(Foto ilustrativa)
Por Hugo Remedi
(De ANALISIS)
Alarmante y aterrador resulta que la feroz grieta que atraviesa a nuestra sociedad no permita tan solo en coincidir que robar está mal básicamente y que es un delito pero que, robarle la comida a los pibes y viejos que comen en comedores comunitarios es sencillamente criminal.
A la inversa de como lo afirmó en su momento el ex presidente Eduardo Duhalde, Argentina está condenada al fracaso.
El pragmatismo que deviene de la corrupción, está consumiendo los pocos valores que están al rezago, con la complicidad de la apatía que va fomentando la indiferencia social que no condena sino que se sube a tal o cual navío según el pelaje a tono.
Ni siquiera la rutilante actividad de quedarse con lo ajeno nos hace poner de acuerdo en donde ubicar la vara moral en esta Argentina moralmente desquiciada.
Quizás trasciendan más los chorros que el hambre penosamente. Contra el hambre se hace poco y con los chorros a la vista las bandas pensantes juegan a la guerra.
Es curioso aquí, que robar a través de los comedores comunitarios sea motivo de debate y no de uniformidad insoslayable. Execrable por donde se lo mire.
Ponernos espalda con espalda socialmente frente a la corruptela, no pasa de ser un divague y una expresión de deseo cargadas de complicidad y ya naturalizada en que lo delictivo es mucho más la norma que la excepción.
La ruta de los ladrones y corruptos no tiene fin. Sumado este caso como un hecho más de corrupción a pocos le importó más lo que se vienen robando que dar la disputa en los medios.
Los medios hegemónicos pro oficialista sacaron a sus perros de caza a buscar mediáticamente lo que sabían no iban a encontrar: comedores inexistentes. Y los medios hegemónicos K, como siempre en vez de informar y buscar certezas practican la negación oportuna y como canívales van por cabezas. Mientras eso sucede el pibe, la embarazada y el viejo esperan que algo transpire para acceder a un bocado de comida.
El gobierno como respuesta a los misiles kirchneristas que hizo?: guardó la comida no la repartió y la guerra se trasladó a la justicia.
Esta claro que cuando un país vive de juicio en juicio para resolver sus cuitas institucionales es porque la dirigencia no puede solucionar casi nada, ni lo básico y elemental como garantizar en este caso, la comida a los sectores más necesitados.
Al debate sobre la mierda nacional que se practica en los medios porteños y también por redes sociales se suma que, no emerge la veracidad de los hechos por su propio peso específico sino por quien lo dice: hegemónicos contra hegemónicos. Total nadie muere en la víspera.
Antes, esta sociedad como cualquier otra en estado de madurez y sana de principios se rendía ante la evidencia. Ahora enferma ya no. El fanatismo transforma lo imposible en posible y lo malo en correcto.
Está claro que existe una Argentina, oscura y de submundo que no queremos ver pero que es descarnadamente real, y por eso, el hambre es problema del otro del que la sufre y del que a costa de ese otro hace pingues negocios. Elegimos lamentablemente ser ciegos frente a una profunda crisis estructural demolida por el hambre y otras necesidades básicas insatisfechas hasta que, tocarnos el bolsillo marque el límite.
Como siempre el problema es de la selecta gente que vive en la mansión Buenos Aires, pero nada se ha dicho para aclarar o precisar información sobre lo que pasa en las “provincias barriales” del resto del país. En definitiva, la argentina federal es un tema menor.
Falta decisión social para cambiar las cosas, falta atacar a la inmundicia, falta ser protagonista de hechos históricos y sobran debates ignominiosos sobre lo que desde la génesis viene con olor a podrido.
Todo falta en esta Argentina de hoy, hasta la vergüenza.