“Venir a Entre Ríos es como estar más cerca de mi papá”

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Entrevista con Victoria Donda Pérez, la primera diputada nacional hija de desaparecidos

Juan Cruz Varela

Victoria Donda recuperó su identidad en octubre de 2004. Es hija de José María Laureano Donda, nacido en Diamante; sobrina de Adolfo Donda Tigel, que llegó a ser jefe de operaciones de la ESMA, el mayor centro clandestino de detención de la dictadura, y entregador de sus padres; y nieta de una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo. Militante desde los 15 años, reconoce que tiene “una buena relación” con sus apropiadores. Crítica del gobierno, asegura que se puede gestionar de manera diferente, reclama que se instrumenten medidas que permitan acelerar los juicios por violaciones a los derechos humanos y afirma que es un deber del Estado reglamentar los análisis de ADN en forma obligatoria para determinar la identidad de chicos sobre los que haya sospechas de que puedan ser hijos de desaparecidos.

Se presenta como Victoria Donda Pérez, militante del Movimiento Libres del Sur, nacida en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA), hija de José María Donda y de María Hilda Pérez, ambos desaparecidos. Antes el nombre era otro y pensaba que había nacido en Capital Federal. Es difícil pensar cómo su madre pudo dar a luz en una habitación oscura, en condiciones infrahumanas, sin atención médica y con la ayuda de una compañera como partera, que tras el parto le puso a Victoria dos cintas azules en las orejas después de que su madre le hiciera los agujeros con una aguja de coser, de esas curvas, para identificarla.

Hoy tiene 31 años, es diputada nacional y fue la primera hija de desaparecidos en acceder a un cargo electivo. Cuando aparece, su presencia se impone y se hace notar. El calor sofoca y el sudor corre por la piel. Ella irrumpe con un vestido corto y escotado y sandalias con plataformas con las que pretende estirarse. Saluda uno a uno en la oficina con un beso, con una sonrisa amplia y ojos grandes. Primero pide agua fresca y después mate. Se muestra dura aunque se reconoce de lágrima fácil. Pero es hosca, a veces cortante y tajante cuando quiere evitar un tema. Enseguida aclara que prefiere evitar su historia personal –¿cómo hacerlo?– y que no responderá sobre sus apropiadores. Y no hay rebusques ni artimañas que la muevan de esa postura.

Victoria fue uno de los bebés que Héctor Febres sacó de la ESMA y entregó a un compañero de armas: el prefecto Juan Antonio Azic, el mismo que quiso suicidarse cuando le llegó una orden de detención del juez español Baltasar Garzón. Se crió en Avellaneda y estudió 15 años en un colegio de monjas. “En la escuela había un cura muy piola que cuando me portaba mal me mandaba a confesarme y como yo no soportaba al profesor de Historia, siempre me portaba mal en sus clases. Era un cura tercermundista que empezó a enseñarme Historia. Cuando cumplí 15 años me regaló un libro del Che y me hice guevarista. Entonces iba a orfanatos y asilos con otro cura, con el que después me terminé peleando; y antes de ingresar a la UBA (Universidad de Buenos Aires) conocí a la Agrupación Juvenil Venceremos, La Vence, y empecé a militar con ellos, en 1998”, cuenta. Dentro de ese movimiento, algunas agrupaciones formaron Barrios de Pie y entre todos conformaron Libres del Sur, la agrupación que representa en el Congreso a través del bloque Encuentro Popular y Social.

El 8 de octubre de 2004 el Banco Nacional de Datos Genéticos confirmó en un 99,9999 por ciento que Victoria es hija de José María Laureano Donda y de María Hilda Pérez. Su padre nació en Entre Ríos y su madre era de El Palomar. Se conocieron en 1973 en la Facultad de Filosofía y Letras y militaron juntos en la Villa Carlos Gardel. Dos años después se casaron y tres días antes del golpe militar de 1976 nació Daniela, la hija mayor. En mayo de 1977, cuando María Hilda estaba embarazada de cinco meses, fue secuestrada en la calle. La llevaron a la ESMA, donde nació Victoria. José María desapareció poco después. “Mi mamá era bajita, le decían Cori y era militante; mi abuela dice que era como una campanita porque estaba todo el tiempo alegre aunque tenía un carácter fuerte. Mi papá también era militante, tenía 1,90 metros, era alto, flaco, era de Diamante y le gustaba el agua. Igual que mi mamá, tengo carácter fuerte, pero es difícil encontrar cosas malas, porque uno ve las cosas malas de los padres cuando los va conociendo más y yo no tengo esa posibilidad; cuando no están, uno se queda con las cosas buenas.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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