El desafío para Independiente consistía en ver si podía mantener el nivel de juego luego de que Gabriel Schurrer diera la orden de enviar la artillería pesada al empapado campo de juego en el sur bonaerense. Ver si su circuito futbolístico conformado por Matías Defederico, Hernán Fredes y Leonel Núñez aguantaría a Diego Valeri intentando hacerse de la tenencia y si su defensa podría hacerlo con Mariano Pavone, codeándose con los centrales.
El Rojo tuvo la posesión de la pelota pero, a raíz de su escasa precisión en profundidad, no pudo inflarle la red a Agustín Marchesín. Por eso, Antonio Mohamed buscó imitar la performance contra el Inter de Porto Alegre por la Recopa y lo logró en cuanto al bloqueo sobre el rival. Pero, esta vez, Marco Pérez no contó con la espalda de Julián Velázquez en ese hermoso tiro que parecía alarido y terminó pegando en el poste. Y tampoco, claro, la cabeza del uruguayense Maxi Velázquez la hizo estrellarse de pique al suelo y colarse.
Un Lanús que, hasta que Schurrer modificó sus actores, no parecía hacer méritos para quedarse con los tres puntos. Sin embargo, con un poco más de potencia ofensiva logró destrabar el cero en el arco contrario. Si Gabriel Milito no hubiese intervenido dos veces, y en una de ellas no hubiese dado una mano el palo, el trámite pudo haberse torcido antes. Los ingresos de Juan Neira, Valeri y Pavone fueron determinantes para empujar en ese tramo final que suele ser de elevada adrenalina.
La involución del partido lo encontró mejor parado a Lanús. Mario Regueiro se escapó por la izquierda, desbordó, tiró el centro atrás y el propio Pavone, en un calco de lo que hizo en el Libertadores de América con la banda de River en el pecho, sólo tuvo que empujarla. La última jugada, el último suspiro y éste, otra vez, lo gritó a lo Pavone, señala Olé.