Pablo Rochi
Luis Murúa mantuvo una extensa y jugosa charla con ANALISIS en la cual, por un rato, se olvidó de su equipo y de la necesidad de ganar el domingo. El técnico habló de su profesión y reconoció ser un apasionado del fútbol, si bien criticó a destajo esta actividad que califica de “deformante, deshumanizante e insalubre”. Por otra parte, reconoció que tiene asumido que si no asciende con Patronato, él mismo se tendrá que ir. Además, extrañamente, admitió que le gustaría vivir hasta los 65 años para poder disfrutar lo que le queda de su profesión a full. En tal sentido, habló de lo que significa este deporte en su vida: “El fútbol es preocupante para el ser humano. Yo arrastré a mi familia a todo esto. Hoy, hace 10 años que estoy separado. ¿Por culpa de quién?: del fútbol. Vos me dirás: ‘Vos sos loco’... Sí, soy loco. El fútbol me transformó en eso”.
-Un técnico apasionado como usted, ¿dónde se siente más a gusto, en la tranquilidad que le dan las victorias o en la presión que le exigen las derrotas?
-Yo extraño más la presión. Yo convivo con la presión de mi trabajo, con la espera de ir a trabajar, con el hecho de tener que revertir la situación e ir en busca del resultado. Siempre digo que es más duro dejar de ser entrenador que dejar de ser futbolista. Cuando vos sos futbolista y abandonás la actividad tenés una segunda vida deportiva que continúa con el ser entrenador. Ahora, cuando dejás de entrenar no tenés otra oportunidad de estar relacionado con la actividad.
-¿Pero ahora existe el manager, que puede ser la continuidad del entrenador?
-Ahí está, me sacaste la palabra de la boca. Por eso, sabiendo de esto, yo ya me estoy preparando para de aquí a 10 años ser manager. Lo hago de igual manera que en su momento me preparé para ser técnico, sabiendo que iba a andar de un lado al otro, sin un lugar fijo.
-¿Le gusta esa vida nómada con la cual convive el director técnico?
-Sí, me encanta, me gusta mucho. Tiene que aparecer algo muy importante como para decidirme a quedarme en un lugar. Por ahí lo relaciono con la edad. Otra cosa que me fascina es trabajar con los jóvenes. Ellos lo pueden todo. Y uno nunca deber perder el ser maestro que lleva adentro. El maestro se debe preocupar en enseñar y en corregir, tener la capacidad para ambas cosas. En cuanto a la vida que elegí, no recuerdo un día que no me levante y piense en la pelota. Fue así desde los 12 años y hoy tengo 46. Lo juro, no hay día que no piense en la pelota. Actualmente hace 10 años que elegí esta profesión.
-¿Y reniega de algo?
-No, nunca.
-¿Y cuándo pierde un partido o el equipo juega mal, tampoco?
-Y… no sé si es lindo pero sí es necesario. Es un hecho natural. Nadie, absolutamente nadie está toda la vida ganando. En esta globalización absoluta hemos dejado de aprender a perder. Para todos perder es un drama. Que hace uno: cuando tengo miedo de perder compro un árbitro, o uso drogas para mejorar mi rendimiento físico, o intento algo para no quedar en ridículo. No es así. Después está el otro, el que no se quiere hacer cargo de la derrota. Entonces qué hace: le hecha la culpa al referí, o dice que éste no es el equipo que armó, o el línea no sancionó una falta. El técnico es la persona que más excusa mete y que menos cargo se hace. Éstas son las cosas que no nos hacen crecer.
-¿Hasta qué punto le molesta perder?
-A mí no me jode perder porque me he acostumbrado. De hecho, cuando uno toma el error para poder enseñar y ver que el equipo o el jugador crece a partir de la derrota, entonces es ahí cuando uno se recibe de técnico. Yo admiro a esos tipos que mantienen una postura de aceptar que un jugador se equivocó y de enseñarle en base al error. Ojalá yo pueda lograr eso algún día. Eso es de sabio, del maestro, del que tiene la palabra justa. Es decir, de utilizar el error como algo útil y no como algo trágico. Si vos me apurás y me preguntás qué defecto tengo, es ése.
-Justamente le iba a preguntar, en su autocrítica, cómo se veía como maestro para enseñar y corregir.
-Me veo mal. Veo que me falta en el aspecto de la corrección. Yo hago correcciones negativas. Hay momentos que al jugador le digo: “No, no se patea así, se patea afuera. Así no vas a llegar nunca a nada”. Y de pronto me doy cuenta de que la mejor corrección es: “Mirá, si le pegás de esta manera estaría mejor, va a resultar más beneficioso”. Me tortura pensar que no le supe corregir al jugador. En serio, es una tortura. Seguramente en algún momento tendré que charlarlo con un psicólogo. Para mí es por una carga emocional excesiva, porque al mismo que recién puteé después le doy en beso.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
