Por Nahuel Maciel

El gobierno de Javier Milei, acaba de consumar una de las atrocidades más terribles para la mesa de los argentinos: eliminó el programa Pro Huerta que se implementaba a través del Ministerio de Capital Humano y que fue creado y desarrollado por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).

La determinación llegó por la decantación, es decir, por un ensordecedor silencio al no designar a ningún funcionario en el área, por lo que nadie puede firmar la continuidad del programa. Encima, cobardes para tirar la piedra y esconder la mano.

El programa había sido creado hace 34 años por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y constituyó una iniciativa agroecológica que promovió la seguridad y la soberanía alimentaria. Se implementaba con un gran apoyo a la producción agroecológica y permitía el acceso a productos saludables para una alimentación adecuada en el ámbito familiar y comunitario.

Llama la atención que ningún dirigente haya alzado su voz para protestar por esta depredación, ni siquiera para pedir explicaciones.

La actual campaña de entrega de semillas otoño-invierno se realizó porque fueron adquiridas en el Plan Anual del año pasado. Pero, desde diciembre ni siquiera se les gira al ProHuerta partidas elementales como para solventar gastos de librería, para citar un ejemplo de este abandono que ha hecho el gobierno.

Mientras los legisladores se aprestan para levantar la mano y aprobar la Ley Bases y las Medidas Fiscales que benefician, por ejemplo, a las tabacaleras; el programa ProHuerta se cierra por falta de fondos. Se beneficia a las tabacaleras, se desfinancian los programas oncológicos (el tabaco es uno de las principales causas de cáncer) y para males, se clausura un programa clave en materia de alimentación sana y segura. Ese es el modelo y nadie dice nada, de nada; excepto murmurar por lo bajo, pero aprobar casi a libro cerrado. ¡Qué dirigencia! ¡Ni siquiera con reflejo para preguntar qué pasa con el ProHuerta!

El INTA, a través de sus promotores, dio un fenomenal impulso a las huertas y granjas agroecológicas (tanto de formato familiar, como escolares y comunitarias e institucionales). No sólo eso, también asistió de manera gratuita y comprometida con las enseñanzas técnica a través de diferentes capacitaciones. El ProHuerta siempre fue clave para crecer en materia de educación alimentaria y ambiental, a la vez que generaba el espacio elogioso para el diálogo entre la ciencia y los saberes ancestrales.

Junto a ello, dio un formidable apoyo a distintos proyectos productivos y de acceso al agua, a la vez que promocionaba los llamados mercados de proximidad y ferias barriales y populares.

Siempre este abordaje territorial fue integral y con una clara perspectiva de desarrollo sostenible.

Es casi criminal haber boicoteado esta iniciativa que fue considerada como la política pública más positiva en materia alimentaria en América Latina. Los libertarios lo hicieron. También alguna vez deberán rendir cuentas los dirigentes cómplices que ni siquiera levantan su voz para defender un derecho tan necesario como el pan de cada día.