Las torpezas del gobierno en su relación con el campo

paro del campo

Por José María Varangot (*)

La medida del cierre de exportación de maíz, adoptado por el gobierno el pasado 30 de diciembre de 2020, de manera inconsulta, provocó en las entidades rurales con las que venía reuniéndose, una serie de reacciones, que van desde distintas convocatorias a asambleas de productores y ciudadanos en general, hasta un paro de comercialización de granos por 72 hs. El Ministerio de Agroindustria se había comprometido que todos los temas incluidos en la nutrida agenda de los productores tendrían un tratamiento consensuado. Cabe recordar que la falta de solución comprenden temas como la rotura de más de 150 silobolsas y quema intencional de campos sembrados, sin resultados en sus investigaciones; usurpación de tierras y campos como la ocurrida en el norte de nuestra provincia de Entre Ríos, con acciones delictivas de violación a la propiedad privada, que contaron con la presencia y acompañamiento de funcionarios provinciales y nacionales, sin explicación alguna oficial hasta ahora; sanción de la Ley de Manejo de Fuegos con opinión absolutamente contraria por parte de la totalidad de las entidades representativas; retraso de medidas a aplicar economías regionales como la producción lechera y de arroz, entre otros pendientes. Ahora bien, volviendo al más actual, la prohibición de exportar maíz, llama la atención la incomunicación previa para analizar la situación, ni siquiera hubo acuerdo en el stock de maíz existente en el país. Hubiera convenido ponerse de acuerdo en hacer reserva del maíz necesario para consumo interno y disponer del resto con destino exportación, de manera de contribuir al ingreso de divisas, tan esencial para nuestro país desde hace varios años y de paso, evitar el desgaste que significa tomar una medida, complicada e inconsulta, alardeando que “no se retrocederá 1 cm en su cumplimiento”, reformarla y en 24 hs. dejarla sin efecto. Por las razones citadas y en función de las desafortunadas declaraciones de funcionarios y legisladores del oficialismo, cualquier atento lector, percibe que es imposible, hasta ahora, confeccionar y cumplir un plan de producción conjunto, entre gobierno y las entidades del agro, habida cuenta que se advierte una enorme cuota de resentimiento y desconocimiento de su operatoria.

En razón de la pandemia como así también por responsabilidad de gobiernos anteriores, durante el 2020, diferentes e importantes Industrias ha disminuido su nivel actividad, como la Construcción en un 21%, Textil en un 22%, Automotor 21%, paralelamente, el sector de la agroindustria la ha incrementado, reflejándose en U$D 5.000 millones más la exportación de granos ayudado por el aumento de los precios internacionales, la exportación de carne, ante el aumento de la demanda China, aumento su exportación de carne en 1600.000 tns. respecto del año pasado. Hoy el sector campo argentino significa 1/3 del PBI, 1/3 del empleo nacional y el 65% de las divisas que ingresan al país. Por otro lado y en relación al famoso desacople de precios internacionales con los domésticos, habría que recordarle a la diputada oficialista Vallejos, que tener la posibilidad de exportar no es una “desgracia” ni maldición” tal como lo dijo el pasado 14 de Enero: “…tenemos la maldición de exportar alimentos de modo que los precios son tensionados por la dinámica internacional”. La legisladora debe asesorarse, pues la suba de precios internos se produce entre el galpón de producción o el campo y las góndolas. Se trata de la falta de sinceramiento de la cadena de comercialización de los productos de la mesa de los argentinos, que es un tema pendiente de solución de los últimos gobiernos y se alimenta, lamentablemente, por la expectativa inflacionaria tan instalada entre los argentinos, el alto costo de la logística como depósito, fletes, transporte, que hace que seamos uno de los países más caros del mundo en el rubro. La diputada Vallejos tendría que ser más creativa y buscar otras caminos que conduzcan a resguardar los precios de los productos que consumimos, que no sea a costa del productor que muchas veces cobra migajas por la producción de su economía regional o a costa del ajuste de los jubilados. Convendría apuntar a políticas más serias que tengan como objetivo el incremento del trabajo privado, mayor exportación con valor agregado, bajar los costos del funcionamiento de la estructura política y paralelamente y en la medida posible, ir disminuyendo el sistema de subsidios de manera de recuperar paulatinamente la cultura del trabajo, tan fundamental en otras épocas en Argentina.

Las declaraciones comentadas es una de tantas, porque es común escuchar expresiones inoportunas y contradictorias entre el presidente Fernández y funcionarios de su propio gobierno. Es sabido que la vicepresidente Cristina Fernández critica a “los funcionarios que no funcionan invitándolos a que cambien de laburo” o “la falta de intervención del Estado en aspectos como control de precios o de nuestro comercio exterior”. ¿Se olvida acaso, la Sra. vicepresidente, que durante su 1° gobierno la “Intervención virtuosa del Estado” en el rubro agropecuario, provocó el cierre de plantas frigoríficas, 13.000 operarios en la calle, perdimos 11 millones de cabezas de ganado, pasando del 3° lugar de exportadores de carne en el mundo al 11° y que, por primera vez en nuestra historia, tuvimos que importar trigo, desde Uruguay? El fuego amigo que recibe el Presidente es alimentado también por sectores internos relacionados, por ejemplo, con el vice de Cristina, Boudou, condenado a 5 años y 10 meses de prisión y luego que 16 jueces lo juzgaran, exigiendo su indulto o Luis D’ Elía, hoy con prisión domiciliaria que declaró, “…o metemos una Corte nueva o Cristina en febrero está en cana…”.

El Presidente Fernández, en las circunstancias señaladas, no desconoce que debe optar entre presidir un gobierno mezquino y limitado en su duración hasta las próximas elecciones o, por el contrario, adoptar las medidas, asumiendo el costo en su frente interno y seguramente con el reconocimiento general, que atenúen nuestra compleja realidad, con políticas conducentes a la mejora de la situación de los argentinos. Esto, sería ejercer el liderazgo político que se ganó.

 

(*) Abogado, productor y dirigente rural.

 

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