Por Luis María Serroels
Especial para ANALISIS
No es nada novedoso. Se trata de un fenómeno recurrente de nuestra manoseada política criolla. El cruce de vereda impulsado por el viejo y nunca bien ponderado acomodo que se hace sin el mínimo recato y a cara descubierta, es todo un clásico. Son los eternos “tentempié” (muñecos que casi al desplomarse y tocar el piso se reincorporan y siguen erguidos). La meta de estos especímenes de moral resbaladiza será siempre colgarse de sacos ajenos porque nada los puede hacer caer.
Cuando Graciela Camaño durante la Convención del Frente Renovador donde se analizaba la incorporación a la Alternativa Federal, que implicaba el abandono del kirchnerismo, roció con desmedidos elogios a Sergio Massa, lejos estaba de imaginar que la maleabilidad y personalismo del ex intendente de Tigre lo llevarían imprevistamente por otros caminos más cómodos.
Truncas sus pretensiones presidenciales y poco seductora la alternativa de las huestes de Roberto Lavagna (demostrado en las PASO), observó la dirección del viento más favorable y se sacó la indumentaria de la ética y de la palabra empeñada para optar por el mameluco de los redimidos por conveniencia cuando mantenerse a lo tentempié equivale a elevar sus aspiraciones. No pocos vislumbran que Cristina Fernández prepara ya la mesa y los cubiertos para, llegado el momento, darse un banquete trozando a los traidores a plazo fijo. El recelo en la política es una patología crónica.
“¿Cómo no voy a creer en vos? Si sos el único dirigente político que puede exhibir su vida pública y privada como ninguno, porque a tu lado siempre está la misma mujer, los mimos hijos, los padres”, le había expresado la legisladora. El destinatario terminó cambiando de andarivel político como si fuera una prenda de vestir. He aquí un perfecto modelo de “tentempié” disfrazado de político. Los ditirambos de otrora se derritieron como helado al sol.
Lo que más molestó a los seguidores del ex ministro de Economía de Néstor Kirchner, fue que Massa, buscando ahora sumarle adhesiones a su ex jefa quiere convencer a los sufragantes diciendo que la opción por la fuerza de Camaño sería un voto perdido. Gran falla de los cimientos éticos. Se dice que Roma no paga traidores, pero la traición siempre tiene reservada una butaca en el circo de la política
Otro espécimen que pulula en medio del clima electoral, es el “monus acomodinius”, así denominado porque nunca abandona una rama sin asegurarse de estar prendido de otra. Sirve observar las listas y los cruces de vereda.
Baste con leer y releer las listas de legisladores provinciales y nacionales que cambian de escaño pero no de sed de “militancia” para su progreso personal y avance social. Parece muy atractivo el aroma inconfundible del acomodo.
Esta es otra especie a la que no debe ignorarse: el llamado “corcho”, porque cualquiera fuere el naufragio político, siempre permanece a flote. Hay identidades y ejemplos claros, como también legajos que asustan.
No es equivocado hoy reflexionar sobre cierta basura retórica advertida en los spots de campaña donde se pone más acento en la diatriba contra el adversario, que en propuestas no sólo superadoras sino con base concreta y confiable de realización. Siempre se recuerda el Teorema de Raúl Baglini, un diputado radical que en 1986 señaló que “cuando más lejos de está del poder, más irresponsables son los enunciados políticos. Cuando más cerca, más sensatos y razonables se vuelven. A medida que un grupo se acerca al poder, va debilitando sus posiciones críticas al gobierno”.
Muchos candidatos se limitan a pronunciar frases hechas. Son formulaciones teóricas, adagios y refranes extraídos de Google con las que nadie podría disentir, pero de allí a los hechos la distancia es muy larga. Es una forma de “perogrullada” donde no se explica el qué, el porqué y sobre todo el cómo se puede navegar en las aguas procelosas de las recurrentes crisis sin riesgos. A veces la confusión y los vientos del egocentrismo acercan al naufragio.
El lúcido escritor, filósofo y ensayista Santiago Kovadloff, en el programa Odisea Argentina y al referirse a la coyuntura política dijo que “la opinión que tengo es que el pasado sigue jugando un papel protagónico”. Señaló que los principales candidatos tienen como discurso una promesa republicana.
Y subrayó que no le cree al candidato de la oposición K Alberto Fernández “porque simplifica su discurso cuando dice que el Pacto con Irán fue un ‘desliz ético’; a mí me parece que le está robando complejidad a un problema trágico”.
Sus conceptos conducen a interpretar que la postura de Fernández estaría forzada por su necesidad de conservar la confianza de alguien a quien ofendió gravemente en un pasado reciente, cuando abandonó el barco K.
El intelectual se preguntó: “¿Cómo hará para imponer ideales republicanos en una estructura partidaria tan polifacética como es la que lo ha convertido en candidato?”. Y agregó que “estamos ante dos candidatos que se enfrentan a la dificultad de prometer verosimilitud y frente a la necesidad de construír una imagen novedosa que pareciera no terminar de ser verosímil, porque las disputas internas de cada una de estas fuerzas no muestran homogeneidad”.
Una frase que quedó latente fue cuando dijo que se está viviendo una “degradación de la política”, en relación a una constante caída de la fe en el porvenir. Remató expresando que “la política argentina en su conjunto ha perdido credibilidad discursiva. Las palabras ya no representan un poder de verosimilitud. Se ha deteriorado el valor de la palabra o se ha callado lo que era verdad”.
Los agravios que Alberto Fernández le dedicó públicamente a Cristina Fernández tras abandonar el Frente para la Victoria, no están archivados porque en política el rencor suele ser una buena fuente de energía para conservar la memoria intacta.
El gran desafío consiste en cuidar que la mentira y la falacia no aparezcan campantemente en el cuarto oscuro. La ciudadanía silenciosa apuesta por el valor de las promesas y rechaza la intromisión de los “tentempié”, los “monos”, y los “corchos” de la mala praxis política.
El blooper del ex ministro de Economía K, Axel Kicillof, al sostener que “hay gente que vende drogas porque está sin trabajo” le dio un fenomenal argumento exculpatorio a los que envenenan especialmente a los jóvenes. Cuando fue ministro prohibió al Indec medir índices de pobreza para no estigmatizar a los pobres. Perdió de vista el crecimiento casi exponencial del narcotráfico en las gestiones K, lo cual significaría que la desocupación alcanzaba fuertes índices.
Entre el exceso de compromisos de frágil credibilidad del kirchnerismo y el déficit comunicacional del actual gobierno a la hora de explicar sus más duras medidas de los últimos 4 años, un nuevo candidato con serias chances irrumpe en la tenida electoral: se llama José Confusión. Sin olvidar el rol que han desempeñado los hacedores de imagen de candidatos muy afectos al fotoshop, un procedimiento que mejora los rasgos pero no los principios.
Como frutilla rancia del postre, un matutino porteño publicó días pasados en primera plana que “Tras el triunfo del Frente de Todos en las PASO, la justicia comenzó a excarcelar a empresarios y dirigentes detenidos en la era macrista”. Encima, en una actitud regalona y sospechosa, se resolvió postergar hasta después de las elecciones el juicio madre que involucra a Cristina Fernández en actos de corrupción con la obra pública. ¿Y la República? La República llora.