Lejos de un lunes negro
La población entrerriana avaló las políticas de Javier Milei y el oficialismo gobernante logró una contundente victoria en Entre Ríos, tal como sucediera en casi todo el país, en las elecciones del domingo. Significó también un claro aval a Rogelio Frigerio, que, con tales resultados, se posicionó como uno de los gobernadores más allegados al Presidente. En el círculo más cercano a Frigerio, ya empezaron a hablar de la necesidad de trabajar para una posible reelección en el 2027. El PJ exige autocrítica y algunos quieren duras sanciones a los candidatos disidentes por haber ido por fuera de la estructura.
Por D. E.
Rogelio Frigerio sabía que iba a ganar el domingo, pero nunca pensó que por tanta diferencia en Entre Ríos. No había ninguna encuesta que marcara esa distancia sobre el peronismo oficialista. Igual confiaba en su olfato político y máxime después de ponerse al hombro la campaña proselitista, en el último tramo. Los candidatos libertarios no movieron ni un dedo en Entre Ríos. No recorrían la provincia, no se mostraban ni siquiera en sus ciudades y ni siquiera hacían declaraciones periodísticas.
El candidato Joaquín Benegas Lynch recién pasó por algunos medios en los últimos 10 días, pero el resto brilló por su ausencia.Andrés Lauman, diputado nacional electo, por ejemplo, solo hablaba con sus “periodistas amigos” y donde le garantizaran que no se le iba a preguntar de los manejos irregulares de su suegro Todoni en jurisdicción de Paraná.
Al parecer, los candidatos -muchos de ellos cargados de inexperiencia política- entendieron que con el mensaje del presidente Javier Milei, que fue ganando en intensidad y la presencia casi permanente en los medios de algunos de sus funcionarios nacionales, era suficiente.
No obstante, Frigerio en persona iba hablando casi a diario con ellos, en especial con Benegas Lynch -con quien entabló mejor relación, por sus características profesionales fundamentalmente- y con la ahora electa senadora nacional Romina Almeida, empresaria paranaense.
No obstante, el bajo perfil de los candidatos del oficialismo entrerriano, que en muchos sectores cayó muy mal, pasó a ser también una estrategia comunicacional que al gobierno le salió bien. No solo los libertarios hicieron un silencio prolongado, sino también los principales candidatos de Frigerio, como Alicia Fregonese y Darío Schneider, salvo algunas excepciones. La actual presidenta del Consejo General de Educación(CGE) prácticamente no hizo declaraciones y solamente Schneider se expuso -a cuentagotas-, ante los medios, utilizando quizás una práctica que ya venía haciendo desde que era intendente de Crespo y luego como ministro de Planificación.
La intensidad en la campaña la instalaron los candidatos peronistas, pero poco les sirvió ante el aluvión mileinista. Pero la característica fue, más que nada -y en especial de parte de los disidentes-para pelearse entre ellos y poner en un segundo plano las críticas al gobierno de Frigerio o de Milei. La estrategia de algunos operadores del oficialismo, de buscar y lograr ese quiebre -más que nada después de la decisión de la conducción del peronismode no ir a interna por falta de papeles en los sectores minoritarios- fue fructífera y cumplió su objetivo.Encontraron el punto débil y apretaron el acelerador a fondo. Era más fácil para el gobierno provincial que el desgaste lo genere el propio peronismo disidente, enmarcado en un “enojo sin perdón” hacia los principales referentes del PJ, que apuntarle a la cabeza a Adán Bahl o a Guillermo Michel.
En el gobierno los principales protagonistas tenían borradores con información selecta para embestirlos, pero decidieron no hacerlo.“Yo no acostumbro a hablar de mis oponentes y menos previo a una elección”, dijo Frigerio, aunque siempre también mandó un mismo mensaje: “Los que destruyeron el país en las últimas décadas, nos quieren enseñar qué hacer en esta instancia y no se lo vamos a permitir”. Sin nombrarlos, se refería a los principales candidatos del oficialismo peronista. Por eso bajó incluso la orden de que no era necesario apuntarle a los rivales. Por eso fue que a veces -solo a veces- legisladores o intendentes podían rozar con algunas críticas al exintendente y exvicegobernador Bahl -que en estos dos años fue de los dirigentes peronistas de mejor relación con el gobierno de Frigerio y con el propio gobernador-, pero nunca buscaron romper una especie de código de convivencia política. Tampoco cruzaron a Michel, también con flancos débiles -en especial por su estrecha relación con Sergio Massa en el último gobierno de Alberto Fernández-, salvo excepciones como una denuncia de Domingo Daniel Rossi, por supuestos manejos de fondos en la campaña de 2023. O sea, de dos años atrás.Pero como ha venido pasando en estas últimas décadas, Rossi es de los personajes menos creíbles de la política entrerriana y siempre cargado de cinismo y caradurez. Y para el oficialismo, fue más fácil provocar que ese desgaste lo hicieran los propios peronistas enojados, aún sin saber hasta dónde les daba buenos resultados. Pero les sirvió.
(Más información en la edición gráfica de la revista ANALISIS, edición 1165, del día 30 de octubre de 2025)


