Martha Fumiato: “Yo concreté mi carrera docente en el parque Berduc”

por Gabriela Bresín, especial para ANALISIS DIGITAL

Llegamos al encuentro con Martha a la hora acordada, ingresamos por su negocio, una tómbola ubicada delante de su vivienda y de ahí a su casa. Allí nos esperaba ella recostada en su cama mirando un partido de vóley de los juegos Panamericanos de Guadalajara. Saludamos, nos pasó el parte del partido y nos invitó a la cocina para realizar la entrevista, mientras su amiga, también profesora de educación física, Silvia Zacarías, nos acompañaba y preparaba el mate que minutos más tarde comenzó a cebarnos entre comentarios complementarios a las palabras de Martha. De esa manera, en una ronda de mates, con facturas en la mesa y dos mujeres dispuestas a contar las anécdotas más divertidas y emocionantes, comenzamos nuestra entrevista.

Tus comienzos laborales fueron como maestra ¿cuándo decidiste que querías ser profesora de educación física?
– Fui maestra cinco años en el campo, en Las Garzas, un pueblo que está a menos de 100 kilómetros de Paraná. Aparte de tener una experiencia como maestra, tenés una experiencia de vida que mucha gente no la tiene. Me iba en tren, pero mi idea, toda la vida, fue estudiar educación física, el problema es que no estaba en Santa Fe, había en Buenos Aires y yo era única hija mujer y en esa época era difícil mandar a una hija a Buenos Aires sola. A mis padres no les gusto la idea de que viajara, no había una cercanía como hoy.

En 1960 empieza a gestarse el instituto en Santa Fe. Cuando se empezó a hablar de eso me inscribí. Más allá de la docencia me gustaba la parte de educación física mayormente. En el ‘62 nos recibimos la primera camada. Armamos todo lo que se hizo después. Era mucha pasión por todo porque éramos los hacedores de las cosas. Así salió la primera promoción, también la segunda y la tercera, fuimos los hacedores de todo lo que se creó en Instituto, desde las tribus, el teatro, las competencias, salíamos a hacer exhibiciones todos los fines de semana porque había que promoverlo, entonces salimos con mucha pasión, todos en ese grupo hablamos de la misma manera y con el mismo entusiasmo que salimos de ahí, lo pusimos en práctica con los chicos. Revolucionamos la educación física, cada uno en el pueblo donde se ejerció.

¿Cuál te parece que es la función del profesor?
– La función del profesor es desarrollar la capacidad del chico a través del juego, pero no la competencia antes de los ocho o nueve años. El chico quiere jugar, no le importa ganar o perder, entonces en la escuela juega y desarrolla las capacidades físicas del individuo que son la capacidad, la resistencia, la fuerza y la flexibilidad. Si el profesor desarrolla esas capacidades en un niño cuando tiene diez u once años, puede hacer cualquier deporte porque está preparado. Esa es la función del profesor, la escuela es muy importante.

¿Por qué te parece que el deporte es importante en la escuela?
– El deporte empieza en la escuela. Debe ser así porque van todos los chicos del país, en cambio al club no. Ahí va el uno o el cinco por ciento de una escuela. Yo era profesora en la escuela Sarmiento, que es una escuela media, y tenía grados donde no tenía alumnos en ningún club. Lo que siempre pregoné es que se diera a la escuela la posibilidad de elementos y lugares positivos como para que se pueda hacer un buen deporte y se dé una buena educación, por supuesto, y un planeamiento educativo para que realmente la primaria sea la forjadora para llegar a un club.

¿Dónde fue tu primera experiencia de trabajo?
– Mi primera experiencia fue en la Escuela de Comercio 1, que en esa época funcionaba en el Colegio Nacional. Ahí creamos el club Colegial, hacíamos teatro con los chicos, vivíamos en la escuela, se vivía en la escuela porque a uno le gustaba, el profesor era el que se brindaba. Ahí teníamos, a lo mejor, dos equipos juntos. A mí casi simultáneamente me dieron horas en Liceo. Me ha pasado en intercolegiales de tener dos equipos a la vez y tener que sentarme en la tribuna porque no podía dirigir a ninguno, si los dos eran míos.

Los intercolegiales se hacían los sábados y domingos, no eran jueves o miércoles, ¡sábados y domingos! Vos tenías que dar clases y después, fuera de horario, dar los entrenamientos a las chicas. El de básquet, por ejemplo, era en Ciclista y teníamos que llamar policías, porque iban los profesores, los directores, padres, se llenaba, era una cosa fantástica. Había un trabajo de escuela, por eso digo que la escuela es la hacedora del chico, el niño y el adolescente pasa por la escuela. Entonces ¿qué mejor lugar para hacer el deporte bien hecho si no es en la escuela? yo estoy a favor de los clubes, pero que la escuela sea la que manda al chico al club, le desarrolla las capacidades para que el club lo tome después y haga con ellos la parte deportiva.

¿Por qué te parece que actualmente la gente no acompaña masivamente en los intercolegiales como en esa época?
– Eso se pierde, primero porque hay un desfasaje de valores en todos lados, nadie quiere trabajar fuera de horas de clases. No hay un entusiasmo porque a ningún gobierno que hemos tenido les interesa la parte educativa, más allá de que pongan como bandera que lo primero es la educación, la justicia y salud, es mentira porque no les interesa. Si realmente interesara la parte educativa, al docente se le daría otra categoría que hoy no la tiene para nada, hoy se lo desprestigia al docente. Actualmente el profesorado de educación física es una salida laboral, no es una vocación.

El entusiasmo del profesor es lo que lleva al chico, depende de como uno se manifieste en frente a ellos que están necesitando que alguien venga y los estimule y los lleve, pero el problema es que tampoco está estimulado el docente. Nosotros estábamos prestigiados en ese momento, no con plata, eran otro tipo de valores. Un profesor se tiene que presentar impecable a dar clases, tiene que estar de blanco y negro o blanco y azul, no de rojo, verde, amarillo, porque eso forma parte de toda una disciplina de querer hacer las cosas bien, de vernos todos iguales, las pequeñas cosas que hacen que vos te sientas pertinente a algo, esa es una de las tantas cosas que hacen que el chico se vea pertinente a su establecimiento, que lo quiera, pero hoy no es así.

¿Qué pensás de las escuelas de gestión privada?
– Yo estoy a favor de las escuelas públicas y en contra de las privadas que están mantenida por el estado, porque el gobierno le paga a todos los profesores y ellos cobran una cuota con la cual pueden tener todos los elementos, todas las cosas. Además, elijen a los profesores y los maestros, no es un concurso como es en la escuela pública donde vos entras por concurso. Los grupos civiles que manejan las escuelas de orden privado elijen entre cinco profesores a uno, porque es mejor que yo y punto, entonces estamos en disparidad de condiciones. No es lo mismo que venga cualquier maestro a que yo los elija, o que les exija.
Por otro lado, ellos tienen un orden interno que los padres deben aceptar y firmar, en la escuela pública querés que el chico se forme de esta manera, y capas que viene el padre con la justicia. Pero yo no he visto ningún padre que vaya a alguna escuela privada a discutirle a alguien que su hijo tiene mala nota o algo. En la escuela pública, los padres hoy dominan la situación y el estado protege al padre y no al docente, hay todo un revés de cosas.

¿Cómo llegaste al parque Berduc?
– Di clases en el parque porque presta las instalaciones para escuelas secundarias, pero yo entré con un concurso de antecedentes y oposición que hicimos en el año 1980 o 1981. Fue uno de los únicos concursos de antecedente y oposición en Paraná. Teníamos antecedentes, que era todo tu currículum, y oposición, que rendimos fácilmente diez materias, pero ¡no sabés! Estudiamos como locos, fue una experiencia espectacular, rendimos psicología, psicología del aprendizaje, antropología, didáctica… Tuve diez absoluto en ese concurso, saqué todos diez y un nueve por un error ortográfico, pero lo discutí.

Otra de las pruebas era, después del examen, una entrevista en la que tenías que presentar un planeamiento completo de lo que ibas a hacer si tomabas la escuela, todo lo que hice en el parque lo había presentado en el examen. En esa planificación puse todo lo que yo consideraba que era menester hacer en el parque Berduc y tuve que defender delante de la gente que realizaba la entrevista.

Para mí el parque tenía que ser para escuelas. Yo traje ocho escuelas primarias que daban clases con profesores del parque, una hora de clases la daban en su escuela y una en el parque con las docentes de ahí. Tenían todos los elementos y nosotros calificábamos. Todo eso lo puse en la planificación y todo se cumplió hasta que yo estuve.

¿Cuántos años estuviste como directora?
– Ocho años.
Tras la contestación de Martha interrumpe su amiga Silvia:”Cuando yo me recibí, el referente de Paraná, si necesitabas algo de planificación o lo que sea, era Martha Fumiato, la conocíamos de los torneos, veníamos a su casa, que al ser tan amplia podías venir a las doce de la noche a pedir una nota de cualquier cosa o una planilla y ella se ponía a hacértelo, tenía mucho poder de convocatoria y todos veníamos acá”. Martha asiente con la cabeza y sonríe a las palabras de su amiga.

¿Cómo fueron las 24 horas del Parque Berduc?
– Cuando entré al parque, era un desastre, por eso creamos la cooperadora y cuatro o cinco meses después hicimos las 24 horas del parque en la plaza 1° de Mayo, frente al banco Nación. Pensábamos hacerlo en el parque, pero la gente no iba a ir hasta allí, en cambio un sábado a la tarde la gente sale a pasear al centro, entonces todos tenían la posibilidad de acercarse. Movilizamos la ciudad entera, hicimos una convocatoria con una carta, “¿Te acuerdas del Parque Berduc…” así empezaba y pedíamos que colaboren con el gimnasio. Podías mandar cinco pesos, una bolsa de pórlan, ladrillos, lo que quisieras. Todo el mundo en Paraná sabía lo que era el parque y sobre todo la gente mayor que ese fue su lugar de juegos.

Estuvimos 24 horas con actividades, empezó a las 10 de un sábado y terminó a las 10 del domingo, inauguramos con el intendente de la ciudad y terminamos con el vice gobernador de la provincia, Había Boy Scouts por ejemplo, otros chicos cantaban folklore, hacían gimnasia, no recuerdo bien las actividades que había.

Cuando dije que quería hacer las 24 horas del parque, la gente de la cooperadora me decía que yo estaba loca, les pedía que me dejen explicarles. Entonces, empecé a anotar en un pizarrón y les dije que había que formar comisiones. La gringa Befanni, por ejemplo, estaba a cargo de las actividades, se encargaba de buscar todas las actividades que se iban a hacer en el escenario durante las 24 horas. Yo organicé las cosas, otra comisión era de la gente de prensa, otra los encargados de juntar los elementos, cada uno tenía su función.

La gente del parque me decía “bueno, a mi si me querés poner, ponéme, pero en tal comisión…” y yo escribía en el pizarrón. Así se fueron sumando todos y esa gente que estaba en las comisiones, a su vez buscaba más gente de afuera. Trabajó gente del barrio, fue una cosa espectacular.

Por supuesto que cuando terminamos era un jolgorio, la gente estaba fascinada. Le hicimos hacer a los muchachos del parque una entrada que decía “Parque escolar Enrique Berduc” porque el gobernador y el intendente entraban por una de las diagonales de la plaza.

¿Y el TIAPEB como comenzó?
– Al año siguiente de las 24 horas del parque hicimos el TIAPEB. En esa época era todo a máquina de escribir, las planillas se hacían, todo. Había 16 maquinas en mi casa. Entonces la gente me decía “yo puedo ir dos horas a la siesta” y así íbamos haciendo. Después empezamos a armar todo en junio, llegaban las vacaciones y teníamos todo armado, nos faltaban las inscripciones que eran en agosto.

Lo primero que hice fue hablar con la gente del congreso, después llamé a todos los directores de las escuelas de Paraná y me reuní con ellos y les dije lo que estábamos por hacer; todos respondían que querían participar. Después me reuní con los profesores de educación física que estaban en las escuelas para explicarles qué era lo que íbamos a hacer y cómo lo íbamos a hacer. Le pedimos que traten de uniformar a los chicos con azul y blanco, que traigan una bandera argentina y la bandera del colegio.

Cuando empezó el TIAPEB todos estaban de pantalón azul y remerita blanca, eran 4000 chicos. Dos profes se encargaban de la entrada de los chicos. A las tribunas iba el padre, la madre, la abuela; llevaban la gaseosa, un grupo se encargaba del kiosco; Estela Cichero y Marcela Cantaberta se encargaban de conseguir los trofeos, medallas, copas. También mandábamos hacer gorritos y binchas. Otro grupo era el de las planillas.

¿Cómo llegó tu jubilación?
– Me jubilé en un TIAPEB. Me habían dado fecha para mayo y pedí que me dejaran hasta septiembre porque quería hacer el del último año. Fue el intendente Mario Moine y me despidió en ese torneo. Era muy emocionante ver todas las tribunas llenas, los chicos que ocupaban todo el campo. Una vez tuvimos que poner los autos para alumbrar porque faltaban las postas y ya era domingo a la noche. Se iluminó con los autos para que puedan correr y hacer las postas.

Siempre se empezaba con la banda, después los abanderados; los chicos se formaban en el campo y después se prendía la llama. Íbamos haciendo posta con un chico de cada escuela hasta llegar al último que era el que encendía la llama. Después yo decía unas palabras de iniciación y comenzaba el torneo. El último año dije “ya no me necesitan” tuve que delegar funciones en la gente, iba al kiosco y me decían “acá está todo bien, no te necesitamos”; iba a la mesa de control y me decían lo mismo. No podía faltar nadie y cuando terminábamos comíamos choripán con los muchachos y les agradecía a todos porque éramos todos iguales de importantes.

Durante tu gestión en el parque también se realizó la primera cancha de padle de la ciudad.
– En el parque hicimos las canchas de padle cuando recién empezaba. Le pedí al gobierno que nos dieran 9.000 dólares para hacerla. Teníamos una cancha y un kiosco en donde guardábamos todas las cosas y con el reditúo que nos dio esa primera cancha hicimos un kiosco mejor, los baños y ante baños para varones y mujeres; después la segunda cancha. En ese momento entraba mucha plata y la manejaba la cooperadora.

El gimnasio lleva tu nombre, ¿qué te genera eso?
– Bueno, no se terminó en mi época porque el gobierno no nos dio más plata. Techamos el gimnasio, levantamos las paredes pero pese a todas las promesas que nos hicieron nunca nos dieron la plata para terminarlo. Lo tuvo que terminar la Federación de Vóley. Cuando (Jorge) Busti fue a inaugurarlo yo ya no formaba parte del parque y me preguntó si estaba contenta, le dije que no, que eso era un galpón y no un gimnasio. Ahora sí es un gimnasio porque lo tomó la Federación de vóley, pero no es del parque. Cuando pusieron mi nombre me gustó, me pareció un lindo reconocimiento y me emocionó, por supuesto, pero no me llenó por completo. Me reconfortaba más que el gimnasio esté terminado lindo.

¿Qué significó en tu vida el parque Berduc?
– Fue el sueño del pibe. Fue concretar un sueño de hacer algo en función de lo que a uno le gusta hacer. Yo concreté mi carrera docente en el parque Berduc. Aparte que tuve la suerte de tener toda la gente al lado mío porque nadie hace nada solo y tuve un grupo que siempre estuvo cerca y me ayudó a concretar tantas cosas. Pero fue la concreción de mis aspiraciones dentro de un proceso, llegar al parque y poder hacer cosas.

En el mismo momento en que terminamos la entrevista se escucha la puerta de ingreso que se abre y por ella entra otra amiga de la casa, Martita Rodriguez. Pasa, saluda, se sienta y se incorpora rápidamente a esa charla de mates y facturas en la que nos encontrábamos completamente incluidos, como si fuéramos una señora más del grupo de amigas. Nos quedamos en esa situación por unos minutos más disfrutando de ese hermoso momento y de charlas que comenzaron con anécdotas, pasaron por moda, política y deportes, entre otros temas.

Pedimos permiso a Martha para fotografiarla pero ella muy amablemente prefirió llevarnos hasta su computadora personal y nos ayudó a elegir entre algunas fotos (las que más le gustaban), la que utilizaríamos para nuestra nota. Sin muchas ganas de dar por finalizado ese divertido encuentro comencé a saludar y a agradecer, me retiré, pasando por el comedor y la tómbola hasta llegar a la calle de la misma manera que cuando entré, sintiéndome como en mi casa.

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