
En la cuenta regresiva para las elecciones de fines de octubre, el régimen de bandas cambiarias que, allá lejos en el tiempo había sostenido la estabilidad relativa del dólar, comienza a mostrar sus fisuras. Con un piso en torno a los $946 y un techo en los $1.478, esta herramienta le permitió al Banco Central (BCRA) intervenir con moderación en las expectativas, pero su rigidez limita la capacidad de acumular reservas netas de manera sostenida y su credibilidad ha quedado seriamente dañada a partir de los últimos eventos, la frágil posición del Gobierno para vender reservas en el techo de la banda, previo al botón rojo y el posteo de apoyo del Tesoro de EEUU.
Fuentes cercanas a las conversaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) corroboran que, una vez superada la fecha electoral, las presiones para una mayor flexibilidad se intensificarán, abriendo el camino a una eliminación de este régimen y dando paso a un esquema de flotación.
Lo cierto es que mientras el ministro de Economía, Luis Caputo, acelera compras de divisas -superando los u$s700 millones en apenas tres días, según operadores-, los inversores envían un mensaje inequívoco: el mercado se alista para un dólar más elevado tras las urnas. Los flujos de divisas por exportaciones agropecuarias, que suman unos u$s7.000 millones, con unos u$s2.000 millones ya liquidados, no bastan para acallar las expectativas de ajuste, publicó Ámbito.
La brecha entre el tipo de cambio oficial y el contado con liquidación se ha duplicado hasta 5%, un indicador de que los exportadores, sobre todo del sector sojero, están vendiendo al tipo oficial para recomprar en el mercado financiero, cubriéndose contra una devaluación inminente. Este patrón, potenciado por una ventana impositiva que incentivó la liquidación anticipada, equivale a un préstamo temporal al Gobierno, pero genera una demanda latente de dólares que podría explotar una vez pasada la elección.
Lo que viene para el dólar: aprendiendo a flotar con la tutela de Scott Bessent
En conversaciones informales, fuentes allegadas a la cartera de Economía reconocieron que existen recomendaciones explícitas. En la línea histórica, e incluso unas horas antes a que apareciese el posteo del secretario Scott Bessent, el propio FMI había planteado la necesidad de ampliar las bandas para no seguir vendiendo divisas en el techo o, preferentemente, suprimirlas por completo.
Esta medida, argumentaron, no solo liberaría al Gobierno de intervenciones defensivas en el Mercado Libre de Cambios (MLC), sino que facilitaría compras consistentes de divisas en el spot, fortaleciendo las arcas del Central en un momento clave para renegociar la meta de reservas con el organismo. La lógica era clara: sin un tipo de cambio más adaptable, las reservas seguirían erosionándose en la defensa de los límites actuales, postergando la reconstrucción de un colchón que Argentina precisa para sortear turbulencias externas.
El dato fundamental es que, a pesar del rescate del Tesoro de EEUU, en las últimas horas, nada cambió. Ese es el detalle a tener presente. El apoyo de EEUU está referenciado en el presidente Javier Milei y en su sostenibilidad política, pero, en el plano económico, se recuesta exclusivamente en cumplir las metas con el FMI y en seguir sus recomendaciones.
Esta visión resuena con las opiniones de figuras de peso en la arena internacional. Gita Gopinath, hasta hace poco mano derecha del FMI y ahora con la libertad que le otorga su rol académico, no tardó en manifestar su postura en redes sociales respecto al respaldo explícito de EEUU a la gestión actual. "El apoyo de Washington es valioso para disuadir especulaciones monetarias", escribió, pero advirtió que "un avance perdurable demandará un régimen cambiario más flexible, la acumulación de reservas y un consenso interno para las reformas".
Sus palabras, alineadas con el sentir del mercado, subrayan que el aval transitorio de la Casa Blanca -potenciado por figuras como Donald Trump- no bastará sin ajustes estructurales. El Gobierno deberá, tarde o temprano, tender puentes con la política doméstica para viabilizar pactos de mediano plazo; de lo contrario, el FMI, los inversores y los analistas percibirán las iniciativas como meras promesas efímeras.
Scott Bessent piensa en el día después de la elección: plan de rescate
El Tesoro estadounidense, bajo la batuta de Bessent, ha ratificado en las últimas horas su compromiso con un paquete de asistencia que se materializará en un swap de monedas por u$s20.000 millones, diseñado para inyectar vitalidad a las reservas del Banco Central una vez que se resuelvan las urnas el 26 de octubre. Este mecanismo, que incluye un desembolso inicial en las semanas subsiguientes al escrutinio y previo a diciembre -precisamente para cubrir el vencimiento de u$s4.000 millones en enero-, se complementará con maniobras adicionales adaptadas a la coyuntura postelectoral, como líneas de crédito de contingencia y adquisiciones de bonos soberanos en dólares para amortiguar posibles sacudones en los mercados.
En la lectura de Washington, este triángulo de soporte no solo blindará el programa de estabilización avalado por el FMI, sino que proporcionará al Gobierno el margen para desmantelar las bandas sin riesgos desmedidos, permitiendo una flotación que alinee el tipo de cambio con las realidades del mercado. Exfuncionarios del FMI como Alejandro Werner van más allá: proponen una flotación inmediata del dólar para evitar el agotamiento de recursos en la contención preelectoral, complementada con reglas transparentes de acumulación de reservas y reformas institucionales, como la autonomía plena del BCRA y un presupuesto plurianual con regla fiscal de equilibrio.
Estas indicaciones no son casuales; responden a la comprensión de que, en un contexto de volatilidad global, Argentina solo consolidará su estabilización si libera el tipo de cambio de sus corsés artificiales, con el respaldo de un aliado como EEUU que ve en Milei un socio clave para sus intereses hemisféricos. En los hechos, es gracias al apoyo del Tesoro estadounidense que, en la mirada del FMI, ahora el Gobierno tiene la posibilidad de flotar sin riesgos excesivos.
Las bandas cambiarias: gracias por los servicios prestados
En el mercado, el consenso es aún más apremiante: la banda actual ha cumplido su rol táctico, pero su persistencia postelectoral generaría distorsiones, como presiones inflacionarias reprimidas o fugas de capitales ante expectativas de ajuste. Los volúmenes en el mercado de futuros del dólar siguen generando atractivo de cobertura, un claro presagio de un salto en el valor de la moneda.
Para contrarrestar estas dinámicas, el Tesoro ha lanzado bonos atados al dólar con vencimientos inmediatos después de octubre, noviembre y diciembre, un intento por incentivar la tenencia de pesos y domar las coberturas especulativas. Sin embargo, analistas coinciden en que el camino viable no es una "flotación pura", sino un "flotación sucia" sui generis, con la carta del Tesoro de EEUU puesta sobre la mesa, la reversión del "whatever it takes" a lo Mario Draghi, y con intervenciones selectivas del Central, que permita acumular reservas, sin exacerbar la volatilidad.
En el FMI creen que eliminar las bandas no implicaría un caos descontrolado, sino una transición gradual que, respaldada por el "inflow" de dólares estadounidenses y los excedentes agroexportadores, permita al Gobierno enfocarse en el grueso de la agenda: desarme de controles, atracción de inversiones y consolidación fiscal.
Las presiones crecerán después de la elección
La advertencia es ineludible: el FMI y sus aliados no callarán indefinidamente, y los movimientos de los inversores ya anticipan el desenlace. Con la elección como último baluarte de contención, en la mirada de Washington el Gobierno tiene la oportunidad -y la obligación- de transitar hacia un esquema más maduro. Evalúan que flotar el dólar no es un capricho técnico, sino el prerrequisito para un crecimiento genuino, lejos de la muleta electoral. Creen que, de no actuar con celeridad, el costo de la inercia podría ser una devaluación abrupta que erosione lo ganado en meses de disciplina.
Entienden que con el swap estadounidense como ancla y el FMI como fiscalizador, el Gobierno podría canalizar los vientos a favor -desde la cosecha gruesa hasta la normalización de flujos comerciales- hacia una acumulación de reservas que supere los umbrales actuales, allanando el terreno para un desendeudamiento genuino y la reactivación productiva. Al parecer, la clave residirá en la comunicación y en la mesa de consensos políticos que logre el presidente Milei en las próximas semanas.