Memoria Frágil y el salvaje asesinato del dirigente justicialista Jorge Castillo

Jorge Castillo

El dirigente Jorge Castillo fue asesinado en plena campaña electoral.

De ANÁLISIS

El dirigente Jorge Castillo estaba convencido que iba a ser el intendente de Nogoyá en las elecciones de 1995. Primero tenía que ganar la elección interna del Justicialismo, pero no dudaba demasiado. Era el referente de Jorge Busti en la ciudad y todo indicaba que el concordiense retornaría al poder en Entre Ríos por el desgaste de la figura del ex gobernador Mario Moine y de sus allegados que buscaban afianzar al entonces ministro Jaime Martínez Garbino con Domingo Daniel Rossi como compañero de fórmula.

En esa noche del 16 de septiembre de 1994, a Jorge Castillo se lo vio algo preocupado del asado que había organizado su línea interna del PJ. Se fue del restaurante La Gruta en las primeras horas de la madrugada del día 17. Horas antes había tenido una reunión reservada en Rosario del Tala con gente de Vialidad Provincial, donde le pasaron varias facturas. Eso le molestó. El reclamo económico que le hacían, no tenía demasiado asidero. Pero lo entendió como un apriete. El entonces delegado zonal de Vialidad en Nogoyá, vivía solo en su casa de calle Quiroga y Taboada al 1100, después de separarse de su esposa. Se había puesto de novio con la docente Norma Rossi quien aún estaba casada con un conocido gasista de la ciudad, y generaba cierta resistencia entre las militantes de su sector. Por eso, la joven Rossi no asistió a la cena.

Castillo volvió a Nogoyá, pero antes de llegar al comedor pasó por el Canal de Cable local y realizó un reportaje con el periodista Antonio Oberti y habló sobre cómo iba la campaña y cuál era el real objetivo de la cena de esa noche. “Jorge Castillo estaba un poco rebelde a la conducción del Partido Justicialista en ese entonces. Tanto es que en varias oportunidades, en el congreso provincial de Paraná, nos bajaba la información de que las cosas no iban como quería la militancia. Él quería ser candidato a intendente y eso le valió una discordia con el entonces diputado (Faustino) Schiavoni”, contó Oberti y recordó cuando Castillo, esa noche, le confió que estaba armado. “Me dijo que andaba armado porque tenía miedo que lo mataran, ‘pero no me van a agarrar dormido’ dijo”.  

Los días previos de Castillo fueron extraños. Por eso llevaba siempre una pistola oculta entre sus ropas, de la que muy pocos tenían conocimiento. Recibió llamados telefónicos intimidatorios, pero los ocultó. Aunque advirtió un detalle: cómo tenía controlada la línea de su casa, cada vez que atendía un llamado, se escuchaba como levantaban el teléfono de otro lado. A pocos metros de su vivienda se había apostado un policía y seguía todos los movimientos de la familia.

Pese a la euforia de militantes, Castillo no quiso hablar la noche de la cena. A muchos les sorprendió la distancia que puso en la larga mesa, el entonces diputado provincial Schiavoni. La situación entre ambos parecía algo distante. No obstante, 15 días antes de la cena Schiavoni le había salido de garante en un crédito solicitado en el Banco Galicia por 5000 pesos para pagar gastos de la campaña. Schiavoni se fue de la cena cerca de la medianoche. Castillo hizo lo mismo horas después. Su cuñado, Antonio Kapp y su hermana Adriana lo vieron irse cerca de las 3.15 de la madrugada.

A los días se sabría, de acuerdo a los dichos de Norma Rossi que apenas salió de la cena, la fue a buscar a su departamento. Rossi se cambió y se fue con Castillo a su casa. El dirigente dijo que le había caído mal la cena, pero de igual manera abrió una botella de Wisky que le regaló el médico neurólogo Gabriel Giusta, a quien el delegado zonal le había arreglado el camino a su estancia. A los pocos minutos, Castillo se descompuso y le dijo a su mujer que prefería llevarla a la casa. Pasó por una estación de servicios para comprar cigarrillos y retornó a su domicilio.

La madrugada del 17 de septiembre, el taxista Pedro García fue quien avisó a los bomberos que de la vivienda del dirigente Jorge Castillo salía humo. Un suboficial de la Jefatura Departamental de Nogoyá, fue el primero en llegar al lugar un poco antes de las 6 am. Abrió la puerta y la presión lo tiró para atrás. Dentro de la habitación era un caos. Las llamas llegaban hasta el techo y la temperatura, que se comprobaría después científicamente, estuvo cerca de los 1000 grados. El estallido de todos los vidrios se produjo por el calentamiento. No obstante, las prendas que estaban en el placard no alcanzaron a quemarse. Estallaron el calefactor y los mosaicos de la habitación. Después se comprobaría que se usó un combustible sólido, más la ayuda de otro combustible líquido que aceleró la ignición. De inmediato se descartó cualquier cortocircuito porque cuando ingresó un cabo de la Policía, pudo encender la luz de la habitación.

Castillo estaba totalmente calcinado, atravesado en la cama de su habitación. En posición de cúbito dorsal. Diez días después se supo, por el informe de los médicos forenses de Paraná que la muerte fue por un paro cardio-respiratorio. No obstante se comprobó que hubo ingesta de monóxido de carbono. Los peritos Carlos Falcón y Horacio Zaidenberg, nunca dudaron en señalar que estaba vivo cuando fue quemado. Lo único que no se pudo determinar fue si Castillo recibió un golpe, lo que a toda vista resultaba obvio. La cantidad de alcohol que tenía era exigua y no había restos de psicofármacos en sangre. El cuerpo reducido del dirigente quedó por algunas horas tirado en la cama. Fue observado por demasiada gente que se agolpaba en la ventana que daba a la calle en esa mañana de sábado. Incluso todos observaron cuando, como consecuencia de la temperatura, cayó buena parte de la mampostería del techo sobre su cama.

El juez de instrucción Gustavo Meda se hizo presente en la vivienda casi en forma simultánea con el diputado Schiavoni, cerca de las 7.30 pero no habían ido juntos. El diputado no dejaba de tomarse todo el tiempo la cabeza, y trataba de consolar a los familiares de Castillo pero era en vano.  Su hermana reconoció el cuerpo por los dientes, las entradas en la frente, el cabello y los bigotes.

“Se habló de un accidente porque estaba en la cama. Se dijo que se le cayó un cigarrillo que inició el fuego y se quemó. Eso terminó así judicialmente, como que se quemó por la caída de un cigarrillo en la cama. Más allá que si eso inició un gran foco de incendio o el mismo monóxido lo fue durmiendo de manera que no pudo reaccionar con el primer fuego que comenzó a quemarlo. En este caso se supone que fue quemándose de a poco”, recordó el ex secretario judicial Héctor Segura.

Jorge Adur, el amigo de Castillo, aún se pregunta qué motivos tuvieron para matarlo. “Él salió de la casa del cuñado, caminó 150 metros y lo estaban esperando. En el juicio no hubo ningún indicio de nadie que dijera cosas malas de él. Y acá la gente realmente se vio impactada. Fue una cosa totalmente inusitada. Rumores había cantidades. Pero en realidad nada de lo que se decía era real. Jorge era buenazo. Pero además, su propio origen. Era un muchacho de barrio, humilde, hijo de changarín. Había progresado políticamente porque en el partido se lo quería”, valoró.

Investigación

La investigación sobre el asesinato personal policial de Concordia. Nunca se entendió demasiado porqué se acudió a una comitiva de Concordia y no de Paraná que quedaba más cerca.

Entre las primeras informaciones que tuvo el juez Meda, le llegó el dato de la presunta participación en el hecho de Jorge Firpo, marido de Norma Rossi, y lo detuvo a los pocos días. Había algunos elementos a tener en cuenta. Se enteró que había una fuerte disputa entre Firpo y Castillo por la situación de la mujer. Hubo quien reveló que el detenido compró un bidón de nafta en la estación cercana a la ruta, cerca de las 2.30 en la misma noche del crimen y para colmo, se le encontró un plano de la casa del dirigente fallecido. Era el único croquis que tenía entre sus anotaciones. Pero además Firpo fue observado por dos testigos esa madrugada, que lo vieron ingresar y salir de la vivienda de Castillo.

El dirigente había contratado a Firpo para que le hiciera una instalación de gas y pero la colocación de las estufas nunca se concretó. Firpo terminó preso el 7 de octubre. El canal de cable de Nogoyá  registró el preciso momento que era sacado esposado por la Policía de su domicilio. Al día siguiente, cayó presa su esposa, Norma Rossi, quien días antes se había presentado espontáneamente ante rumores que circulaban sobre su rol en los hechos. Meda esperó unos días y ordenó su detención al entender que podía haber cierta complicidad porque en la escena del crimen aparecía una mujer con sus características, y un tercer hombre al que, pese a que lo tenía identificado por ser un suboficial de la Policía, nunca lo hizo detener. El juez Meda tuvo también el dato proveniente de una vecina de Castillo que jamás quiso hablar, quien observó el ingreso de por lo menos cuatro personas esa madrugada, de altura considerable, todos vestidos de oscuro.

La muerte del juez, con el arma de Castillo

Meda elevó a juicio la causa Castillo pero nunca pudo saber los resultados. El 22 de agosto de 1996, optó por suicidarse con un revolver calibre 38 que pertenecía al ex dirigente asesinado Castillo. El disparo sonó a mensaje. Meda preparó pacientemente su muerte. Escribió una carta a su mujer, dejó otra para sus hijos y se en su camioneta a un campo a pocos kilómetros de Nogoyá. Descendió del vehículo y antes de tomar la drástica determinación, destinó los últimos minutos de su vida a escribir en el capot del auto. En ese escrito le pidió perdón a su padre por lo que iba a hacer.

El cuerpo del juez fue hallado a las 8 de la mañana de ese día. Nadie se ocupó de determinar por qué se mató el juez Meda. Algunos apuntaron a presiones políticas, otros a las deudas. Ninguna teoría tuvo demasiados argumentos sólidos. Quedó claro que nadie estaba dispuesto a meterse con esa causa. Todos miraron para otro lado.

Adriana Castillo fue la única que siguió reclamando por el esclarecimiento del crimen de su hermano y tuvo que soportar el martirio de los dueños de las sobras. Tras la muerte de Jorge Castillo, fueron incesantes los llamados anónimos que tuvo que soportar. La mujer recuerda cuando entraron al departamento de su hija en Buenos Aires. “Destrozaron todo, sólo se llevaron una cámara de sacar fotos y papeles”.

“Todo lleva a penas que fue un crimen político. Ese fue un gil, no está a la altura para realizar semejante crimen. Había personas con Handy comunicándose. Un pobre gaucho no va a andar con un Handy. Esto fue un crimen por encargo. Esos días mi hermano andaba muy nervioso. En la campaña le iba bien. Sabía que estaba amenazado. Él siempre venía a casa y dejaba la pistola arriba de la heladera. Él me decía que sabía que lo iban a agarrar en el auto, me decía que no les tenía miedo. Me decía que si lo querían echar de Vialidad, que lo echen, que nadie le pondría la soga al cuello”, relató la hermana.   

Al recordar las agresiones en el panteón donde yacen los restos de Jorge Castillo, la mujer recalca: “A mí que no me digan otra cosa. Esto fue un crimen político atroz. Tuve que ir a reconocer a mi hermano como un muñeco en la cama. Una persona ignorante no puede hacerlo. Eso estuvo bien orquestado, programado. Si no, no me hubiesen molestado tanto, ni a mí ni a mi hija que no tenía nada que ver”.

“Según lo que me dijeron expertos en armas, cuando el juez Meda murió no estaba como si se hubiese disparado, estaba como si lo hubiesen entubado, en la jerga es cuando te eliminan. Después quedó todo ahí, pero se mató en una línea directa al panteón de Castillo”, aportó Oberti.

Juicio

En el juicio no se investigaron las relaciones políticas ni económicas alrededor de Castillo. La línea discursiva no se salió del acusado Firpo.

Marcelo Baridón, abogado que llevó adelante el reclamo civil de los hijos de Castillo, recordó que el debate fue en Gualeguay. “Había una defensa clásica de los defensores de Firpo. Sostenían que el muerto no era tal, tenían como objetivo prolongar el pleito. Desfiguraron el cadáver y la casa quedó destrozada. Eso se zanjó y la prueba, recuerdo que Firpo fue capturado y en su poder había un mapa de la casa, lo vieron unas horas antes en estación de servicio. Hay una serie de datos indiciarios que ese fue el hombre”.

La prueba de autos llevó a suponer que la infidelidad de su mujer, Norma Rossi, motivó a Firpo. “Tenemos probada la premeditación del hecho, pero no el haberlo cometido. tenemos indicios que explican la causal y grado de certeza”, dijo en su momento el fiscal Cosundino. Y consideró a Firpo como autor material.

“En derredor del crimen de Castillo, dadas las circunstancias, una serie de consideraciones respecto de quien fue el autor. La construcción política entrerriana, en sus dos sistemas, son construcciones políticas de tipo departamental, de caciques, son jefaturas con importante desarrollo, los intendentes. Es un cargo de suma importancia y Nogoyá es una Intendencia de las fundadoras de la provincia de Entre Ríos. El crimen en una ciudad como Nogoyá, del precandidato a intendente podía ser leído como un crimen político. Nada de esto apareció en el juicio. Hubo comentarios, manifestaciones, dudas, seguramente motivados por el dolor de la pérdida”, manifestó Baridón.  

La sentencia se leyó el 14 de marzo. Eran pocos los que desconocían el final de la condena a Firpo que iba a leer el tribunal. Los vocales consideraron que quedó perfectamente probada la participación de Firpo, entendieron que el fuego que se incendió en el domicilio de la víctima, fue intencional y existió un acelerante y que Firpo estuvo en varias instancias en inmediaciones del lugar. En consecuencia se lo consideró autor material del homicidio simple, en perjuicio de Jorge Castillo por lo que se le aplicó la pena de 15 años de prisión. Para la Justicia entrerriana, quedó claro que no había que investigar nada más.   

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