli no es cualquier ministro. Y para Santilli, Frigerio no es cualquier gobernador. En principio, los une una amistad de más de veinte años, y una vida política compartida.
Trascendió que ya hablaron por teléfono y que acordaron reunirse en los próximos días. En esa charla, Frigerio se puso a disposición y Santilli se mostró agradecido de poder contar con su acompañamiento.
El gobernador entrerriano conoce como pocos la lógica del Ministerio del Interior. Fue su titular durante el gobierno de Mauricio Macri y sabe lo que significa administrar la relación con 24 provincias, cada una con sus urgencias, sus necesidades y sus reclamos.
Se da por descontado que Santilli lo tendrá a Frigerio como hombre de consulta y ese nivel de diálogo -que no se dio con Guillermo Francos ni se hubiera dado con Santiago Caputo, que sonaba para el puesto- puede ser una ventaja para Entre Ríos, sobre todo en tiempos en que el vínculo con la Nación vuelve a ser clave para la obra pública, la energía y los recursos federales.
Frigerio le aseguró su apoyo para las peleas que vienen, que están arriba de todo en la agenda del nuevo ministro: el presupuesto y las reformas fiscal, laboral y del Código Penal.
Como dato de color, Santilli estaba en Paraná cuando recibió el llamado de Milei para ofrecerle el cargo. Estaba, más precisamente, en el autódromo, acompañando a su hijo que compite en el TC Pista.
Frigerio no fue a la carrera, pero sí el ministro de Economía, Fabián Boleas, que charló durante una hora con Santilli sin saber que estaba hablando con el futuro ministro del Interior. La anécdota terminó en fotos, posteos y comentarios que hoy adquieren otra lectura.
La política entrerriana se reacomoda entre los ecos de la elección y los nuevos movimientos del tablero nacional. Mientras el peronismo sigue buscando una voz que lo ordene, el oficialismo provincial aprovecha el envión de los buenos resultados y tiende puentes hacia la Casa Rosada. Pero. la calma que se respira por estas horas es apenas eso: una tregua, que quizás se empiece a romper cuando comiencen a debatirse algunos temas controvertidos, en las próximas semanas.
Por un lado, cuando se avance en la discusión del presupuesto provincial, en los cambios en el gabinete y en el que será el tema de debate de este fin de año, que es la reforma previsional. Ahí probablemente, junto con el calor ambiente del verano, en la escena política volverá a subir la temperatura.
Frigerio sabe que es ahora o nunca para meter mano a fondo con la reforma de la Caja de Jubilaciones, que no pudo concretar ni Sergio Urribarri ni Gustavo Bordet, que en los dos períodos anunció que era necesario hacerlo, pero no tuvo ningún tipo de consenso político de propios y extraños para llevarlo adelante.
Se sabe que habrá una fuerte reacción, en especial de los nucleamientos de jubilados y de los gremios estatales, salvo UPCN, cuyo líder sindical millonario, José Ángel Allende, ya dijo -como no podía ser de otra manera-, que está totalmente de acuerdo con la decisión del gobierno entrerriano.
Hay una determinación política firme, que es la de mantener el 82 por ciento móvil, por lo que Entre Ríos está en el tope de las provincias que mejor porcentual pagan respecto del salario que cobrarían los pasivos. En Santa Fe, por ejemplo, los pasivos estatales perciben el 60 por ciento del salario del empleado activo.
Aunque el proyecto de ley todavía está en elaboración, en los borradores que circulan se habla de algunos retoques que apuntan a equilibrar y emparejar el sistema previsional. Uno de los cambios que se analiza es dar de baja ciertos “enganches” que hoy hacen que las jubilaciones se actualicen automáticamente cada vez que un trabajador activo de determinado organismo recibe un adicional. En la práctica, eso termina generando distorsiones y una cadena de reclamos que, muchas veces, terminan judicializados.
También podría haber algún ajuste vinculado con la edad, aunque no necesariamente en el sentido de elevarla. Se trataría más bien de revisar situaciones puntuales, buscando un esquema más razonable y previsible, sin tocar -en principio- derechos adquiridos.
El punto clave será el debate. Que se entienda y analice cada sector: así como está, la Caja de Jubilaciones no le sirve a nadie; porque si no hay cambios, en algún momento estallará en mil pedazos y después será tarde para lágrimas.
(*) Editorial compartida en el programa “Cuestión de Fondo” (Canal 9, Litoral) del miércoles 5 de noviembre de 2025.



