Antonio Tardelli
El resultado es concluyente: la impresionante victoria de Domingo Daniel Rossi en Santa Elena, otra vez intendente de una localidad castigada, entronizada nuevamente pese a su cruz de condenado por enriquecimiento ilícito, marca indubitablemente que los liderazgos peronistas tradicionales han sido confirmados por el pueblo.
¿Cómo es? ¿Cómo deben interpretarse, entonces, las novedades políticas?
Hace algún tiempo, el intendente de Nogoyá, Faustino Schiavoni, sugirió que se aproximaba una renovación generacional en el justicialismo. Habló de ciclos y de edades. Se refirió a trayectorias y presentes. Pero el domingo, la ciudadanía en general, y dentro de ella el electorado peronista, apeló a criterios disímiles, opuestos, para juzgar a quienes en 1987 compartieron fórmula y abrieron juntos un largo período, casi ininterrumpido, de superioridad electoral. Busti derrotado, Rossi victorioso, es evidente que el tiempo transcurrido y las historias viejas no han sido las variables que determinaron sus performances recientes. Hay que buscar por otro lado. Busti y Rossi, parecidos como son, compitieron desde estructuras diferentes: Busti desde afuera del PJ, Rossi desde adentro.
Busti no fue candidato “oficial”. Rossi sí. Se dirá: no es lo decisivo. Se alegará que la portación del escudo partidario no debería ocultar la verdadera razón de la suerte dispar. Que el motivo debe rastrearse en lo profundo, en lo político, en lo ideológico, y no en lo formal, en los aspectos instrumentales del trámite electoral. Pero se puede desconfiar de eso. El kirchnerismo es la línea que predomina en el PJ.
Es el peronismo institucionalizado y no importa si lo es porque su ideario se corresponde con la doctrina del movimiento o si lo es porque controla el poder gubernamental, el que distribuye los beneficios y los castigos estatales. El partido confiere un piso. No hay que construir desde cero. Otorga, además, referencias nacionales que inscriben una candidatura en un contexto más amplio y eventualmente decisivo. Por lo demás, ni Busti ni Rossi, tan semejantes, han hecho del apego a ideas la base de sus exitosas trayectorias. Busti podría ser un leal kirchnerista; da el perfil. Rossi podría ser un perfecto disidente; también lo da. En ambos, lo ideológico es secundario. Uno perdió y otro ganó no por sus respectivas plataformas sino fundamentalmente porque escogieron monturas diferentes. Los partidos, los aparatos, las estructuras, tan devaluados en la consideración general, siguen siendo herramientas indispensables para aspirar a grandes desempeños electorales. Otros resultados, desde sus particularidades, abonan la hipótesis de que la estructura y las referencias más abarcativas son claves para aspirar al éxito (véanse, si no, los casos de Emilio Martínez Garbino en Gualeguaychú y Juan Domingo Zacarías en Paraná).
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)