Olvidos inocentes y alegatos pueriles

brújula rota

Por Luis María Serroels
Especial para ANALISIS

Hay cuestiones que requieren ser ubicadas casi con precisión de reloj en las formas y en los tiempos. A eso lo saben los estadistas. Siempre hemos dicho que todo aquello que Mauricio Macri se abstenga de informar al país respecto de la situación de la cosa pública hallada tras 12 años de kirchnerismo, podría actuar con efecto boomerang. No se trata de una vendetta dirigida a sus antecesores, sino de un imperativo lógico y una saludable demanda de la ciudadanía.

Por estos días se conocieron datos sobre la gestión de Cambiemos a partir de diciembre de 2015, que de haberse publicado previo a las PASO y a la contienda final, seguramente el resultado electoral hubiese tenido otro tinte. Su equipo comunicacional nunca halló la brújula.

Esta postergación informativa favoreció las aspiraciones de una fuerza que dejó muchas cosas buenas sin hacer y otras muy malas hoy ancladas en una justicia que pareciera ralentizarse especulativamente con dudosas intenciones.

Un balance de gestión de Mauricio Macri –afirmada en referencias cuya contundencia debe estar a la vista-, es una aspiración legítima de la ciudadanía y aplicable a toda administración del signo político que fuere.

Sujetos a la molesta estrechez del espacio, nos detendremos en el análisis de lo que a modo de introito incluye el saliente mandatario y que a nuestro juicio debió haber manifestado mucho tiempo antes. Habla de que “hemos revertido la imagen de 2015, cuando recibimos un Banco Central sin reservas y con restricciones cambiarias para importar y viajar; un déficit fiscal brutal de 7% del PBI, con una presión impositiva récord; un desempleo mentiroso y una pobreza estructural altísima; una inflación ya alta durante 8 años y en ascenso; un tipo de cambio atrasado que perjudicaba la actividad productiva; un Estado arrasado, dominado por punteros y copado por militantes; empresas públicas quebradas; y una crisis energética con tarifas atrasadas que se sostenía con permanentes cortes de luz y gas y se abastecía con carísimos barcos de gas licuado que venía de Venezuela bajos contratos dudosos” (este asunto ha recalado en los tribunales).

Lo primero que indica este cuadro es que el presidente le regaló al kirchnerismo un impensado silencio que, por lógica, supo aprovechar muy bien. 

El informe no soslaya los problemas que se han dado en estos casi cuatro años en materia de inflación, en paralelo con despidos masivos y cierres de empresas. Con cotejar la creación de 1.250.000 nuevos puestos (formales, informales y autónomos) que empero no se empardan con los existentes a su arribo, se tiene la dimensión de que el fenómeno que degrada al ser humano no ha sido revertido.

Pero se exhiben otros datos que se supone fieles a los datos de Macri y cuya verificación y confirmación será tarea de los auditores K. De no ser así, las consecuencias caerán sobre las eventuales mendacidades.

Dice el actual mandatario que 2020 será un punto de partida, afirmándose en “equilibrio fiscal primario (el total es la mitad de 2015); menor presión tributaria (que sigue alta pero es mucho menor que en 2015, el 3% del PBI; menos impuestos en las provincias (Ingresos Brutos, Sellos); tipo de cambio competitivo (en términos reales casi el doble heredado); que nos permite un comercio balanceado con el resto del mundo, sin sorpresas cambiarias para el futuro”.

Otro aspecto sobre el que se pone énfasis en el informe, habla de una mejor infraestructura (“volvimos a tener energía”, tras una situación recibida calificada como “dramática”). No escapa al trabajo informativo el crecimiento de la producción petrolífera (tras 20 años de caída) y de gas que superó en 9 meses la producción de la última década, volviendo a exportarse a Chile. Además se menciona la política exportadora ampliando el mapa de países que superaron los 170 interesados en negociar (el gobierno anterior -nadie lo duda- había aislado a la Argentina del mundo y este es un dato de la realidad).

La cuestión laboral sigue ahondando en cifras y datos que, por lógica, se suponen fehacientes y cuya posible mendacidad no tardaría en ser detectada por la actual oposición con minuciosidad una vez asumido el nuevo gobierno. Como decíamos al inicio y no pocos deben estar interrogándose, ¿qué motivos puede haber tenido el macrismo a su arribo al poder para demorar semejantes datos? Ni siquiera se abordó la escalada de corrupción que los tribunales analizan con exasperante pachorra.

Es dable reflexionar que estas menciones les correspondían hacer al flamante presidente apenas instalado en su despacho en diciembre de 2015, porque tales revelaciones jamás las hubiera hecho Cristina Fernández sometida a rendir cuentas al país al transferir el mando. Valga recordar que el Frente para la Victoria gobernó durante tres períodos consecutivos pero el ansiado continuismo K naufragó con la derrota de Daniel Scioli (se le hundió su lancha).

¿Podría alguien abandonar el sillón mayor de la Casa Rosada sin antes darse el placer de mostrar ante el mundo una gestión brillante (si la hubiere) que fije su nombre en la galería de los grandes mandatarios? Así como los jefes de Estado hablan ante el Parlamento cuando advienen al poder, deberían hacerlo como sana práctica en su alejamiento para someterlo a juicio de la ciudadanía (algo que la democracia celebraría como un rasgo positivo, natural y corriente). Lo mismo rezaría para las administraciones provinciales donde suele ocurrir que las trapisondas del que se va son “obviadas” por quien lo reemplaza en el caso de ser del mismo palo partidario.

A menos de un mes de transferir el mando, Mauricio Macri le anunció a la Nación que “hoy nos vamos a casa con la conciencia tranquila y con las manos limpias”, en nada solapada alusión a quienes lo precedieron y hoy lo reemplazarán. Y añadió que “estoy acá y no me voy a ir a ningún lugar” (desde luego que no tendrá fueros de ninguna especie, así como ocurrirá con CFK al convertirse en vicepresidente de la Nación y presidenta del Senado, dejando su banca actual).

 “Pusimos en marcha un Estado que tenía trabas y corruptelas”, enfatizó. Claro que el cristinismo tendrá sus razones para acusar e investigar y no debería demorar en actuar en defensa de las verdades que muchas veces se ocultan debajo de la alfombra.

Si el balance autorreferencial de Macri sobre su gestión es comprobable, bienvenido sea. Pero en el camino han quedado muchos seres humanos expulsados del mercado laboral y sus familias sometidas a situaciones de mucho dolor. De todos modos, los saldos del kirchnerismo –que falseó los datos del Indec- no fueron para descorchar espumantes. De allí que se extravíe toda autoridad moral al momento de mirar hacia atrás sin aires de vendetta.

Párrafo final para hacer sonar las alarmas: tanto el seudo humorista Dady Brieva como el acaudalado gremialista Hugo Moyano, al mejor estilo de Hebe de Bonafini están instando a que se revise el comportamiento del periodismo durante la gestión que cesará en diciembre. Y van más lejos al sugerir que debería crearse una especie de Conadep del Periodismo (¿porqué no también del humorismo y del gremialismo?).

El anticipo generoso de ciertos gremios de que no le pedirán bono de fin de año a Fernández da cuenta de lo frágil que suelen ser ciertas memorias (¿ausencia de necesidades o succión de calcetines?). La entrevista personal de ciertos jeques de gremios estatales con Nicolás Maduro en Cuba, es una muestra vergonzante de lo que viene robusteciendo versiones muy alarmistas. Los paros salvajes que jaquearon a gobiernos democráticos fueron muestra de una intolerancia que perjudicó al país.

Culminando esta nota se conocieron dichos de Alberto Fernández durante una disertación en la que, con menos cintura que una heladera, dijo que “Cristina no va presa porque no hay pruebas”. Inoportuna e impropia aseveración por su condición de futuro jefe del Poder Ejecutivo, días después de que la justicia ratificara el procesamiento de la expresidente por haber sido la jefa de una asociación ilícita. Pero además, ella obró el milagro de que en el departamento de su hija Florencia apareciera de la nada un bolso con varios millones de dólares sin haber trabajado nunca. Parece que alguien pretende sacar de la historia el período 2003-2015 y ello es desde luego imposible. El sesgo ideológico continental que anuncia la futura administración (erróneo análisis sobre Bolivia de por medio), es preocupante. ¿Cómo hará Fernández para acusar eventualmente a exfuncionarios macristas si él pregona la inocencia de CFK ante más de una decena de causas imposibles de eludir?  Desacreditar magistrados siempre estuvo en el ADN del kirchnerismo.

George Orwell definió con claridad y contundencia que “Un pueblo que elige corruptos, impostores y traidores no es víctima, es cómplice”.

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