El cura Luis Alberto Jacob dijo alguna vez que nunca supo nada de los delitos por corrupción de menores que se le reprocharon a Justo José Ilarraz cuando fue prefecto de disciplina en el Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo, por los que fue condenado a 25 años de cárcel y finalmente absuelto por prescripción por un fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Jacob fue superior de Ilarraz durante siete años en el Seminario. Es más, siempre lo consideró un sacerdote bien intencionado, entusiasta, preocupado por el desarrollo de los menores que tenía a su cargo en el Seminario.
Fue rector del Seminario Arquidiocesano de Paraná en un tiempo clave: entre 1986 y 1992; antes, en 1985, había ocupado la función de vicerrector, es decir, durante los años en que Ilarraz cometió los abusos que investigó y condenó la Justicia.
Jacob fue la única autoridad eclesiástica que en la investigación diocesana que llevó adelante la Iglesia en 1995 habló bien de Ilarraz.
A las 10 de la mañana del jueves 27 de julio de 1995, el padre Jacob declaró ante el delegado de justicia de la diócesis, el sacerdote abogado Silvio Fariña Vaccarezza, y con sus dichos pintó a un cura Ilarraz cándido, y con sus respuestas echó mano a uno de sus latiguillos más comunes para huir de situaciones incómodas: “Yo no sé nada”.
Fariña Vaccarezza le hizo una pregunta directa: cómo era Ilarraz como sacerdote. “Se lo veía con celo apostólico, inquietud vocacional, entusiasmo con sus responsabilidades para atender a los más pequeños del Seminario Menor, que era lo que se le había encomendado. Creo que era piadoso, nunca vi nada en contra en este aspecto, inquieto y preocupado por su formación sacerdotal y preocupado también por la buena formación de los seminaristas”, dijo Jacob.
Jacob había nacido en Bovril, Entre Ríos, el 19 de julio de 1941 y se ordenó como sacerdote en Paraná el 5 de marzo de 1966. Ese mismo año ocupó el cargo que años más tarde tendría Ilarraz: prefecto de disciplina en el Seminario, aunque al año siguiente lo enviaron como vicario a la Parroquia Santa Rosa de Lima, de Villaguay, adonde estuvo cinco años. En 1971 lo mudaron a la Basílica Nuestra Señora del Carmen, de Nogoyá; y en 1979 lo nombraron párroco del Sagrado Corazón, en Paraná, donde permaneció hasta 1985, cuando lo nombraron vicerrector del Seminario.
Ese año empezó una etapa en la que ocupó cargos de relevancia. En 1986 fue nombrado rector del Seminario, y en forma paralela se desempeñó como vicario general de la diócesis, entonces administrada por el fallecido cardenal Estanislao Esteban Karlic. También formó parte del consejo de consultores del obispo, e integró el consejo presbiteral, de modo que supo mucho de las riendas del manejo de la Iglesia de Paraná.
Jacob tuvo en vida el trato de monseñor luego de que el Vaticano lo designara como Prelado de Honor de Su Santidad, junto a Julio Metz y Cecilio Paul, nombramiento que en 2004 alcanzaron también Silverio Cena, Prudencio Percara, Ángel Riedel y Andrés Senger.
El de “monseñor” es un título que otorga la Santa Sede a algunas personas, ya sea por su cargo o por los servicios relevantes que ejercen en la Iglesia. El título de Prelado de Honor de Su Santidad es un cargo honorífico que reconoce los méritos de los sacerdotes. El otorgamiento de ese título conlleva la entrega de un diploma con el nombramiento, y la posibilidad de utilizar sotana de botonadura roja y fajín del mismo color, similar a un obispo. Asimismo, este nombramiento conlleva el título de monseñor.
Monseñor Jacob era ahora párroco de Nuestra Señora de la Piedad, el templo que mandó construir el fallecido arzobispo de Paraná, Adolfo Servando Tortolo.
En cuanto a los abusos de Ilarraz, cuando monseñor Jacob declaró en aquella investigación diocesana encomendada por Karlic, era todavía rector del Seminario –lo sucedió en esa función el arzobispo actual, Juan Alberto Puiggari— y se mostró un poco desmemoriado frente a preguntas incómodas.
Fariña Vaccarezza le preguntó si Ilarraz en el Seminario era querido por los seminaristas o si recibió alguna vez alguna queja. “En general, sí, era querido –respondió monseñor Jacob— aunque como con algunos muchachos parecía tener amistad más particular, algunos se resentían con él. De todas maneras, tengo entendido que de parte de los superiores se le advirtió de este problema. Tengo un recuerdo vago de que se le dijo, no puedo recordar si fui yo u otro quien se lo dijo, pero sí que se le advirtió el asunto, no se dejó pasar por alto esto. Lo que sí aclaro es que estrictamente se le advirtió esto, y nada más y no que se viera nada fuera de lugar”.
-¿Cómo se advertía esa amistad particular con algunos seminaristas? –preguntó el sumariante.
-Se veía que el cuarto lo frecuentaba un grupo de muchachos, a veces de noche, y a veces de día, sacaba algunos a pasear en el auto, a veces los llevaba a la cancha, a veces a algún viaje, pero no veía nada fuera de lugar en estos hechos, salvo el que manifestaba cierta mayor amistad.
-¿Sabe usted si hubo alguna duda para ordenar sacerdote al padre Ilarraz?
-No sé nada, en esa época yo no estaba en el Seminario.
-¿Tenía problemas familiares?
-No sé nada al respecto.
A Jacob lo contradijo el padre Emilio Senger, cuando declaró un día antes que él, el 26 de julio de 1995. Senger fue director espiritual del Seminario. “No se le advertían desviaciones espirituales, pero sí me llamaba la atención la poca preocupación apostólica”, dijo, y en ese punto compartió la opinión que tenían de Ilarraz los seminaristas mayores, que no lo apreciaban. Le preguntaron por qué, y respondió que la razón era que Ilarraz “no salía a colaborar con las parroquias, como suelen hacer los otros superiores, lo veían rezar poco y también por su gran dedicación por lo administrativo y económico”.
Fuente: Entre Ríos Ahora


