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Campaña universal de la locura

Por Carmen Ubeda

(Especial para ANÁLISIS)

En la última década, se ha vuelto más que frecuente la mención tanto en el discurso público como en el doméstico de palabras que aluden a la falta de concentración, al exceso de actividad, a los berrinches, a las manías en los niños. En tanto, en los adultos a las llamadas lagunas, al esfuerzo para recordar (que no se relaciona con el Alzheimer). Asimismo, el aumento de la timidez en adolescentes y jóvenes, la dificultad para relacionarse, el miedo frente a nuevas situaciones. Es notable también observar especialmente en mujeres la preocupación exagerada por lo que pueda suceder, la sensación de imposibilidad para cumplir deseos no dimensionados, la insatisfacción. Sin voluntad de caer en generalizaciones, es corriente además el enojo inesperado, el insulto, la agresión, la obcecación o testarudez, el mutismo y la renuencia al diálogo en hombres y en mujeres. Igualmente, atraviesa todas las edades y los sexos ciertos temores específicos e irracionales: a los sapos, a las arañas, a los ratones, a los perros, a las tormentas, como ejemplos al azar, y tantos otros reducidos a cada persona. Del mismo modo, es mucho más habitual de lo esperado, encontrarse con gente que revela síntomas de una enfermedad imaginaria. Se puede hacer una referencia innumerable de estas situaciones relacionadas con la vida en sociedad.

Salud mental  

Si se pone atención, con distintas terminologías, estas conductas son enunciadas por especialistas que llegan al público en general a través de los medios convencionales o alternativos. Ya es común escuchar o leer los síndromes de TAG (trastorno de ansiedad generalizada), TOC (trastorno obsesivo compulsivo), de Asperger (autismo), paranoia (permanente sensación de ser perseguidos), síndrome de TDAH (ya mencionado y confundido con conductas en niños “maleducados”, “inquietos”, etc.), Autismo diagnosticado. En estos discursos se escuchará usualmente la palabra fobia, citada arriba, y que no es nada más que el miedo irracional a objetos inanimados o seres animados, situaciones o hechos. El ataque de pánico, cuya multiplicación es cada vez más conocida, como las fobias se relaciona con la desconfianza que lleva a la soledad y al aislamiento. Puntualmente, el ataque de pánico es tratado como un trastorno fácilmente reversible, pero según los profesionales puede tocar el delirio porque hay entre el miedo y lo que lo produce una enorme desproporción que conlleva a la distorsión de la realidad. Entre la ansiedad, materia prima del ataque de pánico, y la depresión hay una correspondencia un tanto inusitada. Sin embargo, pueden evolucionar de acuerdo con los expertos hacia la bipolaridad, hasta hace unos años llamada ciclotimia, y que incluso daba lugar a bromas despreocupadas. Según los mismos, los estados maníacos (excitación) y depresivos (melancolía y ausencia de voluntad) nublan el juicio, deterioran el desarrollo cognitivo y, por lo tanto, impiden nuevas conexiones neuronales.

Síntomas y síndromes

En estas últimas décadas, los casos que afectan la memoria, los pensamientos, las habilidades, la disminución de los niveles de análisis y razonamiento, la confusión se ha reproducido diez veces más que en la segunda mitad del siglo pasado. Junto con el estrés, la mala calidad del sueño, la incompetencia laboral, se manifiestan, al mismo tiempo, la caída de la autoestima, el permanente temor a perder algo, la incertidumbre. Cuando estos síntomas se presentan amalgamados, resulta difícil encontrarles un hilo que los asocie, pero todos son factores del mismo proceso. La discordia, el enojo y la ira exacerbada no son fácilmente reconocibles como afines con la depresión, sin embargo, un ser deprimido es probable, según los expertos, que la exprese con incontinencia verbal, con insultos, con el lenguaje del desacato porque son demostraciones de la impotencia. Al mismo tiempo, el aislamiento no es más que una fobia o un miedo al otro y todo síndrome que resulte inaguantable para el individuo lleva a distintas adicciones. Conviene recordar la etimología no casual de la palabra a-dicción, la imposibilidad de decir. Va de suyo que la constante imposibilidad de decir puede llevar a perturbaciones severas.

A la búsqueda de las causas

Lo cierto es que en una década estos trastornos aumentaron exponencialmente en nuestro país y con cifras similares en el mundo. En el caso del estrés, más de un 30% declarado. De la depresión, el 20%. Iracundia y violencia, igual número. Estados de confusión ostensiblemente superiores a estos junto con el aislamiento. Y así se podría seguir con cada uno de ellos. ¿Constituyen señales de cierta demencia o llanamente locura? Para el común de las personas, quizás sí, pero sólo pueden confirmarlo neurólogos, psiquiatras, psicoanalistas y especialistas del área. Si se hace un relevamiento de la verbalización pública de estos profesionales, cada vez con más frecuencia, un diagnóstico rápido concluye que el fenómeno es mundial y que aparece cada vez más entre distintas etnias, culturas, creencias porque hay una ruptura entre la construcción mental del mundo y lo real. La fragmentación, la disonancia cognitiva, los estados perturbados y muchos de los síntomas antes mencionados arman una “hiperrealidad” (Zizet) inexistente. ¿Existe algún motor detectable que provoque este deterioro cognitivo comprometiendo la salud mental especialmente de las nuevas generaciones?

¿Hay alguna “fuerza omnipresente e insidiosa” que sea la causa directa de esta expansión casi endémica de los trastornos mentales? Contraria a nuestra prudencia piadosa, Manfred Stitzer, tal vez más valiente que prudente, se despacha con la palabra que no queremos usar: demencia. Al mismo tiempo, le atribuye otro calificativo. Que se piensa menos, que se almacena menos, que hay una falta de ejercicio mental, que es alarmante la inconsistencia discursiva, la ausencia de ideas, que el uso de las operaciones mentales es escaso o nulo en todas las generaciones (especialmente en los jóvenes) son afirmaciones que escuchamos a diario. El caso concreto de los jóvenes entre 15 y 30 años es el que más anuncia un futuro aciago, siempre en palabras de ligeros opinadores, fundamentalistas antitecnológicos.

A pesar de lo antes dicho, no se puede desconocer que todos los resultados de las distintas evaluaciones sobre el nivel intelectual de nuestros jóvenes son por lo menos una alerta amarilla. Los daños producidos en el área frontoparietal, el compromiso del hipocampo emocional, la reducción de conexiones neuronales en el área del lenguaje, ostensible en el exiguo vocabulario y la distorsionada sintaxis llevan necesariamente a una imposibilidad del pensamiento. ¿Cómo se construye o se continúa en la construcción del mundo sin pensamientos? ¡La realidad clama por la idea! (Hegel). Es un lugar común atribuirle estos efectos no queridos al consumo casi masivo de drogas duras, blandas, de cultivo o de laboratorio, legales o ilegales, algunas de finales anunciados, como el fentanilo, la cocaína rosa y hasta medicamentos prescriptos que pueden convertirse también en adictivos de efectos letales.

Una droga sin dealer y al alcance de todos

¿Los daños cerebrales antes mencionados son o provienen únicamente del uso compulsivo de opiáceos, alcaloides, sicofármacos y tantos otros? Hace relativamente escaso tiempo que la medicina atribuye poderes adictivos a otras ingestas, conductas y/o actitudes. Así, la bulimia, la obsesión laboral, el juego, y con resultados tanto o más graves, el uso digital adictivo. El nacimiento de internet fue magnificado en sus propiedades de gran enciclopedia universal. El economista Agustín Etchevarne, metido en camisa de once varas, le quita importancia a la educación presencial porque asegura que internet equivalente a diez mil bibliotecas de Alejandría, la suple. Muchos llegamos a la ofuscación y el hartazgo ante tanto dislate enunciado por cualquiera.

A menos de dos décadas de su masificación, “la red de redes” se comprueba que es un factor decisivo en la falta del ejercicio mental y en el respeto a los tiempos que requiere conseguir nuevos conocimientos, La inhibición de la posibilidad de rendimiento sin movilizar la memoria, la reducción del nivel de esfuerzo, la modificación de rutinas saludables, la detención del desarrollo cerebral en jóvenes cuyo proceso todavía no ha terminado son algunos daños muy difíciles de revertir. Pero, internet no llegó sola. Fue agregando cada vez más compañía: el teléfono móvil de creciente sofisticación, la Tablet, Facebook, Instagram, X, Tik Tok, redes sociales, plataformas, YouTube, canales de streaming... Ese ecosistema digital es el mundo de la “hiperrealidad” que menciona Zizet, inexistente, delirante. Y constituye nada más y nada menos que el hábitat al que el ser humano se acostumbra y, más que ganar habilidades o construcción de conocimientos, lo único que se amplía es la motricidad del pulgar (cuidado con la tendinitis).

Intoxicados

Los argumentos son bastos y de variada etiología. Respecto del acceso a la información, contradictoriamente se incrementa la desinformación por sobreinformación. La coexistencia de la información veraz con la falsa agrava la confusión. La reiterada mención a la fake news no alude sino a ello, en tanto hay una premeditada distorsión de la noticia –el hecho- y de la historia. Muchos autores han defendido la postura de una nueva circulación de la información que la democratiza por su horizontalidad en las redes. Sin embargo, los posteos superficiales, espasmódicos sin el tamiz del razonamiento caen generalmente en la polarización, sobre todo, en los temas que hacen peligrar el sistema democrático.

Los exaltadores de la información bidireccional se olvidan que este modo anónimo está exento de control y que en general son enunciados injuriosos o francamente insultos. De bidireccionalidad, no hay nada: son livianos monólogos superpuestos. La viralización de los mismos no sólo baja la calidad informativa, sino que crea nuevos mapas de sentido. Internet está dominado por los “bot” cargados de hipérboles explosiva de los hechos, dando por sabido que la red informática descentralizada de alcance global está construida básicamente de algoritmos o cálculos anticipados con una respuesta unívoca. A casi dos siglos, podríamos pensar en lo que Nietzsche llamó moral de rebaño, que presenta una realidad diseñada y modela el sentido común. 

¿También enloquece?

En cuanto a la celebrada y para muchos sorprendente Inteligencia Artificial, llegó para coronar un acoso cibernético devastador, según Virginia Van Der Dijis. Su matriz generadora de formatos como los Deep Fake (video falso con resultado realista) son llanamente falsificaciones sofisticadas y engaños que configuran decisiones y comportamientos, sin olvidar la presentación selectiva y malintencionada de los hechos. En un sentido o en otro, descubierto o no el engaño, socaba finalmente la confianza.

Con seguridad, el surgimiento de la imprenta recibió críticas similares a las que hoy se refieren a la era digital. También el pasaje de manuscritos medievales realizados por los monjes en los monasterios al libro impreso supuso una lenta reproducción. Muchos intelectuales que entre la Edad Media y el Renacimiento accedían a las novelas de caballería fueron tildados como locos o enloquecidos por la lectura. “El Quijote de la Mancha” es la máxima confirmación de lo que aquí se asegura, obviamente en la genialidad del máximo escritor de lengua castellana, Miguel de Cervantes Saavedra. La adicción, el uso reiterado y excesivo del soporte digital también enloquece, como está demostrado, si no hay control, medida, orientación, alfabetización en los nuevos dispositivos.   

Si una gota de vino cae sobre un mantel, la mancha no se reduce a ese punto de caída, seguramente va a expandirse sin que se pueda prever hasta dónde llegará. Es así como la era digital no se ha limitado a una actividad específica que mejore la calidad de la vida humana. En las áreas que sí lo hace, la llegada ha dado un giro copernicano en su beneficio. Es encomiable en la medicina. En otras, su injerencia no sirve precisamente al mejoramiento de la vida humana y las relaciones sociales y en general impera más la mala intención del hombre mismo, que es su creador, que la filantropía.

Propagar, seducir o mentir

La invasión en la esfera de la comunicación social es quizás tan poderosa para el daño como la misma guerra, si no es sencillamente su anticipo. Internet se abre paso y domina poco a poco la propaganda política. Su evolución constante hacia dispositivos y soportes más sofisticados trocaron de la comunicación unidireccional ofrecida por los medios ya existentes y masificados a partir de la segunda mitad del siglo XX a la que hoy llaman bidireccional con las reservas del caso. En particular, las redes y su interconectividad producida en tiempo real como en un diálogo presencial han tomado el protagonismo en la estrategia del marketing político.

La propaganda, hoy devenida en publicidad política por compartir las mismas estrategias, tácticas y técnicas, existe desde antes de que los hombres se agruparan socialmente en tribus. La sola presencia de un conductor de “manada” y el seguimiento generalmente incondicional de ella contaba ya con estrategias de persuasión, disciplina o control. Siempre estuvo asociada a la mentira: el modo de convencer muchas veces la requiere. Es decir, propaganda y mentira son equivalentes para el caso de la primera. El “pavoneo”, hoy entendido como narcisismo y egocentrismo de un líder para “conquistar” y dominar, es casi anterior al primate. Se usó y se usa como despliegue de conquista amorosa o de seducción grupal.

Con el avance de la civilización, especialmente occidental, esta estrategia de seducción también se fue sofisticando. Es así, como surgen los grandes oradores en el mundo greco romano y el correspondiente “mitin”: el líder admirado y la masa que aclama. En la Edad Media, la propaganda tuvo sus propios sellos, uno de los cuales era imprescindible: el de la iglesia católica. El monarca recibía su poder directamente de Dios y, en consecuencia, así debía ser respetado. Con el Renacimiento es propicio apelar a la remanida afirmación de que “El hombre que estaba de rodillas se puso de pie”. Ergo, el dios era el mismo hombre cuyo desarrollo intelectual, científico, artístico lo convertía en el soberbio soberano que no necesitaba a aquel Dios para dominar. El desborde, la relajación de las costumbres, la ostentación, la impunidad fueron sus consecuencias. Saltando el tiempo, el Iluminismo, aunque represente una evolución, es en cierto modo el que inaugura la tan mentada meritocracia de alguna derecha platónica y blanca y/o dura.

La Revolución Francesa es la alegoría de la libertad, la igualdad, la fraternidad, los derechos humanos, pero, sin embargo, quizás se mintió como nunca. El vehículo de la propaganda era ya la prensa escrita, el panfleto, pero a medida que se consolidaba en apariencia, cada facción con visiones diferentes de lo mismo desarrollaba sin empacho el discurso de la mentira. El Iluminismo fue un punto de inflexión porque la materia de la mentira era la palabra, las etapas anteriores persuadían, seducían o dominaban con la representación. El caso de Maquiavelo “el coach mayor del Renacimiento”, atribuyéndole las “cualidades” de cualquier “imagólogo” actual centró las armas fundamentales de la propaganda en la relación líder-pueblo aconsejando meticulosamente sobre las actitudes oportunas de uno hacia el otro y radiografiando como ninguno las inclinaciones del pueblo.

Todo lleva a ella

La revolución vertiginosa en la propaganda política se produce después de la Segunda Guerra Mundial. La actividad o el oficio del estratega son definitivamente una profesión que se sirve de todas las ciencias y las artes con un único objetivo: acomodar las acciones, los discursos, la imagen, la propuesta y la promesa del líder en una coincidencia con los intereses, los deseos y las satisfacciones de su pueblo. No hay duda que para lograrlo la mentira se convierte en una materia prima difícil de modelar y ardua de descartar. Cuando la pretensión de seducir es mayor, la mentira se hace inevitable. ¿Cuál es el nombre que tiene que dársele al conjunto de estas operaciones desde el primate a la contemporaneidad? Manipulación, Mentira.

La aceleración en tácticas y estrategias propagandísticas desde la segunda mitad del siglo XX hasta este cuarto del XXI ocurrió al unísono con las otras ciencias y artes del hombre. Cualquier neófito podría imaginar que esa rápida evolución iría alejando a la práctica de la mentira y haciendo la comunicación social más sutil. Se está equivocando de cabo a rabo. Algo sutil fue durante largo tiempo hasta la invasión como corriente novedosa, bárbara y despiadada de las redes sociales, presentadas como la panacea óptima del diálogo social. Éstas también describen una rápida evolución que no representa necesariamente un mejoramiento de la variedad de plataformas. Desde Facebook, Twitter, Instagram, TikTok, YouTube y un número incontable de variables y matices hasta la horizontalidad o bidireccionalidad comunicacional de hoy, la intrusión, la mentira, el engaño, la injuria, el insulto se han vuelto cada vez más profundos hasta niveles impensados. Los conductores haters y trols regentean el ejército del caos.

En cuanto a la Inteligencia Artificial no hay mucho que agregar. Es por ahora el colofón perfeccionado, sofisticado de una mentira que no deja resquicio para certeza alguna. La verdad queda escondida debajo de presuntas verdades o mentiras mayores. Es que la verdad no importa. Importa la creencia en distorsiones que, bajo la luz de la reflexión resultan insoportables. La pregunta es qué proporción de individuos a los que estos mensajes llegan o con los que interactúan alcanzan la lucidez de una reflexión que convierta la mentira en insoportable. Por los resultados, se puede asegurar que el número es ínfimo para tener el poder de rechazarla.

Es casi ocioso recordar que se ha terminado con el concepto de masa y que la segmentación, más aún fragmentación, es cada vez más personalizada. A cada uno, le llega una mentira acorde a sus intereses o esgrime otras que otros esperan. Son los llamados por los “técnicos” discursos personalizados, conversación política actual, participación, diálogo íntimo y unas cuantas falacias más que sostienen los que defienden a ultranza nuevas estrategias de la propaganda actual. Insisten en que en esta conversación el votante percibe que su opinión tiene peso y en que la incorporación abundante de influencers refleja a los votantes. Lo que refleja es la mentira que se viraliza, que se contagia y que es generadora de nuevas mentiras y confusiones. Sin embargo, emerge una verdad: esta modalidad es una herramienta poderosa para llegar a audiencias que no quieren ni creen en la política.

“La estética de la maldad”

Poco a poco, grandes conglomerados urbanos se convierten en partícipes de este fenómeno invasivo que no da señales de detenerse. Hay que destacar también que sigue vivo y presente en la totalidad de la vida cotidiana por el permanente fogoneo de miles y miles de activistas. Ellos son los creadores de un lenguaje cada vez más reducido en extensión y contenido, cada vez más descarado, más incontinente, más injurioso… Activistas digitales que controlan y vigilan permanentemente el fuego para que no se apague, mientras ensalzan sin limitación a líderes vergonzantes. Y los individuos (nótese que no se usa el sustantivo ciudadano) siguen la ronda destructiva, demoledora con convicciones irracionales por inercia, por ignorancia, por esnobismo o porque nuevamente se concreta la impostura tecnológica. Entonces, el medio es el mensaje. McLuhan no puede ser superado. Los ejemplos son muchos en el mundo, pero se convierte como muy representativo en América Latina el fenómeno Bukele que implica miles de activistas digitales, imágenes explosivas, un líder engrandecido con desmesura… La combinación de estos factores conforma “esa estética de la maldad despertando una morbosa belleza”. Nada define como estas palabras de Manuel Alcántara la nueva estética decadente que parece haber venido para quedarse en este siglo XXI.

La locura también mata

Representaría una estampa añeja, más que superada, demodé pintar un pequeño recinto en penumbras, una luz central que cae sobre la mesa en la que se apoyan cuatro monjes negros irreconocibles. Se puede ver extendido un plano meticulosamente dividido con escuadra y tiralíneas en sectores como blancos de un impacto programado, muy parecido a los mapas con los que se manejaron los grandes criminales de las guerras. Hoy, la tecnología de simulación que se ve en los grandes laboratorios digitales ha reemplazado la postal anterior, pero la intención sigue siendo idéntica. Expresamente no con el objetivo de sitiar, secuestrar, capturar, concentrar cautivos, torturar o matar. No en todos los casos, En tanto, no se elimina a un ser humano solamente con la muerte física. La invasión francamente bélica de millones de aparatejos digitales no detiene el corazón de las personas para darlas por muerta, pero sí su cerebro. Esta producción aberrante de locura ha sido planificada y su vehículo fundamental es la propaganda permanente que no se limita a tiempos determinados, sino que está en cada minuto de la vida cotidiana.

Para alguien que repite hasta el cansancio desde el periodismo, la docencia, la conversación o el encuentro casual que la tecnología necesita permanentemente del hombre “humano” para alfabetizar, orientar y bienusarla, resulta tedioso recordar que aquel concepto de masa se está reproduciendo con la naturaleza ordística de los zombis sin cabeza. Esto que parece una exageración ya está siendo comprobado por todas las ciencias que se interesan al respecto. ¿Cuántas de las ocho mil millones de personas que habitan el planeta lo hacen consciente? El porcentaje debiera aterrar más que las catástrofes a las que asistimos y asistiremos. No más del 10% repartido entre los que planifican la locura y los que la “ven”.

No debe asombrar que los votantes elijan de tal o cual modo. Habría que detenerse mejor en cómo lo hacen y por qué. Menos aún, extrañar (a veces hasta el espanto) el o los elegidos como representantes, legisladores, los jueces que “llegan”. Son de la misma matriz. Convivieron en el mismo útero con mínimas diferencias, ventajas o desventajas aleatorias. Compartieron, se enfermaron o planificaron la locura. La locura también mata.

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