Crónicas de la guerra VII: Lecciones para matar

Por Gabriel Michi (*)

En Ucrania, oficiales le dan instrucción militar a civiles para que sepan cómo defenderse en caso de ataques rusos. La instrucción va desde la enseñanza de tiro con armas de verdad y de juguete a cómo armar una bomba molotov. Y hasta un cine sirve para las "clases" adonde concurren hombres y mujeres de todas las edades. Hay colas interminables en las armerías.

En otras épocas ese espacio era un lugar de encuentros culturales. De tardes de tertulias y matinés de películas del séptimo arte. Hoy está acorazado, con un desfile incesante de personas que entran y salen. Siempre bajo la atenta mirada de militares fuertemente armados, que custodian cada movimiento. Este cine dejó de proyectar películas a fines de febrero pasado, cuando los bombardeos rusos comenzaron a atronar contra el territorio ucraniano. Ahora las pantallas sólo se utilizan para exhibir algún video instructivo de cómo prepararse ante un potencial ataque enemigo. Sea por tierra o por aire. Después de cada proyección sobrevienen las explicaciones del improvisado "profesor" y las preguntas que puedan llegar a surgir del variopinto público. Ecléctico y dispar. Pero con algunas cosas en común: la necesidad de estar preparados para defender su tierra. Con uñas y dientes. O, mejor dicho, con las armas que tengan a mano.

En este viejo cine de la ciudad ucraniana de Lviv hay niños que juegan en la puerta, mientras sus madres y padres aprenden las lecciones preparatorias para una guerra. Los educandos pueden ser hombres de diferentes edades, como mujeres de todas las generaciones. Y los instructores suelen ser militares u otros civiles con conocimiento en la materia. Más allá de las "clases" teóricas, también hay prácticas. Prácticas que pueden ser con armas de juguete como con armas verdaderas. Con ejercicios físicos que dependerán del público y del "docente".

Pero no sólo se les enseña a cómo tomar un fusil, apuntar y simular un disparo, también hay otro tipo de entrenamiento. Por ejemplo, hay quienes les dan clases de cómo armar, paso por paso, una bomba molotov. Y no tienen problema en mostrar eso a los ojos del Mundo. De hecho, cuando realizamos la cobertura de la guerra junto al camarógrafo Leo Da Ré (para el canal de noticias argentino C5N) presenciamos una de esas "clases" explicativas, a la que cubrimos como lo hicieron periodistas de todo el Planeta. Nuestra sorpresa fue enorme.

Tras la demostración fáctica en la terraza del cine, bajamos las escaleras y en medio del salón principal nos encontramos con un militar que se acercó muy amablemente y, en inglés nos preguntó de qué país éramos. Después de responderle que éramos argentinos siguió con su conversación y notamos que su inglés era demasiado coloquial y fluido. Le preguntamos si era de EE.UU. y nos dijo que sí, que era un marine retirado... "Aunque nosotros nunca nos retiramos", ironizó sin demasiada ironía. Y, después de eso, se introdujo en la sala para dar su "clase" ante una audiencia casi completa. Nos dijo que podíamos entrar a filmar pero cuando introdujimos la cámara, los ucranianos nos pidieron que nos retiráramos. Pero la sola presencia de ese militar estadounidense en el lugar, dando la instrucción militar a los locales, vino a confirmar el estrecho vínculo de uniformados de la OTAN con las Fuerzas Armadas ucranianas.

Desde antes del comienzo de los bombardeos rusos (el 24 de febrero) los militares ucranianos habían iniciado con los entrenamientos a civiles. La amenaza de un ataque estaba latente, aunque pocos se imaginaban que iba a ser a semejante escala y se pensaba que sólo estaría perimida a la región separatista del Donbás. La invasión por distintos frentes no figuraba en los planes de nadie, si siquiera de los servicios de inteligencia de las grandes potencias del mundo. Frente a ese escenario y la flexibilización extrema en el acceso a las armas que dispuso el gobierno de Volodimir Zelensky, los locales se llenaron de ciudadanos -muchos de ellos que jamás habían tenido una- dispuestos a adquirirlas. Y, de hecho, por semanas enteras se pudieron ver colas en las armerías. A eso se sumó la necesidad imperiosa por aprender a usar esas armas. Y allí aparecieron estos "cursos" intensivos de militares formando civiles.

Esos mecanismos de autodefensa se ven reflejadas en otras experiencias. Cuando llegamos a la ciudad de Lustk (a 150 al nordeste de Lviv y a casi la misma distancia de la frontera con Bielorrusia, desde donde atacaban los rusos) pudimos ver cómo los habitantes del lugar habían armado sus propias e improvisadas trincheras con gomas apiladas frente a la feria del Mercado Central. Los fantasmas de la Segunda Guerra Mundial (graficados en el edificio más emblemático del lugar, el castillo de Lubart, donde en 1941 los nazis masacraron a más de 1.100 judíos en un solo día) reaparecieron cuando comenzaron a atronar las primeras bombas. La base aérea de Lustk fue de los primeros objetivos militares atacados por Rusia.

En la feria de esta ciudad de 215.000 habitantes hoy se puede ver cómo proliferaron los trajes de fajina en venta, como todo aquel estampado que remite a los tiempos de guerra. Y es bastante común, tanto aquí como en otras localidades, ver a civiles armados. Ya sea en una estación de servicio o caminando por las calles. Es tan común como la apelación permanente al orgullo ucraniano. De hecho, mientras que realizábamos una crónica en vivo se acercó un feriante y nos regaló una patente con los colores de la bandera de Ucrania con una única leyenda: "Patriotas".

Ucrania dispuso que los hombres de entre 18 y 60 años no puedan salir del país. Aunque sean civiles que hasta ese momento jamás hayan tocado un arma. Eso produjo el desgarro de millones de familias cuyas mujeres y niños escaparon del país o se desplazaron al Oeste. Es cierto que muchos, hombres y mujeres de distintas edades, decidieron quedarse por motus propio para combatir. Aunque no tuvieran ni idea cómo hacerlo. Los más nacionalistas directamente se fueron a ocupar algunas de las trincheras o barricadas que se distribuyen por todas las rutas o en los ingresos de las ciudades y pueblos. Con armas que les dio el propio Estado o que ellos mismos consiguieron. Otros esperan como un verdadero ejército de reservistas para cuando sea necesario en el caso de que Rusia decida avanzar más sobre territorios ucranianos. Apelarán a todo lo que tengan a mano para defender a su país. Aunque nunca se hayan imaginado tener que llegar a eso. Aunque no estén preparados para hacerlo. Para eso aparecieron los "instructores" militares. Y estos ciudadanos y ciudadanas dejaron atrás su vida cotidiana para recibir esa formación castrense de apurada. Así, sin mediar mucho más, fueron preparados para la guerra. Y tuvieron sus lecciones para matar.

(*) Publicado en Mundo News.

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