Tribulaciones, lamentos y ocaso de un vicegobernador imaginario (o no)

Por Américo Schvartzman

José Eduardo Lauritto realizó una ceremonia que durante su gestión como vicegobernador fue casi una liturgia: para cerrar el año, convocó a los periodistas de todos los medios –con asistencia récord: rara vez se ha visto una conferencia de prensa tan poblada– y a posteriori compartió con ellos una cena en uno de los restoranes más agradables de la ciudad. A lo largo de más de una hora de monólogo apenas interrumpido por unas pocas preguntas incisivas –que Lauritto esquivó con su habitual solvencia– el ahora ex vicegobernador se explayó mucho menos sobre su gestión que sobre la interna del PJ y abundó en lo que en su discurso aparece desde hace años como su monomanía (sin alusiones a Bisogni. Como es sabido, “mono” significa “uno”): cómo recuperar el poder que (¿alguna vez?) tuvo Concepción del Uruguay en el panorama político provincial.

Ese (y no otra cosa) es el proyecto político en cuya construcción Lauritto asume haber fracasado.

Datos y valoraciones

Los datos: Lauritto, ex juez federal, ex intendente de Concepción del Uruguay, ex diputado nacional, ahora también ex vicegobernador, diputado provincial electo) renuncia a su banca para ser ministro de “Educación, Deportes y Prevención de Adicciones” (tal el polifacético ministerio que le asignaron) en el nuevo gobierno de Sergio Urribarri.

Más datos, que incluyen valoraciones: si bien Lauritto apareció en la vida política de la mano del scelzismo, su notable performance electoral (triunfante en 1999 con más del 50 por ciento en una elección en la que el peronismo perdió en todos lados) lo proyectó a la provincia, pero sobre todo, ilusionó a muchos dentro del PJ uruguayense en la ilusión de que, de la mano de ese extraño dirigente, por fin habría una alternativa superadora a la dinastía Scelzi, clan que le proveyó a la ciudad todos los otros intendentes justicialistas que la transformaron en lo que es hoy, para bien o para mal. Para la militancia pejotista no-scelzista la aparición de la figura de Lauritto fue una luz de esperanza (cuando hablo de la militancia pejotista no-scelzista, para definirla de algún modo, me refiero a ese conglomerado de justicialistas que siguieron a Hugo Baldoni en su momento, así como otros grupos menores como los de Junco Retamal, Luis Carrozzo, Oscar Grilli, Danilo Schab, etcétera, que en algún momento tributaron juntos pero luego la necesidad separó).

Más valoraciones: en la cruda síntesis de esa militancia pejotista, Lauritto “se entregó sin pelear” a manos del scelzismo en Concepción del Uruguay, y del urribarrismo en Paraná. En su ciudad, admitió que ante las dificultades para acordar, el candidato a intendente lo volviera a poner –una vez más– el grupo dominante del PJ, es decir el que controla Carlos José Scelzi (hijo del viejo caudillo y tres veces intendente Carlos María; primo hermano del ex intendente Marcelo Bisogni; cuñado del malogrado también ex intendente Luis Bermúdez; amigo personal del actual intendente Carlos Schepens y padre del frustrado intendente Carlos Maria Scelzi –nieto-, a quien como premio consuelo colocaron al frente de los puertos entrerrianos).

Pero esa falta de acuerdo se resolvió de un modo inexplicable para la militancia laurittista: su líder le quitó el apoyo a los dos candidatos que habían surgido en su seno para enfrentar al scelzismo: Luis Cerrudo y Fidel Baldoni, provocando una frustración enorme en el conjunto de los seguidores del Pato. Esa gran frustración se potenció de un modo notable con el imprevisto fallecimiento de Fidel, poco después de esos sucesos y –como se verá luego– sin que mediara una puesta en común entre ellos. Todo eso hizo que la frustración fuera aún mayor. Tanto que en la conferencia de prensa el propio Lauritto hizo hincapié de modo excluyente en la explicación de todo este proceso, más como un dirigente que intenta justificar(se) ante sus dirigidos, que como un vicegobernador que rinde cuentas sobre su gestión.

El dato más notable: ni un vivienda

No es una hipérbole de nuestra parte. El Miércoles publicaba, hace exactamente un año, una crónica tras la conferencia de prensa de Lauritto. El título fue “De las 1224 viviendas que se iban a hacer sólo se construyeron 272” (ver aquí). El dato más notable que brindó el ahora ex vice el jueves pasado no tiene nada de novedoso. Lo que sí ratifica es la incapacidad o la falta de decisión del peronismo gobernante ante el tema vivienda, asunto prioritario si los hay en la Argentina, y particularmente en Entre Ríos.

El ex vicegobernador reconoció que se trata de un problema central, e incluso lo marcó como “el gran tema”, a partir del persistente y fundado reclamo de las amplias capas de la ciudadanía que no tienen ninguna chance de acceder al derecho a la vivienda, ampliamente consagrado en la normativa jurídica pero sin aplicación práctica.

El contundente dato que refirió Lauritto no es novedad para nadie, y El Miércoles Digital viene insistiendo con él desde hace meses: durante la gestión del gobernador Sergio Urribarri se anunció la ejecución de 1224 casas en La Histórica, pero en cuatro años sólo se entregaron 272, que además habían comenzado a construirse durante el gobierno anterior.

El dato increíble, injusticable, incomprensible (en tiempos de recaudación récord, cosechas récord, coparticipación récord, y progresismo récord –permítanme la ironía–) es que en un año el gobierno entrerriano no pudo terminar una sola vivienda más.

El Miércoles interrogó al saliente vicegobernador sobre este particular, en la idea de que si efectivamente se percibe como un problema prioritario, cuáles fueron los obstáculos para avanzar en una eficaz política de vivienda, sobre todo en épocas de enormes recursos en manos del Estado. Lauritto, amablemente, mostró que no hay respuesta a esa pregunta.

Ante la consulta de El Miércoles Digital, en relación al criterio aplicado en la política de viviendas para que se concrete un porcentaje tan bajo de las viviendas anunciadas, respondió que cuando abrió, en 2006, su oficina en Concepción del Uruguay para recibir inquietudes y pedidos de gestiones (en ese momento era diputado nacional), “no tenía capacidad de respuesta”, y explicó: “La gente no va a para solicitar un subsidio, sino que va a pedir por vivienda”. Informó que 16 mil personas necesitan vivienda, y se excusó afirmando: “Se avanzó mucho en obras viales, pero vivienda debe ser la prioridad”.

También marcó un dato interesante sobre la zona: “Ya no se pueden comprar terrenos porque acá hay tres grandes dueños de la tierra en la ciudad. Hay que expropiar”, graficó Laurito sobre la falta de acceso de suelos para la construcción y del alto valor de los mismos debido a la especulación inmobiliaria.

La rendición incondicional ante el scelzismo

La exposición del actual ministro estuvo atravesada por el malestar que siente ante los sectores dominantes del justicialismo local, o quizás por la impotencia ante su rendición incondicional ante el scelzismo. El velado reproche de Lauritto hacia su enemigo interno –casi nunca realizado con nombre y apellido– tiene al menos tres ejes:

- El escaso apego a las obras estratégicas para la ciudad (en este punto, por ejemplo, reprochó que no se movió un dedo en ciertos aspectos, pero además que se atribuyen obras ajenas, como la Defensa Sur o Paso Vera. Una frase reiterada: “Tanto esfuerzo para que después se saquen una foto con cara de preocupados y anuncien las obras que no hicieron”).

- La mezquindad hacia la interna, léase la decisión de no apoyarlo para que continuara como vicegobernador, lo que se traduce en la pérdida de poder de la ciudad (la monomanía de Lauritto).

- El control de los medios por parte del scelzismo, por el que no tuvo presencia ni siquiera cuando fue candidato a vicegobernador.

En cambio, reivindicó que “en el momento más difícil del Intendente (Bisogni) que fue el agua, cuando la ciudad se quedó sin agua porque no habían hecho las cosas bien, por dos bombas no arregladas... yo estaba al lado. Por eso yo puedo hablar”.

En su estilo habitual, es decir con detallada precisión para brindar cifras y una notable ambigüedad en el uso de definiciones elípticas, asumió “el fracaso” de su construcción política. La mezquindad de la dirigencia local, tanto política como empresarial, es uno de los dramas –para Lauritto– que la ciudad se halla lejos de asumir. No fue menos duro con los empresarios privados, siempre sin nombrar a nadie en particular, pero con dardos claros por ejemplo, hacia Oscar Riccio, por la decisión de esperar inversores de afuera en lugar de invertir ellos mismos en Concepción del Uruguay. A Riccio hasta le reprochó los pastos que crecen en la parte saliente de la fachada de la céntrica esquina en la que posee sus oficinas y que cada vez se asemeja más a un edificio abandonado.

Cifras y fracasos

En la primera parte de su alocución, Lauritto enumeró, de memoria y sin anotaciones, las obras realizadas en la ciudad resumidas en una cifra imponente: los más de mil millones de pesos que se invirtieron en Concepción del Uruguay en sus cuatro años al frente del Senado entrerriano. Las obras en escuelas, los aportes a las distintas instituciones, las refacciones, puestas en valor o construcciones en obras de infraestructura y lugares históricos, públicos y la fuerte apuesta a los espectáculos culturales como forma de favorecer a las ONG y a la vez brindar propuestas de calidad a la ciudad, las publicaciones solventadas desde la Vicegobernación, etcétera.

Pero sin duda la mayor parte del tiempo Lauritto la utilizó para explicar su mirada sobre el proceso que desembocó en su “rendición incondicional” ante el scelzismo. Así, tal como lo reflejaron medios vinculados al scelzismo, refrescó cómo fueron los cierres de listas en el PJ y las diferentes negociaciones que hubo, por un lado para definir la candidatura a intendente uruguayense, y por el otro, para aclarar el lugar en que quedaría él personalmente.

“En 2010 asumí que fracasé en mi intento de unir a Busti con Urribarri”, se lamentó y justificó esa pretensión: “No era malo querer unir a gente que estuvo junta más de 25 años”.

Sobre su lugar en el poder entrerriano, afirmó que “era vicegobernador hasta dos días antes del 5 de junio”, pero en esa matriz de distribución geográfica del poder que reina en el PJ, Urribarri le pidió el lugar para Paraná, y, perdido por perdido (ya había cedido en la puja por el intendente local) Lauritto cedió sin interponer mayores obstáculos.

Lo local, en cambio, no había sido tan sencillo. Según Lauritto las conversaciones (con precisión de día y hora) comenzaron con Bisogni, que en ese momento postulaba a Agustín Bordagaray, tras hacer saber Sergio Bertelotti que su nombre no sería de la partida. Lauritto, por su lado, barajaba dos nombres dentro de sus filas, que (también se lamentó por eso) no habían podido unificarse entre sí: los ya mencionados Cerrudo y Baldoni, e incluso aún sopesaba la posibilidad de volver a pelear la intendencia él mismo.

Hubo un intento de consensuar con la figura de Hugo Cettour pero se vino abajo porque a éste le molestó el “manoseo” de su nombre y se apartó de la disputa. Con el panorama estancado tras 11 reuniones entre las caras principales, a Lauritto le hicieron saber en el propio entorno de Urribarri que había que cerrar las negociaciones y evitar la interna en Uruguay. Lauritto no vio otra posibilidad que la rendición incondicional y así se lo hizo saber a sus contendientes: ya incorporado Carlos Scelzi a las negociaciones, quedó en manos de este sector la definición, y así termina siendo Schepens el candidato, con nula presencia del sector “laurittista” en las listas del PJ local.

“¿Por qué entre el acuerdo y la cesión absoluta de los espacios no hubo ninguna alternativa?”, Fue una de las preguntas que Lauritto no respondió.

Una anécdota, narrada por Lauritto con amarga sonrisa durante su alocución, muestra cuán hondo caló ese episodio en las filas del PJ no scelzista: narró que Fidel Baldoni, pocas horas antes de morir, se refirió a su persona como “el traidor más grande que ha habido en el peronismo uruguayense”. Como lo consignaron medios cercanos al scelzismo, Lauritto insistió varias veces en asumirse como responsable de este proceso, por no haber logrado el acuerdo con el otro sector del PJ, o en su caso por no haber apostado a competir en las internas para marcar el lugar de su propia gente.

Mil millones y ninguna flor

Lo que para Lauritto es causa de sus principales tribulaciones es la identificación de su lugar en el mundo con los intereses de la ciudad. No hubo alusiones al proyecto kirchnerista, ni al discurso oficial “nac&pop” con el que farolean tantos chantapufis del PJ que pocos años atrás eran los más neoliberales entre los menemistas. Al dejar de ser él vice, según la versión de Lauritto, la ciudad retrocede de manera irreversible. El número principal que muestra tiene que ver con los más de mil millones volcados en Concepción del Uruguay en obras, subsidios, arreglos, refacciones, etcétera. “Mil millones y ninguna flor”, o al menos ningún proyecto ideológico, ninguna diferenciación que permita saber qué tiene de distinto Lauritto de Urribarri, o Lauritto de Scelzi, o Lauritto de Orduna, Martínez Garbino, Leissa y los Solanas, con quienes intentó (casi una década atrás) un proyecto interno de oposición a Busti... que también fracasó.

“El problema de Uruguay no es que nos falte gente”, interpretó en esta línea de semantización territorial de la política peronista provincial. “El problema es que si creemos que con eso basta, no es así. En este momento, yo mismo, con la gente que me reúno en Paraná a comer asados y está todo bien, si me pueden patear 20 metros y que me cueste 80 volver, mejor. Yo tengo la mejor amistad con Urribarri, pero para los amigos están los asados, y esto es política”.

Como “esto es política”, Lauritto tampoco se priva de marcar su lugar en las elecciones y la performance que obtienen los demás. De ese modo, la Vicegobernación también se juega en otros parámetros: el ahora ministro recordó que cuando le tocó ser candidato, el PJ en Uruguay obtuvo los mejores porcentuales de la provincia. En cambio ahora, los votos obtenidos en Uruguay por la fórmula del PJ están en el quinto lugar de la provincia. También esa lectura forma parte de las tribulaciones (y del lamento) de Lauritto, que él identifica de modo directamente proporcional, con el ocaso de la ciudad en su peso provincial, aunque quizás sea más pertinente vincularlo con el ocaso de su propia figura, si es que ser ministro en un área tan estratégica como la educación puede ser caracterizado con una palabra como esa.

En ese sentido, en su alocución, Lauritto no se privó de hacer algunas valoraciones personales sobre su decisión de dejar la banca de diputado para ser ministro: “Urribarri me ofreció la Presidencia de la Cámara de Diputados. Pónganse en mi lugar: yo ya no tengo edad biológica para estar cuatro años frente a la Cámara de Senadores y cuatro años más al frente de Diputados. Ya está. Ya cumplí. Presidía la de Senadores, aprobábamos las leyes y basta. Son tiempos... Si tengo que estar cuatro años más en la de Diputados... ¡No!, ya está”.

Pero volvamos a los mil millones y a la labor del vicegobernador concebida como un gestor de recursos hacia su ciudad de origen. Podría decirse que si éste es el esquema para el progreso, inevitablemente siempre habrá 76 ciudades entrerrianas (o al menos 15 departamentos, y quizás más de 200 municipios) virtualmente condenados al atraso, por cuanto sólo hay un gobernador y un vice, que se dedicarán a enviar todo el dinero posible a sus propias ciudades o en el mejor de los casos a sus departamentos.

Preguntas sin respuestas: el misterio “progre”

Las preguntas que siguen quedando abiertas son, seguramente, imposibles de contestar desde el lugar (imaginario o no) de Lauritto. Quizás ameriten análisis más profundos de parte de especialistas en ciencia política, que se le animen a ese particular meganegocio que es el PJ entrerriano, que insiste en hacer creer que es progresista un gobierno que decide no hacer una sola vivienda; que pone como titular de la Legislatura a un burócrata sindical millonario e impresentable, sospechado de corrupción, y al frente de los puertos entrerrianos a un funcionario que fue echado del Puerto local por ñoqui por su propio primo; un gobierno “progre”, en fin, que entre sus primeras medidas aprueba (entre gallos y medianoche) una ley para crear una Sociedad Anónima para que los grandes pooles del campo puedan explotar durante cien años las tierras fiscales.

Para quien proteste, los “progres” del ámbito nacional, en tiempo también récord del nuevo gobierno, ya se expidieron: se les (nos) podrá aplicar la Ley Antiterrorista.

En verdad, se trata de un desafío para las generaciones futuras: entender a quién se le ocurrió que esto era progresismo.

De todo esto, claro, no habló el ex vicegobernador.

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