Por Luis María Serroels
Lo hace en nombre de Los Musiqueros Entrerrianos, pero en rigor extiende su desencanto hacia todos los músicos y cantores de la provincia. Recuerda Cuestas que la citada formación ha realizado este año actuaciones en los Estados Unidos (Miami y Washington), Méjico y Uruguay, además de presentarse en festivales nacionales.
Lo que más les llama la atención es que ya se cumple una década sin que puedan exhibir sus dotes en el principal encuentro nacional, con excepción de 2008 en que integraron una delegación provincial.
Sorprende que los organizadores no reparen en estos profesionales, como si no les atribuyesen condiciones para subir al escenario Atahualpa Yupanqui, olvido que abarca a los demás artistas representativos de Entre Ríos y otros de indiscutible calidad pertenecientes al litoral, que tampoco son tenidos en cuenta.
Afirma el documento que, el escenario de la plaza Próspero Molina no les pertenece (a los organizadores). El escenario es del pueblo que viaja de todos los rincones de la patria a ver los artistas de todo el país (…) ustedes son sólo un nexo entre el público y los artistas”. Añade que “por eso deben pensar en promover y darles espacio a todas las regiones musicales (más allá de sus gustos e interés personal)”. Y rematan la declaración ironizando: “en un país donde la única manera de ser escuchado es cortando calles o rutas, quizás se al momento de hacer el "piquete chamarritero”.
Esta claro que este enojo de Los Musiqueros Entrerrianos tiene sustento en que en los últimos años en Cosquín se sobrecargan determinados ritmos y hasta se les concede espacio a modos, costumbres y particularidades de otros países, que en el fondo no es incorrecto y resulta culturalmente enriquecedor, pero que a veces termina soslayando manifestaciones genuinas de regiones nacionales.
Esto dista del verdadero espíritu que inspiró a los fundadores del festival a convertirlo en un auténtico fenómeno social y cultural en América Latina.
La declaración recuerda el ejemplo de la gran Mercedes Sosa, a la que se dejó de lado en varias ediciones (“ningunéandola”, dice) lo que la llevó a prometer que no volvería a Cosquín, un encuentro en el que después de su muerte se la terminó homenajeando. No estaría de más que las autoridades del área de cultura provincial y municipal se interesen por esta situación, no por el bien de un grupo sino de todos los que diariamente en la provincia se esfuerzan por mantener viva la llama de la música entrerriana y el canto de Entre Ríos.