Paula Osti
Vive en Villa Urquiza donde da clases de Artes Visuales en la escuela secundaria Agrotécnica. En 1999 terminó sus estudios en la Escuela de Artes Visuales de Paraná, donde actualmente trabaja dando clases a niños pequeños. En la UADER se dedica a la formación docente y, por otra parte, brinda talleres abiertos a la comunidad una vez al mes sobre juegos cooperativos, en el Centro Cultural La Hendija.
—Una vez que terminé mi carrera, que presenté la tesis, hice el proceso de gestar una idea y de empezar a ver cómo materializarla. Ese proceso creativo para mí estuvo muy bueno y lo sigo teniendo en cuenta en otras cosas que hago.
—¿Cómo siguió tu vida a partir de ahí?
—Con el que era mi compañero en ese momento, Sergio Fabri, en el 2002 nos fuimos a Barcelona a hacer una muestra en una galería y a participar de una serie de ferias de artesanías. La muestra se llamaba “Detrás del Alma”. Ante de viajar, aquí en Paraná, pasé por un lugar en calle Perú donde vendían cosas usadas. Tenían en vidriera dos o tres hormas de zapatos, y cuando entré a preguntar si tenían más, resulta que había una parva de zapatos impresionante. A partir de eso, de comprar hormas y zapatos, armamos juntos una muestra donde esas hormas eran como ese volver hacia atrás, pisar las huellas de los que habían sido; los dos teníamos orígenes en Europa. Llegamos a Barcelona con esa muestra, que ahora que pasaron los años la entiendo más.
—¿Por qué?
—Porque en ese momento no sé si tenía real dimensión de lo que iba a buscar.
—¿Qué encontraste?
—Primero estuvimos en Barcelona y luego nos mudamos al País Vasco. Estuvimos casi cinco años en España. El país Vasco fue algo muy significativo. Una de las cosas que estoy desarrollando en Paraná son los talleres de juegos cooperativos, y tuve mi primera experiencia en un taller de juegos cooperativos justamente allá, en esa comunidad de España. Mudándonos como inmigrantes a una zona rural, pero con su centro, sus comercios, centros culturales, bibliotecas. Había una familia vecina que nos llamó por teléfono diciendo que invitaban a todos los vecinos para el momento de recolección de pollos. La dueña de la casa nos invitó entonces a hacer este trabajo y después cenamos con la comunidad. A partir de esto, empecé a entender también esto de la cooperación, más allá de los juegos.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS correspondiente al día 7 de julio de 2016)