Por Jorge Daneri (*)

En estas horas se informa públicamente que el ministerio responsable de la política exterior será ocupado por el señor Felipe Solá. Es una mala noticia para el Yaguareté y sus cuasi selvas, para el siervo de los pantanos y los humedales, como para los montes colmados de abejas. Las diversidades biológica, cultural y productiva de todo lo que habita y resiste en el Cono Sur Sudamericano, ni más ni menos, no lo celebramos.

En un esfuerzo por el ejercicio de la ética del cuidado para con la madre tierra y sus pueblos, como de la memoria, el personaje que nos ocupa, desde la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, aceptó y convalidó cada una de las políticas de Carlos Menem. Así no tuvo duda alguna en autorizar el ingreso «escandaloso» de la primera semilla modificada genéticamente, sin evaluarse ni mínima ni seriamente, lo que serían sus enormes consecuencias negativas: deforestación, contaminación de cuencas, aguas, territorios -suelos-, desprotección total de los pueblos originarios, familias campesinas y de pequeños productores, concentración gigantesca de la propiedad de la tierra, daños inconmensurables a la salud humana y sus dolorosas sinergias con todos los reinos de vida.

Sería interesante que Horacio Verbitsky pudiera reflexionar al efecto, en consideración a su resonante artículo titulado «Verano del 96” (1), publicado en Página/12, en el cual expone con pluma aguda, clara y sin vueltas, sobre el trámite del expediente administrativo de cuyo resultado la semilla de » soja transgénica se autorizó en sólo 81 días del verano de 1996. De 136 folios del expediente, 108 son de Monsanto, en inglés y sin traducción»… Es quizás el único trámite administrativo realizado a la velocidad de la luz en Argentina, pero muy poco luminoso y menos esperanzador para esta palabra que tanto se usa y abusa en estos tiempos, la Pachamama.

Resulta muy difícil imaginar que su gestión y por lo tanto, la estrategia política que el Presidente Alberto Fernández despliegue, sostendrá posiciones y acciones diplomáticas  consecuentes con el escenario de cambio de época que estamos transitando, dantesco y radical, a muy corto plazo. Llama aún más la atención frente a dos decisiones claves y trascendentes de Néstor Kirchner y Lula, el “No al ALCA” y así el divorcio de las relaciones carnales con los EE.UU.

Solá facilitó la consolidación de la flota pesquera China y Española en su «legal» e ilegal ingreso al Mar Argentino de manera totalmente descontrolada y posibilitando una escala de captura de la merluza, entre tantas otras especies marinas, de características brutales en su imposibilidad de perdurabilidad o sustentabilidad.

Frente a las privatizaciones de las empresas del Estado nacional, símbolo de la segunda década infame de la Argentina, su respaldo, alineación y alienación fue sin fisuras.

Solá expone con sus hechos públicos, más allá del relato o el discurso vacío de más de lo mismo,  una política que nada tiene que ver con la Soberanía Nacional, Alimentaria y Energética, todo lo contrario. Será una política tan aperturista, que las relaciones carnales de aquellos tiempos en su Secretariado, serán ahora y de la mano de Monsanto y Chevrón -para nombrar a dos de las corporaciones más voraces existentes en relación al acceso y daño a los bienes naturales-, dinamizadas, convalidadas, ampliadas. Estos dos imperios corporativos privados, partícipes directos de los procesos de calentamiento global, celebran al nuevo Ministro en los salones relucientes de más de lo mismo para muy pocos.

Pero también celebran en el otro imperio, o los demás, como lo es China y sus aportes potenciales en «inversiones» en la minería extractivista, con foco en litio y más, como lo desarrolla en Bolivia. Estos escenarios de venga quién venga a la región de sacrificio en nuestros territorios elegidos, donde todo está en venta en cuanto a los bienes naturales.

Durante la presidencia de Alberto Fernández, el mundo deberá transitar cambios radicales en sentido democrático –que de no lograrlo pueden llevar a consolidar o regenerar nuevos totalitarismos durante el Siglo XXI y con final más que abierto, oscuros–. En esta agenda podríamos mencionar:

–Las necesarias, urgentes y vitales políticas sobre mitigación y adaptación al cambio climático, más aún con la reciente sanción de la Ley en el Congreso de la Nación.

–Consecuentemente, la diplomacia Argentina estaría en condiciones de liderar el impulso y aplicación de las políticas sobre transición a la agroecología y otros modelos diversos y plurales de ordenamiento territorial en la construcción de consensos con los pueblos y Estados hermanos y la convicción de refundar la Unión de Naciones Sudamericanas.

–-Sentar las bases políticas y tecnológicas para la desinversión en combustibles fósiles y desarrollo del proceso de cambio o transición en la matriz energética.

–Históricos y finales debates y sus acuerdos en el marco de las convenciones ambientales internacionales de desertificación, protección de la diversidad biológica, preservación de los humedales, derechos de los pueblos originarios, especies en vías de extinción (CITES); más las graves proyecciones de los efectos negativos en términos incluso de la economía vigente, en relación a los tratados de libre comercio en consideración (Unión Europea).

–Los acuerdos con China, sus corporaciones y agencias de crédito a la exportación, firmados por Cristina Kirchner y profundizados por «Cambiemos», etc. Sin grietas aquí, como en el modelo extractivista en general.

Así el análisis de contexto, no existe ingenuidad ni desconocimiento de lo delicado de los escenarios inmediatos con los Bolsonaro en expansión. Pero precisamente es ahí la responsabilidad política aun mayor frente a la gravedad de estos contextos políticos y de crisis de civilización, que debería ser mucho más alarmante y delicado el ejercicio de ese instante reflexivo a la hora de decidir semejante responsabilidad en el ejercicio de la diplomacia. De una diplomacia del antropoceno deberíamos animarnos y sí estar debatiendo el reconstituirnos, reinventarnos hacia una diplomacia inter-especies (2) y liderar la celebración de «un tratado de paz con la naturaleza». Está claro que lo propuesto es una utopía en la inexistente Agenda del futuro Gobierno. Pero es una utopía que no podemos dejar de gritar a todos los vientos, desde un deseo, pero también una radical resistencia re-generativa desde cientos de rincones, espacios de reinos de vida aún de nuestros mundos sociales y políticos más aliados y abrazados a Gandhi, Violeta Parra, Evita, Alicia Moreau de Justo, Humberto Maturana, Gastón Soublette, que a Trump o Monsanto.

La bipolaridad ideológica, funcional a pocos y demoledoras para las mayorías, ya la hemos vivido en el país en estas últimas tres décadas, desde Menem a la fecha. Es relevante no perder la memoria y observar, escuchar los gritos de los pueblos de Chile, Bolivia, Ecuador, Colombia, también Venezuela, Honduras y Nicaragua, para comprenderlos, respetarlos, y darnos cuentas, que no existe una sola Greta, ya son miles.

(*) Militante socio-ambiental

1. “Verano del ’96”. Página/12, domingo, 26 de abril de 2009.

https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-123932-2009-04-26.html

2. Diplomacia interespecies. «Mazorcamiento supremo. La ley del choclo y Anteramación de los derechos del MAIZ». Última actualización, Julio 2018.

(*) Integrantes de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas y de la Unidad de Vinculación Ecologista (UVE) de la Fundación La Hendija de Paraná.