Por Antonio Tardelli (*)
El año se devora su séptimo mes y en pocos días, lanzado ya el cronograma electoral, se definirán las listas que competirán en las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias. El modo en que se confeccionan da cuenta del momento político que se vive en el país: se suceden las negociaciones en el marco de un sensible desinterés ciudadano.
En la democracia de delegación la cuestión electoral (o al menos este tramo del proceso) sigue siendo cosa de dirigentes. Por estos días, jornadas de definiciones, la representación de los intereses sociales es tema de las burocracias y no de la sociedad. Ello pese a que el proceso político es potencialmente atractivo: es la primera compulsa luego de una pandemia que, extraordinaria como es, se ha ido haciendo costumbre.
¿Cómo reaccionará la sociedad frente a los males de ese tiempo extraordinario que ha devenido rutina?
En el plano nacional lo más interesante se ha dado en la oposición de Juntos por el Cambio: la integración de las listas refleja los nuevos liderazgos (o las pretensiones de liderazgo) y a la vez una voluntad de renovación que sorpresivamente expresa la UCR.
No es novedosa la idea de incorporar a las listas de candidatos figuras reconocidas por su desempeño en ámbitos diferentes a los de la política. Pero ha sido el radicalismo la fuerza mas refractaria a esa clase de experimentos.
Sin liderazgos nítidos, en un momento que parece de transición luego de su condición de acrítico subordinado del Pro, la UCR se inclina por lo que le puedan aportar el médico Facundo Manes en la provincia de Buenos Aires y el docente y periodista Martin Tetaz en la ciudad capital.
Habrá qué ver como funciona. En todo caso se presenta como renovación de la política algo que no engloba a toda la política sino a una de sus dimensiones: la estrictamente electoral.
En Entre Ríos no se sabe aún si habrá competencia o no hacia el interior de la coalición rebautizada como Juntos por Entre Ríos. De un lado, el sector que promueve la candidatura del ex ministro del Interior, Rogelio Frigerio, con el acompañamiento de referentes radicales como Atilio Benedetti. En las últimas horas sonó que el lugar de la mujer en la lista podría ser ocupado por alguien que, aún siendo militante, alcanzó notoriedad por una iniciativa no estrictamente política: sus dos cartas públicas al futbolista Lionel Messi. Se trata de Yohana Fucks, concejal de Viale.
Sería –¿por qué no?– la reproducción en el distrito de la estrategia metropolitana de la UCR: figuras conocidas incorporadas a las listas de candidatos. Es lo que ofrece la política de este tiempo.
Del otro lado, una lista encabezada por radicales. El fin de semana, con las definiciones, se sabrá qué tanto pudieron acumular en este tiempo los jefes municipales Pedro Galimberti (Chajarí) y Darío Schneider (Crespo).
En el justicialismo se dan por seguros dos nombres para integrar la lista: Tomás Ledesma, militante de La Cámpora, y Carolina Gaillard, diputada nacional que iría por su reelección. Son dos nombres para tres (potenciales) lugares en la Cámara de Diputados de la Nación. Para alcanzar ese objetivo, el oficialismo debería imponerse en una provincia, Entre Ríos, que en 2019 le dio una mala noticia al Frente de Todos: le hizo perder un escaño en el Senado de la Nación.
El tercer nombre es aún una incógnita. Off de record, consultado al respecto, un dirigente del PJ corrigió: “No está faltando el tercero; lo que está faltando es el primero”.
El mayor capital político que aportan Ledesma y Gaillard es que no son controvertidos. No despiertan demasiados recelos. Pero por sí solos no expresan una potencia electoral que el oficialismo necesitará para una competencia que asoma disputada. De todos modos, lo que podría ser defecto es, creen algunos, virtud.
“Que no haya pesos pesado en la lista es lo mejor que nos puede pasar”, argumentan. La eventual incorporación de alguien con pretensiones para 2023 habilita las reticencias militantes. Da lugar a los desganos y a las traiciones. Pero esa “ventaja” debe ser compensada con peso específico y poder territorial. ¿Se animará el gobernador Gustavo Bordet a impulsar el nombre de su esposa? “Es difícil pero no hay que descartarlo”, indicó un integrante del gobierno.
Con esos criterios, propios de publicistas o estrategas de mercado, mezclados con dosis conveniente de pragmatismo, se definen los nombres de quienes ejercerán la representación popular a su debido momento. Todo ello en medio de la indiferencia de la sociedad, que delega en otros su posibilidad de autogobernarse y que cede a los dirigentes –acaso no tan merecedores de tanta generosidad– nada menos que el gobierno de sus asuntos.
(*) Periodista. Especial para ANÁLISIS