Antonio Tardelli
Desmontar el odio, si en verdad se ha vuelto un objetivo apreciable, es una obligación, antes que nada, antes que nadie, del presidente Alberto Fernández. Es evidente en virtud de que el odio, si deviene en agresión, es más peligroso cuando se ejerce desde el aparato estatal. No da igual la agresión institucional que la de un particular. La distinción vale para el terrorismo, para el robo, para la traición. También para el odio.
El odio se ha convertido en problema político. No se trata, en este plano, del sentimiento individual que cada quien tramitará como pueda en su terapia o donde fuere. Por su rol, pues, debe ser la autoridad quien primero desarme a los denominados odiadores seriales. Pero en materia de obligaciones, y de responsabilidades, además del aspecto institucional entra a jugar un factor cronológico. Formulado en términos de pelea infantil, se trata de quién la empezó. El asunto es discutible, subjetivo, pero se puede arriesgar que el odio fue efecto (¿buscado o indeseado?) de una estrategia determinada. En la génesis del tan mentado y presente odio político,se halla el procedimiento que el kirchnerismo adoptó hace ya unos cuantos años, para afirmarse en el poder.
Le deparó cuantiosos réditos al espacio kirchnerista,envolverse en enunciados caros a las tradiciones populares y autoerigirse en el propietario exclusivo (y excluyente) de las aspiraciones colectivas y el interés nacional. Además, con ello forjó su propia identidad. En una previsible lista de indeseables (los militares de la dictadura, las patronales del campo, los neoliberales), enumeración con convenientes omisiones (no figuran allí los bancos, ni las exportadoras de cereales, ni las trasnacionales de las semillas, ni las empresas extractivas liberadas de controles públicos), halló el kirchnerismo a la vez sus enemigos y su perfil.
Tributando a Ernesto Laclau y CarlSchmitt, o por pura intuición, el kirchnerismo delimitó los campos. Nosotros y ellos. Ellos y nosotros. Fue una estrategia. Legítima. Exitosa.
(La nota completa en la edición 1112 de la revista ANALISIS del jueves 16 de julio de 2020)