Daniel Santoro presenta su nuevo libro sobre Oyarbide "Sr. juez"

Hoy, como hace 110 años, se respira serenidad en sus calles y si hay algún robo, los lugareños lo atribuyen a los correntinos, como producto de históricas rencillas entre sus provincias.

Doce años antes del nacimiento de Norbertito, un crimen había quebrado esa tranquilidad. Un tío del futuro juez, de apellido Portillo, mató en 1939 a cuchillazos a César Küttel a la salida del cine del pueblo, contaron vecinos de Villa Elisa.

La víctima era pedante y acosaba a Portillo con chistes de mal gusto sobre el hallazgo de “un lápiz de labios” entre las pertenencias del victimario. Un sábado a la noche, escondido detrás de un árbol, el tío de Oyarbide esperó a Küttel a la salida del cine y apenas lo vio lo atacó con un cuchillo. Los dos hombres forcejearon y la víctima escapó, herida. Cruzó la plaza del pueblo a los tumbos y llegó hasta la casa de su novia, hija de una de las familias de origen suizo fundadoras del pueblo.

Minutos después, murió en los brazos de su amada. Horas más tarde, la policía detuvo al tío de Oyarbide. Luego fue juzgado y enviado a la cárcel. Fue el único asesinato ocurrido en décadas en ese sosegado pueblo de chacareros, calles de tierra, flores e inmigrantes de ojos claros.

A principios de los años ‘50, la desgracia ya había quedado en el pasado y los Oyarbide alquilaban una modesta casa de ladrillos pegados con barro, ubicada en la calle Doctor Gutiérrez 1441, casi frente al Jockey Club de esa ciudad, que hoy tiene 11 mil habitantes. Se encontraba a dos cuadras de la iglesia de cúpulas espigadas llamada Natividad de Nuestra Señora, y a tres cuadras de la gigantesca estatua de “El Sembrador”, el símbolo de la localidad. En el frente de la casa –que como todas las del pueblo, tenía árboles y flores en la vereda de tierra–, funcionaba la peluquería; y detrás, la vivienda familiar.

El bebé había nacido bajo el signo de Cáncer en el zodíaco occidental y, en el chino, como conejo o gato de metal: “Los nacidos bajo estos signos son pacíficos, diplomáticos y muy cuidadosos con sus palabras para no herir a otros. Siempre están alertas ante el peligro. Les gusta el dinero y lo disfrutan. Muy trabajadores, cumplen horarios y son muy respetuosos de sus jefes y sus subordinados. Las madres tienen una presencia muy importante en sus vidas. Les gusta experimentar con el sexo”.

Oyarbide hizo la primaria en el colegio católico El Niño Jesús. Norbertito, como lo llamaban en el barrio, estaba sobreprotegido por su madre. En las primaveras, por ejemplo, a sus amigos les encantaba ir a chapotear en los charcos de agua que dejaba la lluvia. A él, su madre nunca se lo permitía. Se lo veía entretenerse con sus juguetes, solo. Algunos chicos lo consideraban un pollerudo.

Al igual que su padre, usaba los pantalones a la cintura, siempre estaba vestido de punta en blanco, impecable, casi estilo Divito. Le fascinaba la música, pasión que heredó de su padre, excelente guitarrista. Antes de un corte de pelo, don Toco ejecutaba para sus clientes la última pieza que había aprendido. Cuando el chico entraba en la peluquería, Oyarbide padre decía: “Acá llega mi cachorro”, rememoró Cacho Scarazzini, vecino de Villa Elisa.

La madre de Oyarbide trabajó 35 años para una empresa estatal, la Compañía Entrerriana de Teléfonos. Las oficinas de “La Compañía”, estaban a 100 metros de la casa familiar. En aquella época en Villa Elisa a las llamadas telefónicas había que pedirlas a una operadora, que manualmente conectaba los cables de una central telefónica para establecer comunicaciones con otros abonados de la ciudad y de la provincia, y también las de larga distancia. Los vecinos recuerdan aún hoy a doña Isidora como una mujer muy buena y muy trabajadora.

Baterista y católico. Luego, la familia Oyarbide se mudó a Colón. La madre había sido transferida a la central telefónica de esa ciudad. El futuro juez estudió en el colegio San José, uno de los santos más nombrados en Entre Ríos porque de él era devoto Justo José de Urquiza. En el Club Piedras Coloradas de Colón a Norbertito le encantaba practicar deportes, entre ellos el básquet –pese a que nunca superó el metro sesenta de estatura– y en los veranos disfrutaba de la playa. Sus compañeros lo recuerdan más como un buen dibujante –diseñó el escudo del colegio– y amante de la música que como deportista.

Con una tarjeta que decía “Norbertito te invita a su cumpleaños de 15” se organizó la fiesta para esa ocasión. El padre lo sorprendió con un regalo: su primera batería. Unas semanas después, creó su propia banda. “Hacía de todo: tocaba la guitarra, el tambor, la batería, junto a mi hermana. También le gustaba el teatro vocacional”, evocó Tati Delaloye de Acevedo, una docente de San José. Esa veta artística lo llevaba a las matinés danzantes para escuchar a Los Iracundos . En los años ‘60 formó parte del grupo juvenil católico Amistad, Luz, Acción y Servicio (Alas), la única militancia que se le conoce. Y sus compañeros lo evocan como un estudiante muy respetuoso de las autoridades del colegio, característica que después mantendrá en su desempeño como juez.

En 2010, el Oyarbide juez hizo una visita a Colón para recordar sus años de estudiante secundario y saludar a conocidos y amigos. Fue recibido como un príncipe, se lo notó emocionado y desbordado por la nostalgia al hablar con la prensa local.

“La vida me ha enseñado a descubrir mi verdadera personalidad. Me siento con un enorme equilibrio emocional, que me hace sentir sereno y en plenitud, y eso me permite seguir adelante”, confesó Oyarbide. Por entonces ya había sobrevivido al escándalo Spartacus y a otros de su agitada vida como juez, y se lo veía gozoso en sus apariciones públicas.

Había viajado a Colón para acompañar a un amigo íntimo que fue árbitro de un partido de básquet disputado por La Unión como local. Durante el encuentro, el público se sorprendió cuando efectivos de Gendarmería pasaron llevando una heladera portátil con la bebida preferida del juez: champagne.

De barrendero a pinche judicial. En 1969 dejó Colón, al recibirse de perito mercantil. Luego residió en San José y en 1971 se mudó a Buenos Aires, donde vivió en una modesta pieza de pensión. De día estudiaba Derecho en la Universidad de Buenos Aires y de noche barría pisos en una empresa de electrónica. Nunca olvida que en una clase de Historia de las Instituciones Argentinas, Félix Luna lo miró y le preguntó:

–Alumno, ¿usted cuánto mide?

–Un metro sesenta, doctor.

–La misma altura que Napoleón. No lo olvide.

Nunca lo olvidó. Sobre todo porque al principio creía que era una típica cargada de un porteño a un provinciano.

En 1976, después de que la sangrienta dictadura del Proceso de Reorganización Nacional derrocara al gobierno de Isabel Perón, empezó a trabajar como empleado auxiliar ad honorem (“pinche”, en la jerga de Tribunales) del Juzgado Correccional N° 6 de la Capital Federal, gracias a la recomendación de profesores de la UBA como Roberto Calandra, a cargo de ese juzgado. Oyarbide se convirtió en un hombre de confianza del magistrado. En 1983, con el retorno de la democracia, Calandra se retiró del Poder Judicial y abrió su propio estudio jurídico. Uno de sus primeros clientes fue el ex jefe de la Fuerza Aérea brigadier Omar Rubens Graffigna, en el histórico juicio a los comandantes de la dictadura por violaciones a los derechos humanos durante la represión ilegal, donde el ex aviador fue absuelto.

La efectivización de Oyarbide en la Justicia se concretó el 11 de abril de 1977. Los beneficios de tener un trabajo formal empezaron a cambiar su nivel de vida. Mientras tanto, estudiaba en una Universidad de Buenos Aires intervenida por la dictadura, que bajo la inspiración de la doctrina de la Seguridad Nacional hizo desaparecer docentes y alumnos, prohibió y destruyó libros y acabó con la autonomía universitaria.

En 1980 –ya recibido de abogado– dio otro salto: fue nombrado auxiliar de la Fiscalía Nacional de Primera Instancia en lo Criminal y Correccional Nº 20 de la Capital Federal.

En esa época trajo a sus padres a vivir con él a Buenos Aires.

Llevaba una vida casi monacal. “La circunstancia de practicar el celibato (durante su juventud) le permitió convivir con sus progenitores”, revelará su abogado en 1998 cuando, sometido a juicio político en la Cámara de Diputados por el caso Spartacus, buscaba argumentos para negar que se hubiera enriquecido en forma ilícita.

De célibe a homosexual. Seguramente fue muy duro para Oyarbide tener una doble vida en esa época en que la dictadura perseguía a los homosexuales, sobre todo en un ámbito como los Tribunales.

En 1982 –el año de la guerra de las Malvinas– falleció su padre, lo que afianzó la dependencia casi edípica que tenía con su dominante madre. Oyarbide describió en un solo párrafo la fuerte relación que lo unió con doña Isidora, fallecida después de 2001, cuando la mayoría menemista del Senado rechazó removerlo de su cargo de juez: “Mi madre era una mujer muy sabia. Lo que deseó toda su vida hasta el momento de su muerte fue lo que dijo en su despedida. Ella se murió sabiendo que yo había regresado a ser juez, que estaba bien nuevamente y me pidió que tratara de ser de alguna manera feliz. Que ella partía para que yo fuera libre”, el texto fue publicado en La Voz de Córdoba.

(Foto: La Voz)

NUESTRO NEWSLETTER

Werner visitó al gobernador y hablaron de “la posibilidad de que haya fechas en Entre Ríos

Rogelio Frigerio recibió este martes en la Casa Gris al tres veces campeón de TC Mariano Werner.

Odesur reasignó las dos medallas doradas ganadas por Federico Bruno en Asunción 2022

El concordiense Federico Bruno -en el centro- fue sancionado por dóping en julio de 2023.

Lucas Cavallero será el árbitro del próximo partido de Patronato como local

Cavallero dirigirá por primera vez en la temporada a "Patrón".

Vélez también rescindió los contratos de Abiel Osorio, José Florentín y Braian Cufré

Los otros tres jugadores acusados de abuso sexual, tampoco seguirán en el Fortín.

Copa de la Liga Profesional: las semifinales ya tienen día, horario y escenarios definidos

Argentinos-Vélez jugarán el domingo; Estudiantes-Boca, el martes.

“Obvio que estará en la Copa América”, vaticinó la madre del entrerriano Lisandro Martínez

Silvina Cabrera viajó a Córdoba y presenció el superclásico que Boca le ganó a River. (Foto: Archivo)

Opinión

Por Néstor Banega (especial para ANÁLISIS)  

En la capital entrerriana una multitud en favor de la educación pública.

Por Edgardo Scarione (*)  

(Foto: NA)

(Especial para ANALISIS)