Unos que sí resisten a la sojización total

Edición: 
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Los Ferrari, puestos entre la espada y la pared

Daniel Tirso Fiorotto
Especial para ANALISIS

El desierto verde pasó de amenaza a realidad. El monocultivo no es un peligro latente sino un hecho palpable. Soja y más soja. El testimonio personal de Juan Ferrari, un productor de carne y hueso que resiste en soledad, con sus cuatro hijos, al embate de los pooles de siembra, y de un estado destructor de sueños, echa por tierra la propaganda oficial. De un lado, los dientes del latifundio y del estado, del otro Botnia. El desenlace se huele en el aire.

El avance arrollador de la soja se mide en 15 años, de 1991 a 2006, en que saltó del 6,9 por ciento al 67,7 por ciento de la superficie agrícola total ocupada en Entre Ríos. Sembrada y cosechada por inversores foráneos, exportada por multinacionales, la soja se muestra en estos días exuberante. Eso es el desierto verde. Pocos controlan todo, crecen los pool, dos multinacionales venden los insumos, una multinacional embarca en el puerto… Y el estado que recauda y paga una opinable deuda externa o distribuye a piacere.

Conocer desde adentro las tentaciones del poder concentrado que gira en torno de la palabra soja es un modo de colocar en el banquillo a un régimen que se reproduce y que ya dejó el tendal.

Ligados al problema económico de subsistencia, cada día se conocen más preocupaciones en torno de los presuntos daños de este sistema con abundancia de agroquímicos sobre la salud de la gente. Ese es un aspecto del mismo problema que por su complejidad merece otra nota en una provincia que se jacta de políticas ambientales y no realiza estudios mínimos de impacto en sus principales actividades.

Juan Ferrari, de 44 años, perdió a su esposa hace poco, y sigue viviendo con sus cuatro hijos en sus 121 hectáreas de la colonia oficial El Potrero. Desde allí se visualiza, al fondo, la chimenea de Botnia.

A pocos kilómetros, la estancia El Potrero, frente a Botnia, con 30.000 hectáreas que acaban de ser vendidas y son un símbolo de la tenencia concentrada de la tierra, sin peros de una clase política que ha naturalizado el despojo como si fuera un mandato divino.

“Los vecinos míos no existen más. Ese campo era de Sosa y no está más, allá a la izquierda Reinaldo no está más, arriba Espomer está al cincuenta por ciento, incluso mi tío Ferrari tuvo que vender un pedazo de campo. Herner tampoco está más, Reyes se fue al pueblo y arrienda el campo, vecinos prácticamente no hay… Mi señora falleció, así que estoy con los gurises acá, nada más. Son cuatro chicos”.

-¿Posibilidades de que ellos sigan en el campo?
-Uno trata de dárselas, vamos a ver si aceptan.

-O ven que están aislados, mucho sacrificio…
-No sé si tan aislados. Tenemos vehículos. El problema es la mentalidad de la ciudad, allí por ahí no se trabaja, los muchachos duermen hasta el mediodía, se levantan, comen, después la siesta. Cuesta mucho que un chico no se contamine. Acá no es así, nos levantamos temprano, trabajamos todo el día y nos acostamos cansados.

-Veo que la casa está armada con maquinarias para cultivar.
-Yo era un pequeño o mediano productor, llegué a sembrar hasta 1.200 ha para mí. La idea era sembrar 2.000, 2.500 hectáreas.

-Para eso ¿qué herramientas hay que tener?
-Tengo tractores, sembradora de siembra directa, cosechadora, fumigadora, tengo toda la herramienta que hace falta. Pero hoy por hoy no me sirve sembrar para mí, sino hacer trabajo de contratista. Porque la enorme cantidad de dinero que yo precisaría, en una errada de cosecha me fundiría.

Plata es lo que sobra

-¿Podés competir con un inversor de afuera, pagando arrendamientos?
-No, es imposible. Por empezar, el empresario de Buenos Aires viene con la plata que le sobra, que tiene en el banco y no le da rentabilidad en los plazos finos, y en la Bolsa tampoco. Entonces vos estás luchando no con una persona a la que le hace falta el dinero sino con alguien a quien le sobra. Él viene acá, paga todo, y si le queda un seis, un diez por ciento de ganancia está conforme. Pero si vos llegás a tener como productor un 30 % de ganancia prácticamente, si tenés mala suerte y rompés un motor te sale esa plata. Es imposible competir con ellos, y optás por hacer trabajo de terceros.

-Por ser empleado.
-Si no los podés, uníteles (ríe)

-Los antiguos colonos nuestros ¿pasan a ser cubcontratistas?
-Creo que un 70 por ciento sí. En mi campo todavía, hasta este año, lo trabajo yo, con otros colonos que también tienen sus tierras y las trabajan ellos, pero no pueden salir a arrendar afuera.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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La muestra se puede visitar en el Museo Conrado Hasenauer.

La participación será de grupos de hasta 30 personas por velada

Será a partir de las 21 en el “Auditorio Scelzi”.