Liberación de presos por el coronavirus.
Por Hernán Rausch*
Por estos días no dejan de sorprender las medidas tomadas. La liberación de presos que aún sin haber cumplido condena, pretendan y han logrado, salir de prisión, prisión que se las han ganado por su propia y absoluta responsabilidad. Hago foco más en aquellos abusadores y pedófilos, que no dejaron opción a niños o niñas, las sometieron, aprovechándose del grado de parentesco o amigos de esas familias que hoy reavivan angustias por todo este injusto alboroto de excarcelación.
Me solidarizo primero con esas víctimas, sobrevivientes que con valentías y agallas han logrado quebrar esos miedos y vergüenzas, sufriendo y salteando la incertidumbre de que si me lo creerían, si confiarían en la verdad de los hechos por uno vivido, siendo el mismo abusador, un amigo del padre o la madre, una persona de confianza, actuando perversamente elegante, aprovechándose de su poder y reputación.
Igual un sacerdote, perteneciente a una Institución, a la cual confiaste tu hijo, tu hija, y lo abusaron. A todas esas familias ultrajadas, burladas y maltratadas, también animo, acompaño, levanto la voz y lucho con ellas, por nuestro primer y principal derecho, a tratar de rehacer nuestras vidas.
Entiendo de esas angustias, malestares y sensaciones. Mi abusador cumple aun condena domiciliaria, y hasta hoy, no puedo pasar por esa cuadra, frente al edificio donde fijó domicilio, produce una magnifica impotencia, incomprensión, indignación; entumece, irrita. Cabe recordar y aclarar, que después de ser condenado por un Tribunal Civil, una Cámara de Casación y el Superior Tribunal de Justicia Provincial, interviniendo nueve jueces, de forma unánime, rechazaron los planteos de la defensa y condenaron a este sacerdote, concediéndole así, con total contundencia, 25 años de prisión. Para el perpetuador, el que ejecutó perversamente la afectivamente de ese niño, después de gozar impunemente su libertad, claro, en otro lugar, continua en su casa, sin importarle el daño que hizo. Para la víctima, toda una vida traumatizada, sumándole incluso ahora, para muchos, y a no muchas cuadras de distancia, la convivencia social de aquel nocivo ser humano.
Como no dar bronca, claro que la da, lo que se trascurre en un juicio, experiencia nunca antes vividas, exponerse, redactar cada detalle de esos horrorosos momentos, ellos gozan de beneficios, están llorando por salir, las víctimas también llorábamos, nos ultrajaban, trastornaban, se burlaban, no les interesaba, se mofaban y al cabo de unos días, sin importarles, se aprovechaban y volvían a atacar.
No a la prisión domiciliaria, no a las excusas y aprovechamiento por la pandemia. Cumplan condena, acondicionen establecimientos, hay otras maneras de cumplir su escarmiento, para así no devolverles la aflicción a las víctimas y sus familias.
Por estas semanas, nos enteramos de negociados. Empatía señores jueces, empatía también con los vecinos, con las comunidades, por respeto a esas familias dignas, que han cumplido con los deberes, con valentía, también ahora queremos derechos, derecho a una vida calma, sabiendo que hemos cumplido con nuestras denuncias, como todos debemos hacer, no callar, no nos van a callar, el nuestro es un reclamo más digno y más justo. No queremos que se burlen de nosotros, nada más queremos paz y oportunidad de vivir tranquilos.
(Sobreviviente de abuso sexual en la infancia. Querellante en la causa contra el cura Justo José Ilarraz).